Votar a los 16 años... ¿a la ultraderecha?
La ministra Sira Rego quiere incluir en la nueva ley de Juventud la reducción de la edad para votar, aunque no está claro que la maniobra vaya en beneficio de los partidos de izquierda

La semana pasada, la ministra Sira Rego anunciaba que el borrador de la nueva ley de Juventud —la primera de la democracia— incluye la reducción de la edad para ejercer el voto a los 16 años (que obligatoriamente deberá hacerse mediante una reforma de la LOREG, la ley electoral). Desde su toma de posesión, ese ha sido uno de los principales objetivos de Rego, que defiende que si a los 16 se puede trabajar es lícito que esa cohorte de edad pueda decidir a qué se destinan sus impuestos. “Porque ya trabajan, ya cuidan, ya opinan, ya deciden. También deben poder votar”, publicó Izquierda Unida en X. No es la primera vez que esta cuestión se pone sobre la mesa: en 2016, ERC llevó la propuesta a debate en el Congreso (no se aprobó por el rechazo de PP, Ciudadanos y PNV), y en 2019 Unidas Podemos lo incluyó en su programa electoral. Teniendo en cuenta la actual tendencia hacia la ultraderecha en la que algunas encuestas sitúan a los más jóvenes, ¿podría suponer este avance un tiro en el pie para la izquierda?
Eso es justo lo que expuso @veronikmellado en X: “Ahora que el neofascismo es la elección ganadora entre los más jóvenes, el Ministerio de Juventud e Infancia quiere rebajar la edad de voto a los 16 años. Un plan infalible”. Según el Instituto 40dB, entre los grupos de potenciales votantes, los varones jóvenes de 18 a 28 años son los que más intención de votar a Vox manifiestan, un 36,1%, frente a un 15,1% de las chicas de la misma franja de edad (baja a un 14,6% en el conjunto de la población adulta). A eso se suman las actitudes retrógradas de parte de ese colectivo: el 52% de los chicos de 16 a 24 años está muy o bastante de acuerdo en que “se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres” que ahora se les discrimina a ellos, según el CIS.
Ahora que el neofascismo es la elección ganadora entre los más jóvenes, el Ministerio de Juventud e Infancia quiere rebajar la edad de voto a los 16 años. Un plan infalible
— Verónica Mellado (@veronikmellado) April 16, 2025
Si nos fijamos en los resultados de las elecciones europeas de 2024, el 17,2% de los varones menores de 25 años apoyaron a un partido ultraderechista, casi el doble que las mujeres de esas edades (9,5%), según datos del European Election Studies. En España, por cada chica en esta franja que votó a Vox y Alvise Pérez lo hicieron 4,6 chicos.
Algunos expertos señalan que esa ola de extremismo entre los más jóvenes se explica por el uso masivo de redes sociales y el consumo sin filtro de contenidos polarizadores. El politólogo @Pereira_Hugo_ exponía en X que los 16 años de ahora no son los de antes. “Ahora hay más acceso a información... estamos viendo que son muy influenciables... creo que es preocupante que la ultraderecha arrase entre los más jóvenes, pero creo que es algo coyuntural, los jóvenes van siempre a lo más revolucionario, hoy puede ser la ultraderecha y mañana puede cambiar”. Ser más vulnerables a las modas no puede ser un motivo para frenar su participación en el voto, de hecho, diferentes estudios muestran que a los 16 el razonamiento lógico funciona de manera similar al de un adulto. Igual que solucionan problemas matemáticos, están capacitados para valorar qué candidatura política les encaja.
“A los 16 se es más maleable y se tiene menor interés por la política. Y no se es autosuficiente, razón que permite cuestionar que se pueda decidir sobre lo que afecta a los demás”, comentaba la profesora de ciencia política @AstridBarrio en X. Sobre este aspecto, hay una comparativa interesante que Rego mencionó en una entrevista en RNE. En 1931, cuando se aprobó el sufragio universal de las mujeres en España, Victoria Kent apostaba por retrasarlo hasta que tuvieran la formación y la independencia económica suficientes para ejercerlo “con criterio propio”. Kent temía que, influenciadas por sus maridos o por la Iglesia, optaran por opciones más conservadoras. Pero Clara Campoamor consiguió convencer a los miembros del Congreso con una exposición de motivos y datos: entre 1860 y 1910, el número total de analfabetos varones había aumentado en más de 73.000, mientras el de las mujeres había descendido en más de 48.000. “La disminución del analfabetismo es más rápida en las mujeres que en los hombres”, dijo, y, de continuar ese proceso, “no solo llegarán a alcanzar el grado de cultura elemental de los hombres, sino que lo sobrepasarán”. Pues eso, no dejemos que una minoría de hombres jóvenes —o adolescentes— acaparen el debate con sus posturas extremas.
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