Historias e invenciones de Pedro Sánchez
Reconocer la diversidad de España, parece ser, implica negar la diversidad interna de las regiones y consolidar las barreras entre autonomías


El Gobierno señala que es un error hacer una lectura nacional de las elecciones gallegas: eso solo tendría sentido si el Partido Popular no hubiera obtenido la mayoría absoluta. Al parecer, el resultado —victoria del PP, crecimiento del Bloque Nacionalista Galego, hundimiento del partido socialista— prueba que las elecciones obedecen a dinámicas estrictamente locales. La diferencia de lecturas según el resultado insinúa que no había un análisis de la realidad, sino el propósito de utilizarla para construir un relato. A manera de autocrítica, el presidente del Gobierno ha dicho que hay que consolidar liderazgos fuertes que trasciendan la marca del PSOE. No está claro lo que significa eso: probablemente nada. Pero, por ejemplo, Sánchez ha apartado en dos ocasiones de las listas a Ignacio Urquizu, que era el preferido de la militancia en su provincia y gozaba de reconocimiento más allá del partido. Si la apelación a una España diversa conlleva la pérdida de poder territorial, la primera evidencia es que esa apelación también es falsa. Es solo un acuerdo entre un partido cesarista, cada vez más desconectado de los territorios, y oligarquías nacionalistas. En las comunidades donde el nacionalismo es poderoso (o útil) no se disputa su visión antipluralista. Se acepta que los que no comparten esa visión —entre ellos, muchos votantes del PSOE— son menos de ese lugar que los nacionalistas. Reconocer la diversidad del país, parece ser, implica negar la diversidad interna de las regiones y consolidar las barreras entre autonomías, que denominaremos “derechos”. El relato que se da por bueno es un largo memorial de agravios. El reconocimiento de la diferencia —¿cuál? ¡la que sea!— es más importante que la aspiración a la igualdad y que las ventajas de la convivencia. Ciudadanos de otras comunidades autónomas ven los privilegios concedidos a los aliados: que algo sea un delito o no según quién lo haga, que la redistribución sea de los pobres hacia los ricos. El socio es alguien que aspira a desmantelar el país y a él le cedes legitimidad moral, con la esperanza de que un voto dual te beneficie en las generales. No aspiras a gobernar, sino a que los otros no gobiernen, y el abandono de la vocación mayoritaria tiene consecuencias para la cohesión del país y para el propio partido (y sus cuadros). También las tiene pensar que el progreso es construir un bloque de gobierno con el tipo de formaciones políticas y la clase de personas que se ausentan del homenaje a dos guardias civiles asesinados por narcotraficantes.
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