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CONSULADOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

México, ¿hasta dónde llega tu soberanía?

El personal de los consulados en Estados Unidos está trabajando a toda máquina y en condiciones de vida penosas para proteger a los migrantes

Personas hacen fila a las afueras del Consulado de México, en Los Ángeles, el 2 de junio de 2024.
Carmen Morán Breña

No hay día en que la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, deje de repetir a Donald Trump que pueden discutir de lo que sea, negociar cualquier extremo, pero que la soberanía de México no se toca. No le falta razón y no está de más recordarlo tantas veces como hagan falta, porque el republicano tiene tendencia a meter las botas militares donde nadie le ha llamado. La soberanía es el ejercicio autónomo del poder en una nación, sin injerencias extranjeras, y eso es algo que México resguarda con fiereza y orgullo, harto de tantos países como pusieron las garras adentro de sus fronteras. Incluye también el cuidado de los suyos, ahora sí, estén o no en su patria. Lo que está pasando en los consulados mexicanos en Estados Unidos revienta las costuras de ese concepto de soberanía, aportando dosis de vergüenza que el Gobierno de Sheinbaum quizá quiera corregir cuanto antes.

Era natural suponer que el personal del Servicio Exterior Mexicano que trabaja en esos consulados estuviera desbordado, habida cuenta de la cacería contra el migrante que ha detonado el presidente estadounidense y que deja cada día decenas de detenidos de los que hacerse cargo jurídicamente o en busca de una repatriación. Lo que no es tan natural es las condiciones en que están trabajando en esos consulados: empleados que no pueden pagar el alquiler de sus viviendas porque los sueldos se retrasan, que tienen que acudir al banco de alimentos estadounidense para tener una despensa digna, que recurren a subsidios de aquel país para aliviar la factura de la luz. Algunos se ven obligados a vivir en casas de asistencia social. En definitiva, al límite de la pobreza, porque sus salarios no han subido un peso desde 1998 y el día a día estadounidense está por las nubes. Ver para creer. Si todo ello fuera poco, estos días están soportando jornadas extenuantes, de 12 horas, para sacar adelante el trabajo que se les ha amontonado en unos pocos meses. No es de extrañar, como cuentan Beatriz Guillén y Almudena A. Herrerías en el reportaje aquí enlazado, que el personal esté tomando las de Villadiego: de los 53 consulados que México posee en Estados Unidos, solo 17 tiene cubierto el personal al completo. En el resto hay 60 plazas vacantes, el 17% del total.

Los mexicanos en Estados Unidos son una nación, y grande: 40 millones viven allí y muchos, pese a llevar lustros, no han obtenido la residencia legal, esa sí, una vergüenza sin paliativos. Trump los persigue ahora como a conejos, por los campos y los supermercados, por las calles y los almacenes, por jardines y restaurantes, en cualquier sitio en el que trabajen. El 11 de julio, en una de estas redadas en una finca legal de marihuana de California, uno de los jornaleros murió al caer desde un invernadero y romperse el cuello. Otros 200 fueron detenidos y seguramente engrosaron la lista de tareas del personal consular.

No hay ahora nada más urgente en las relaciones bilaterales entre ambos países que resolver esa cuestión y México se prepara para ello con albergues, comida y servicios donde recibir a cientos de paisanos, quizá miles, que sean deportados o que se acaben autodeportando porque no aguantan más las presiones a que les somete cada día el republicano. Unos de los mayores terrores que infunde la Administración trumpista es la amenaza de expulsar a los migrantes a terceros países sin garantías de Derecho, como ya viene haciendo. México debe impedir esto a toda costa y traer a los suyos a tierra firme. En ello está el Gobierno y lo cuentan a menudo, pero no dicen la escasez de presupuesto con la que los consulados están abordando tan imperiosa tarea. Los recursos económicos han bajado un 6% sobre el año pasado y un 38% respecto a 2018. La austeridad de la Cuarta Transformación también hay que gestionarla con tino, de lo contrario el lema del movimiento “por el bien de todos, primero los pobres” encontrará una nómina tan extensa que no se podrá abordar. Pobres aquí y pobres allá. Pobres los que solicitan ayuda en el consulado, y pobres los que la prestan. La situación es, a todas luces, insostenible. ¿Qué opina la Cancillería de todo esto? Quién sabe. Consultados por este periódico, han preferido no hacer declaración alguna y enviar a las periodistas a la Unidad de Transparencia, que nada tiene que decir al respecto. Transparencia no da cuentas de la gestión del Gobierno, solo aporta datos, de modo que desviar el asunto hacia esa ventanilla es faltar a la más elemental transparencia política.

Que México tienen la mejor de las voluntades para con sus migrantes no está en duda, pero cuando no va acompañada de los recursos necesarios de nada sirve. Para arroparlos en su infortunio hay que empezar por ayudar al que ayuda. Por impedir que el personal de los consulados acabe autodeportándose debido a las penurias de sus empleos. Eso sí sería ejercer la soberanía en su plenitud.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
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