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Sheinbaum alinea a Morena y pasa página de un ‘noviembre negro’

Los nubarrones se han disipado en la 4T, tras varias jugadas de ajedrecista y un Zócalo que consolida el liderazgo de Claudia Sheinbaum

Claudia Sheinbaum
Ernesto Núñez

No hay lugar para fisuras. Cuando Claudia Sheinbaum dijo, ante un Zócalo lleno, que sus adversarios no vencerán ni a México ni a su presidenta, el respaldo fue unánime; lo mismo en los contingentes que ya no cupieron y se quedaron atorados en las calles aledañas, que en el templete y las primeras filas de la zona de invitados, donde no había una sola ausencia significativa.

A los costados de la presidenta, aplaudían las 24 gobernadoras y gobernadores de la 4T, el gabinete legal y ampliado, y los funcionarios de la Oficina de la Presidencia. Abajo del templete, los senadores encabezados por Adán Augusto López, los diputados liderados por Ricardo Monreal, la cúpula de Morena con Luisa María Alcalde y Andy López Beltrán en primera fila, los dirigentes del Verde y del PT, el senador Gerardo Fernández Noroña y todo aquel con algo de poder en el partido-movimiento.

Esta vez no hubo distracciones, desplantes ni regateos a la convocatoria de Sheinbaum, que en seis días de diciembre parece haber logrado lo que parecía difícil: dar vuelta a la página de un noviembre negro, en el que se le acumularon los problemas, las protestas y los reclamos por la inseguridad, que corrieron desde Uruapan —tras el asesinato del alcalde Carlos Manzo— hasta la marcha del 15-N, magnificada por sus opositores y que ahora palidece ante la imagen de un Zócalo lleno, en el que costaba trabajo caminar entre las 600.000 personas movilizadas por Morena.

La presidenta llamó a celebrar los siete años del inicio de la Cuarta Transformación en el lugar de siempre; el Zócalo donde la izquierda exigió, durante décadas, libertad, democracia y justicia social; la plaza que llenó una y mil veces el líder del movimiento, Andrés Manuel López Obrador, ausente en el mitin, pero multicitado en el discurso de la presidenta y ovacionado en cada referencia.

“Por más campañas sucias que paguen en las redes sociales, por más compra de bots, por más alianzas con grupos de interés en México y en el extranjero, por más consultores de comunicación que contraten para inventar calumnias y mentiras, por más intentos de hacer creer al mundo que México no es un país libre y democrático, por más comentócratas o supuestos expertos que inventen historias de ficción, por más alianzas que quieran tejer con el conservadurismo nacional y extranjero, por más que hagan todo eso: ¡No vencerán al pueblo de México, ni a su presidenta!”, ha dicho Sheinbaum al inicio de un discurso de una hora, en el que no dejó un solo tema fuera.

Primero hizo un balance largo de los siete años iniciados con la llegada de López Obrador al poder, el 1 de diciembre de 2018, en el que destacó la “hazaña” de sacar de la pobreza a millones de mexicanos y reducir la brecha de desigualdad. Después, desarmó una a una las narrativas construidas en las últimas semanas por la oposición —desde aquella de la restauración autoritaria, hasta la que pregona que los jóvenes le han dado la espalda a la 4T—. Y, finalmente, aclaró —a quienes aún lo dudan— que ella fue electa no solo para darle continuidad, sino para profundizar el proyecto de transformación.

Lo ha dicho después de dos semanas en las que hizo dos movimientos de ajedrecista, con altos niveles de riesgo: primero, remover al fiscal Alejandro Gertz Manero para colocar en su lugar a Ernestina Godoy, una militante leal cuyo nombramiento no sólo fue avalado por las bancadas oficialistas, sino por 10 senadores de la oposición. Y, segundo, sacar adelante una polémica Ley de Aguas que recupera la rectoría del Estado sobre este recurso, lidiando con protestas en la calle y el rechazo de la oposición en el Congreso, donde sus bancadas operaron perfectamente alineadas para sacar la reforma en apenas tres días.

Si alguien tenía dudas del liderazgo de Claudia Sheinbaum, estas se disiparon en apenas cinco días, los mismos que transcurrieron entre la reaparición del expresidente AMLO —cuyo nuevo libro, Grandeza, no proyectó ni un centímetro de sombra sobre Sheinbaum— y su encuentro con Donald Trump durante el sorteo del Mundial de fútbol, del que no sólo salió bien librada, sino victoriosa, con la puerta abierta para dialogar próximamente sobre el espinoso tema del tratado de libre comercio.

Cierre de filas

El sábado, desde el Zócalo, se veían muy lejos los nubarrones de noviembre. Varios grupos de jóvenes marcharon desde distintos puntos de la ciudad para concentrarse en la plaza central. Un contingente grande, del Instituto Tecnológico Nacional de México, se apostó frente al Palacio Nacional con una manta en la que se leía: “La generación Z y todas las demás generaciones estamos contigo, presidenta Claudia Sheinbaum”. Ella inició su discurso con una clara referencia a quienes marcharon el 15-N y ya preparan una nueva movilización para el 14 de diciembre: “Que nadie se equivoque, que se oiga bien, fuerte y lejos: ¡Las y los jóvenes están en su gran mayoría con la transformación de la vida pública de México!”.

Frente a lo que parecía un despertar opositor, el partido y el Gobierno protagonizaron un contundente cierre de filas, que incluyó a los contendientes de Sheinbaum en 2023 (Adán Augusto, Monreal, Marcelo Ebrard, Fernández Noroña y Manuel Velasco); a sus colaboradores más cercanos, como el secretario de Seguridad, Omar García Harfuch; al hijo del expresidente y a personajes como Jesús Ramírez, coordinador de asesores y, a la fecha, uno de los cuadros más leales a López Obrador.

A todos ellos, Sheinbaum también les mandó un mensaje, casi al final del acto, para que se apeguen a la justa medianía y no deshonren el principio de austeridad que presume la cuarta transformación: “En nuestro país, donde la mayoría de las y los ciudadanos viven con un salario mínimo que alcanza para cubrir lo más básico, no puede haber justificación moral, ética ni política para que quienes sirven al pueblo vivamos rodeados de lujos o privilegios; mucho menos si se asumen como parte de un movimiento que hemos prometido, desde nuestro origen, poner fin a los abusos del poder”.

Tras un año de escándalos, que ya le pasan facturas a ella y su partido en las encuestas, la presidenta también incluyó a los suyos en las advertencias. “No olvidemos que la transformación verdadera no solo es económica y social, también es ética y moral”, dijo, y con ello le borró la sonrisa a más de uno de los presentes en el templete y en la zona de invitados especiales.

El mitin sabatino concluyó pasado el mediodía, y dejó el acostumbrado saldo de selfies y videos en las redes sociales, uno de los frentes en el que la presidenta ha convocado a los suyos a dar la batalla. Bajo las etiquetas #MéxicoConClaudia y #7AñosdeBienestar, los morenistas continuaron toda la tarde con el activismo, pues en tiempos de realidades virtuales, a veces no basta con llenar un Zócalo.

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Sobre la firma

Ernesto Núñez
Es periodista en la redacción de EL PAÍS en Ciudad de México. Es licenciado en Comunicación por la UNAM y máster en periodismo de EL PAÍS-UAM. Antes trabajó en el diario Reforma y el portal Animal Político. Se especializa en política, elecciones y gobierno.
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