Antes del fútbol ya había el juego de pelota: la herencia precolonial que recordó Sheinbaum en el sorteo del Mundial
Esa actividad milenaria es una combinación entre lo que sería hoy el fútbol, voleibol y basquetbol, y fue de alta importancia religiosa entre los pueblos mesoamericanos


En México, se juega a la pelota desde tiempos ancestrales. Así lo ha recordado la presidenta Claudia Sheinbaum durante su breve intervención en la ceremonia del sorteo para definir los grupos del Mundial 2026. Hace más de 500 años, cuando los españoles pisaron el continente americano, el fraile dominico Diego Durán escribió lo mucho que alababa la destreza, maña y gentileza con la que los nativos de aquellas tierras desconocidas para los europeos movían una pelota de caucho, de un lado al otro de la cancha, utilizando solamente “las asentaderas” y las rodillas. El fraile se refería al juego de pelota.
Su nombre en maya es pok ta pok. Se originó aproximadamente hace 3.500 años, considerando el reciente descubrimiento de una cancha de juego de pelota en Paso de la Amada, Chiapas, una de las más antiguas de Mesoamérica (área geográfica en la que se han encontrado más de 2.500 canchas). La actividad consiste en golpear una pelota de caucho sólido con las caderas, las nalgas, los codos o las rodillas, e intentar hacerla pasar a través de un aro de piedra vertical; una combinación entre lo que sería hoy el fútbol, voleibol y basquetbol.

Las reglas, la superficie de las canchas, el número de jugadores, el volumen y peso de la pelota difieren según el periodo y la región. De acuerdo con National Geographic, la variante más conocida se desarrolló en canchas con dos estructuras rectangulares paralelas, separadas por un espacio central también rectangular. Los extremos podían estar abiertos o cerrados por un muro.
El juego se ha interpretado de distintas maneras durante el paso del tiempo y se cree que para los mexicas y los mayas, este representaba el portal hacia el inframundo, un espacio para recrear batallas cósmicas entre cuerpos celestes, rituales de fertilidad, ceremonias guerreras, refuerzo político de los gobernantes o la realeza o escenario para los sacrificios, entre otros, según ha publicado la revista Arqueología Mexicana.
De acuerdo con una investigación de las historiadoras Mercedes de la Garza y Ana Luisa Izquierdo, “el juego representaba esencialmente contradicciones naturales, como la oposición de puntos cardinales, los momentos de desaparición y reaparición de un astro y, particularmente, la lucha de las fuerzas luminosas contra las fuerzas oscuras, encamadas en los astros, que son seres divinos”.
En el mito de los hermanos gemelos Ixbalanqué y Hunahpú, figura central de la cosmogonía del Popol Vuh —libro sagrado del pueblo maya-quiché—, estos dioses se enfrentan contra las deidades del inframundo y al derrotarlos, Ixbalanqué y Hunahpú se convierten en la Luna y el Sol, respectivamente.
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