Fernanda Trías recoge por segunda vez el premio Sor Juana: “Me alegro mucho cuando incomodo a las personas correctas”
La escritora uruguaya reivindica la “reapropiación de los lugares asignados” a las mujeres en su discurso de aceptación del galardón por ‘El monte de las furias’


A la escritora Fernanda Trías le obsesionan las palabras que otras palabras traen colgando. La uruguaya ha recibido este miércoles por segunda vez, en la FIL de Guadalajara, el premio Sor Juana Inés de la Cruz, una alegría profunda, ha dicho, de la que sin embargo penden otras ideas: “Responsabilidad, exigencia, expectativa”. Las mismas que sintió en 2021, cuando se hizo con el prestigioso galardón por primera vez con su novela Mugre rosa (Random House). El monte de las furias, de la misma editorial, ha seguido sus pasos como la continuación de “una búsqueda de un decir poético, pero asumiendo nuevos riesgos”. “Creo que ese estado de riesgo es un buen lugar para una escritora como yo”, ha completado: “Desacomodarme primero, para incomodar después”.
Ese intento de remover y cuestionar lo establecido, en sus muchas vertientes, atraviesa como un punzón su literatura y ha servido como hilo de un discurso de aceptación en el que ha agradecido a editores, familiares y amigos, además de a “los cerros orientales de Bogotá”, quienes despertaron en ella el “deseo de oír la naturaleza”. Es con ella con quien su protagonista establece una relación más íntima y esencial.
La escritora se ha servido, también, de la distinción que la ensayista argentina Josefina Ludmer atribuye al canon machista. “Dolor y pasión, contra razón; concreto, contra abstracto; adentro, contra mundo; reproducción, contra producción”, ha enumerado, para desafiar después: “Cuando las escritoras nos reapropiamos de esos lugares asignados pero dándoles otra vuelta de tuerca, generamos incomprensión y hasta molestias en aquellos que nos leen arrebujados en la comodidad de sus amplios espacios o columnas de poder. Y yo me alegro, me alegro mucho cada vez que incomodo a las personas correctas. Me reafirma en que voy por el buen camino”.
La uruguaya, afincada en Bogotá desde hace 10 años, se abre paso a golpe de un machete cuyo filo es la palabra, ha planteado: una forma de romper el “destino de la letra”, que siempre ha estado “prohibido” para las mujeres. Trías encuentra en aquella monja de nombre Juana Inés el más claro ejemplo de cómo el sexo femenino ha conseguido, siglo tras siglo, oponerse a ese mandato. “Nosotras seguimos hablando en su nombre”, ha dicho en una sala mediana de la FIL donde cada año se invoca a la religiosa para reconocer la literatura en español escrita por mujeres.

En esa escritura, el tema, la trama, son lo de menos, ha agregado: “El trabajo literario no es el tema sino lo que el lenguaje hace con el tema”. Una reflexión que resuena en las palabras que, momentos antes, le ha dedicado el escritor Julián Herbert, miembro del jurado que le ha otorgado, unánimemente, el galardón. “Una de las primeras cosas que me conquistaron como lector, que me interesaron, es su renuencia a poner el tema en primer plano. (...) Utiliza los temas ―las genealogías de lo femenino, la violencia contemporánea, las desapariciones― como backround para una reflexión más profunda”, ha dicho el mexicano, que también ha destacado la presencia en la novela del “sentimiento de lo popular, la noción del trabajo físico y la conexión con la naturaleza”.
El lenguaje poético, con su ritmo y su musicalidad, completa la semblanza que ha destacado un jurado compuesto también por Giselle Etcheverry y Patricia Córdova. El reconocimiento a esta parte del trabajo agrada especialmente a la escritora, según expresó en la última entrevista con EL PAÍS, con motivo del premio, porque conllevó un trabajo “muy, muy intenso”. La uruguaya batalla con el lenguaje, igual que lo hacen muchas de sus protagonistas, casi siempre mujeres “atrincheradas, solas, feroces”, que encuentran en su soledad una fuerza que no reconocían en ellas. También encuentran en la escritura una forma de “apropiarse de los símbolos de los hombres” y rebelarse ante un mundo que no comprenden, pero del que quieren saber más.
“A la montañera le duele el misterio del mundo. Anhela traducir el lenguaje de la roca”, dice Trías de su última antiheroína. Pero le faltan las palabras para un mundo no humano que todavía se nos escapa entre las sílabas. La mujer, la escritora, las buscan a tientas y abren una brecha por la que se expande el lenguaje y con él el mundo. “Quien ama realmente algo, va a llamarlo por su nombre exacto”, escribe el personaje. “Escribir es buscar el nombre exacto. En la precisión está el lirismo”, completa su creadora.
Con ese premio, Trías pasa a engrosar, por segunda vez, una lista de galardonadas que inauguró la escritora del exilio Angelina Muñiz-Huberman y que tiene entre sus filas grandes nombres, como las mexicanas Elena Garro o Margo Glantz, la nicaragüense Gioconda Belli o la española Almudena Grandes. La mexicana Cristina Rivera Garza es, junto con la uruguaya, la única escritora en hacerse dos veces con este reconocimiento, dotado con 10.000 dólares y asignado de forma continua desde 1993.
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