Un catalán y un mexicano en Lagos de Moreno: la FIL deslumbra a Miqui Otero y al héroe local, Juan Pablo Villalobos
El programa ‘Ecos de la FIL’ lleva al municipio jalisciense a los dos autores, en una conversación con jóvenes estudiantes que les han recibido como estrellas de rock


Un aplauso sonoro y entusiasta, adornado con globos de colores y con música regional de fondo, ha estallado apenas Miqui Otero y Juan Pablo Villalobos cruzaron las puertas de la Preparatoria regional de Lagos de Moreno, en Jalisco —a 200 kilómetros de la capital—. Una multitud de estudiantes aguardaba impaciente detrás del director de la escuela, Pablo Mauricio Hernández, para desbordar el recorrido de los dos autores hacia el auditorio principal con gritos de bienvenida y miradas de estupor.
En las manos, la multitud sostenía pequeñas banderitas de México o de España, retratos de Otero o de Villalobos hechos a lápiz, libros creados por ellos mismos con formas tridimensionales y letras a colores, que recreaban parte de sus obras, y pancartas de todos los colores y tamaños que replicaban frases que los dos habían dicho en alguna entrevista o en líneas de sus libros. “Muchas gracias a todos por estar aquí. Sobre todo a las alumnas y alumnos que nos recibieron. Nos hemos planteado decir gracias durante 45 minutos, y solo eso, para no estropearlo”, han dicho una vez sentados frente a un auditorio repleto.
El programa de Ecos de la FIL lleva a las aulas de colegios públicos de todo el Estado a algunos de sus autores invitados para que puedan conversar con los estudiantes que, previamente, se han empapado de sus historias y personajes, de la mano de sus profesores. La elección de Lagos de Moreno, para que, por primera vez en todas las ediciones, fuera visitada por estos dos escritores, no ha sido al azar.

Villalobos pasó ahí los primeros 15 años de su vida, en la casa familiar de la que este martes ha salido, contento, a recibir a Otero, amigo y colaborador, y compañero de ciudad —Barcelona— en la que ambos viven y también en donde desde hace cinco años coordinan un taller de literatura para chicos y chicas del barrio de El Raval.
Entre el ambiente parecido al de un concierto de una banda juvenil famosísima, que arranca gritos, suspiros, risitas y miradas cómplices, Villalobos y Otero han caminado poco más de cien metros en una valla que parecía infinita de caras jóvenes que les miraban impacientes y que se arrojaban en su camino para arrancarles una selfie, una firma para sus libros, o para mostrarles creaciones inspiradas en ellos.
Detalles como un dibujo al estilo de anime que una de las estudiantes hizo y que muestra a los personajes de Orquesta, de Otero, si se encontraran en ese universo de trazos japoneses. O un lienzo con la portada de Si viviéramos en un lugar normal, de Villalobos, perfectamente delineado y pintado al óleo.
Ambos, pero sobre todo Otero, que está en México por primera vez, lucen atónitos. La ceremonial bienvenida y la calidez que usualmente muestran los mexicanos ante el visitante extranjero es algo que conoce muy bien Villalobos. Aun así, los dos tardan en avanzar, al paso que les permiten sus fans. “Me hacía mucha ilusión traerlo [a Otero]. Creo que lo engañé porque la primera vez le dije que Guadalajara quedaba a 20 minutos [de Lagos de Moreno]. Llegó anoche, tiene jetlag, así que menos mal que lo recibieron así”, bromea Villalobos, que provoca una de las primeras carcajadas de la charla.
A su alrededor, el auditorio se impone, completamente adornado con cosas alusivas a los libros de Otero y Villalobos. Del lado izquierdo del escenario, fuera de la vista de ambos, la figura de un fantasma enmarca la esquina del recinto, y, para que nadie se confunda, tiene su nombre escrito: Sabanito. Es el personaje creado por Otero cuando tenía apenas seis años, en una serie de cuentos en los que este fantasma dandi se aparecía cada vez con un color distinto de sábana y que se dedicaba, relata, a darle casi siempre la razón.
Una agenda, como los programas cívicos que se hacen todavía en las escuelas públicas de México cada lunes, ha sido el guion de la tertulia. Dos jóvenes vestidos con saco y corbata se han encargado desde el atril, de ser el maestro de ceremonias y el que ha leído una reseña histórica de Lagos de Moreno. Le han dado la palabra al director Hernández, y han dado paso a las preguntas y respuestas, una parte que se ha llevado casi otra hora del tiempo.

De pronto, y sin que muchos de los presentes lo entendiera de inmediato, dos filas de jóvenes, disfrazados como personajes indistintos, se dirigieron hacia el escenario principal, interrumpiendo el diálogo entre los dos autores. “Era demasiado bonito. Ahora es cuando nos atacan unos zombis”, bromea Otero, momentos antes de que se dé cuenta de que cada uno de los estudiantes disfrazados encarna a un personaje de su libro Orquesta.
Pocas veces como esta, tantas y tan jóvenes voluntades han liderado una ceremonia llena de creatividad, festividad, energía y literatura para honrar todo lo que los libros les dan. La visita, además, también es simbólica y manda un mensaje potente. Lagos de Moreno, ubicado a poco más de tres horas de distancia en coche de Guadalajara, ha sido testigo de algunos hechos de violencia que han conmocionado al país desde hace varios años. En 2023, por ejemplo, el secuestro de cinco jóvenes que se reunieron, como acostumbraban, en un mirador del poblado, y de los que ya no se volvió a saber, sacudió al país entero, que todavía no encuentra respuestas sobre el caso, como otros tantos en México.
La violencia, aunque en ese municipio parece haber sido relegada de la discusión pública, sigue estando presente, como una sombra. Pero en medio, cada año, la Feria del Libro hace que otras cosas acaparen las aulas, algunos de los poblados, y, sobre todo, el interés y la atención de generaciones jóvenes, quienes se permiten soñar con conocer esos autores de los libros que guardan en sus mochilas.
Al final de la ceremonia, el joven estudiante que ha sido el maestro de ceremonias del encuentro, lanza una última pregunta a Villalobos. Una distinta a todo lo que le ha precedido: “¿Tu humor es una forma de suavizar temas duros, o de enfatizarlos?“. ”Yo quisiera pensar que de enfatizarlos, porque suavizarlos, sería quizá como hacer que no existen”, concluye el autor, envuelto por un fuerte y definitivo aplauso.
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