Los rostros que impulsan la inclusión de las personas con discapacidad en México: “Ocúpanos, somos gente preparada”
Hay 8,8 millones de habitantes con discapacidad en el país, de los que un 60% no ha podido encontrar un empleo y un 15% ni siquiera ha recibido escolarización. Ahora la lucha ha llegado también al acceso a los puestos de decisión

Óscar Zaldívar, al que todo conocen como Pollo, andaba peleando en 2023 contra la Ley de Discapacidad e Inclusión de Durango, su Estado. El texto decía que “se procurará” que el 2% de la plantilla laboral pública y privada sea para personas con discapacidad. El problema con la ley no era ni siquiera la cifra —que era ya mucho menor al 10% de población que representa este colectivo en Durango—, sino el verbo. “Imagínense, diputados, que les digan, ¿se procurará pagarles cada 15 días?“, repetía Zaldívar, que tiene 33 años ahora y es ciego: ”No quieren que se procure, ¿verdad? Quieren que sea obligatorio". Los legisladores, cuenta Pollo, tuvieron “el talento de empeorar lo que ya estaba mal” y decidieron atajar el problema quitando el 2%. “Ahora ya no hay ni siquiera hay cifra. Que se procure”.
La batalla por fomentar el empleo entre las personas con discapacidad ha sido la obsesión de Zaldívar desde hace años. Según las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), publicadas el año pasado, solo cuatro de cada 10 personas con discapacidad tienen un trabajo remunerado en México. Esa cifra baja para las mujeres, a 3 de cada 10. No solo eso. En el país hay 8,8 millones de personas con discapacidad (el 7,6% de la población) y un 35% de ellos no ha podido terminar la primaria. Ese altísimo porcentaje contrasta con lo que en el colectivo denominan como persona convencional. Por ejemplo, solo el 3% de las personas sin discapacidad no está escolarizada en México, una cifra que sube hasta el 15% para las que sí tienen alguna discapacidad.
En ese escenario, Pollo llegó a un canal de televisión pública a pelear por su cuota del 2% con una diputada. “Yo creo que ya la tenía harta. Y me dijo: ‘Bueno, pues si no te gusta cómo queda la ley, pues ya, tan sencillo como seguir luchando’. Y esa frase es muy reveladora porque pues sí, claro, a seguir luchando, pero la historia de las personas con discapacidad es estar luchando, contra la arquitectura, contra la discriminación, contra el desempleo, contra las barreras en la educación, pero ya también tener que luchar contra quien se supone que te representa, pues ya estamos fritos”, cuenta el activista, en el encuentro de Constituyentes, en Valladolid (Yucatán). Zaldívar luego convirtió esa frase en un libro que llegó a presentar al Senado y que consolida los años de pelea de colectivos y organizaciones en todo el país por algo tan sencillo como estar representados.
Ian Figueroa, 25 años, Sonora
Ian Figueroa tenía 12 años cuando tuvo que sentarse por primera vez en una silla de ruedas. Había sido diagnosticado con distrofia muscular y la recuperación tras un fuerte accidente, en el que se rompió la pierna, terminó debilitando sus músculos. “Después de ir a terapias y usar muletas, andador, bastón, ya se me hacía muy cansado mantenerme de pie o caminar. Ahí empecé a utilizar la silla y a ver la vida de otra manera”, explica este licenciado en Relaciones Internacionales, de 25 años. “Yo tuve la oportunidad de vivir las dos caras. Fue un cambio muy brusco, porque en cuanto te sientas en una silla de ruedas el mundo te trata diferente”. Dejó de poder ir a los mismos sitios que sus amigos —¿el lugar está en una primera planta? ¿Tiene rampa? ¿Y una entrada amplia? ¿Cuenta con baños adaptados?—, se convirtió para ojos de muchos en una carga —“les molestan las cosas más sencillas, si hay que hacer un recorrido y hay que esperar a las personas en silla de ruedas”— y en un gasto —“muchos no quieren ni que nos destinen presupuesto”—.
Así, Figueroa sentencia: “El obstáculo más grande que me he encontrado en estos años es justamente la cultura de inclusión”. “Hay otros retos de infraestructura o de salud también, pero lo principal es cambiar cómo la gente está pensando y actuando con respecto a las personas con discapacidad, y a partir de ahí, podemos empujar para que construyan buenas rampas y buenas aceras”, valora el activista, que ha constituido Otro sentir, una asociación civil en Hermosillo, la capital de Sonora, justo para sensibilizar sobre estos temas, especialmente desde las escuelas. “Los niños no tienen filtro, entonces ven a una persona con discapacidad motriz, sin pierna, y le preguntan que por qué no se pone otra”, se ríe.
Figueroa, que no ha logrado encontrar un trabajo relacionado con sus estudios, está ahora centrado en soltar los candados que imponen las leyes. “En el Consejo Estatal para las Personas con Discapacidad está al frente una persona sin discapacidad porque justamente la palabra que viene en la ley es que ‘preferentemente’ el titular será una persona con una discapacidad, pero nosotros no queremos que preferentemente tenga una discapacidad, sino que conozca de carne propia la discapacidad para tener la certeza de que va a trabajar por las necesidades que de verdad existen", señala.
Una representación en las direcciones que velan por sus derechos es el piso mínimo. De ahí faltan regidores, presidentes municipales, diputados y senadores. “En Sonora, nunca ha habido un diputado local con discapacidad, lo que a mí me aterra porque tenemos ya varios años con acciones afirmativas que se supone que son exhortos a los partidos políticos”, apunta Figueroa. Aun así, afirma: “Falta mucho trabajo por hacer, pero somos incansables”.
Óscar Curiel, 56 años, Jalisco
En Jalisco, hay 1.481 regidores, de esos, solo 15 son personas con discapacidad. Y ese número —que equivale al 1%— ha sido fruto de una pelea de años. Óscar Curiel, que forma parte de la Findedis (Fundación para la Inclusión y Desarrollo de Personas con Discapacidad), ha estado detrás de esta lucha, en la que cada victoria ha ido seguida de una barrera. “Yo he estado en partidos políticos por más de 20 años, en campañas, como coordinador de distrito, he movilizado gente... y siempre he querido estar en el lugar donde se toman las decisiones para hacer políticas públicas. Y, sin embargo, no hay cabida para una persona con discapacidad”, revela Curiel, que padece esclerosis múltiple y dejó de poder caminar sin muletas hace 18 años.
Su primer gran éxito llegó en diciembre de 2020, cuando una sentencia del Tribunal Electoral impuso acciones afirmativas, las llamadas cuotas, para incluir a la población con discapacidad en las elecciones del año siguiente. Esta llamada de atención llegó después de que en los comicios federales de 2018, solo 19 de las 6.864 candidaturas fueran para ellos, es decir, un 0,28%. “Esta información evidencia que es necesario crear medidas que abran espacios de representación política en los órganos de deliberación y toma de decisiones”, resolvió el Tribunal. “Pero Jalisco no cumplió”, resume Curiel, que es abogado y trabaja como coordinador de cementerios en Zapopan.
Ellos se dieron a la tarea de redoblar la presión para 2024 y consiguieron que en 19 municipios —los más grandes del Estado— los partidos políticos tuvieran que proponer, por lo menos, una fórmula de personas con discapacidad. “Pero hubo gente que nos invadió, que se ostentaba como persona con discapacidad sin tenerla. Por ejemplo, gente que usaba anteojos y su médico privado le hizo un justificante de discapacidad visual”, explica. Y, ante el obstáculo, ellos siguieron presionando: así a partir de este año ya va a ser obligatorio presentar tanto un certificado como una credencial de persona con discapacidad. Y han logrado que ya tenga que haber una candidatura en 49 municipios de Jalisco.
“El objetivo es que en el 2027 nos tomen en cuenta los partidos políticos. Primero, era visibilizarnos. Bueno, ya estamos vistos. Ahora ocúpanos. Porque mucha gente del colectivo tiene estudios, tiene experiencia, pueden desempeñar un cargo sin ningún problema y además velar por los derechos de las personas con discapacidad”, afirma Curiel, que tiene hasta un posdoctorado: “Somos gente preparada. Y nos seguimos preparando, profesionalizando, para que no haya ese desaliento de decir: ‘Bueno, ya se lo abrimos a las personas con discapacidad y ahora, ¿qué están haciendo?’. No, nosotros seguimos".
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