Slim afianza su apuesta por Pemex con el avance de Carso Energy en el sector petrolero
El magnate ha levantado en la última década la división de energía de una empresa que pone la mira en el petróleo mexicano con su renovada alianza con la petrolera estatal


El apetito del magnate Carlos Slim por el petróleo se ha extendido en la última década y comienza a rendir frutos. Su empresa, Grupo Carso, ha cerrado este lunes un contrato con Petróleos Mexicanos (Pemex) para la perforación de una treintena de pozos de aguas profundas en el campo Ixachi, en Veracruz. Finalmente se han juntado el hambre con las ganas de comer: el millonario invertirá 1.991 millones de dólares para entrar de lleno a un sector que anhelaba desde hace años, mientras que Pemex ha cerrado un trato con un socio que posee la tecnología y el capital para asumir el riesgo de la extracción de crudo en las aguas profundas del golfo de México.
Slim ha dado los pasos adecuados en los momentos correctos. En 2007, hizo los primeros guiños sobre un tímido interés en el sector energético con pequeños contratos de servicios para la petrolera mexicana, cuando el Gobierno de Felipe Calderón (2006-2012) barajaba la posibilidad de emprender una reforma energética. Aunque la reforma no resultó exitosa en abrir el sector petrolero a la inversión privada, el magnate comenzó a formar una división dentro de Grupo Carso dedicada a la energía. Para 2015, formó Carso Oil & Gas y entró de lleno ante la apertura del mercado tras la reforma energética del Gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018). Esa vía permaneció abierta por un tiempo limitado ante la inminente llegada de Andrés Manuel López Obrador al Gobierno.
El giro sobre la política energética de México, emprendido por López Obrador y orientado a la autosuficiencia, dibujaba un panorama muy complejo para cualquier jugador que quisiera participar en la extracción de crudo en México. Mientras diversas trasnacionales salieron de México y otras congelaron sus operaciones en el país, Slim fue paciente y construyó un portafolio, ahora como Carso Energy, que fue afianzando su posición en el sector. Entre sus inversiones sobresalieron su participación en la firma Talos Energy para la explotación del yacimiento Zama, donde Pemex es el operador; así como su interés en la extracción de gas del campo Lakach, en Veracruz, también de la mano de la petrolera estatal.
La evidencia de que el avance de Carso en el sector energético iba en serio ocurrió apenas el año pasado, cuando Slim adquirió PetroBal, el emprendimiento petrolero de la millonaria familia Baillères, con los dos contratos que la firma obtuvo en los años de la reforma energética de Peña Nieto. La operación del mexicano se complementa con la extracción de crudo en los Llanos Orientales de Colombia —a través de la Tabasco Oil Company—; dos ductos de gas en Texas que abastecen a la Comisión Federal de Electricidad (CFE); otro ducto de gas entre Chihuahua y Sonora; y proyectos geotérmicos en Baja California y Guanajuato.
La Administración de Claudia Sheinbaum ha presentado recientemente un plan a 10 años para reflotar a Pemex. La petrolera estatal padece un endeudamiento crónico —de 98.000 millones de dólares en deuda financiera y 20.000 millones de dólares en pago a proveedores— y el inevitable declive de su producción, por lo que el Gobierno mexicano ha admitido que asociarse con empresas privadas es una alternativa viable para evitar una catástrofe. Pemex ha hecho en la última década varios esfuerzos por mejorar su producción, pero ha reconocido que su situación financiera y sus capacidades tecnológicas han limitado sus oportunidades. Al mismo tiempo, la petrolera lucha por su salud financiera con la oferta de bonos en el extranjero que le ayuden a solventar su deuda.
En ese contexto ha llegado Slim a ofrecer un esquema de financiamiento que permitirá la extracción de crudo del pozo Ixachi, ubicado en Veracruz, a una profundidad de 7.600 metros en un plazo de tres años. El acuerdo es una bocanada de aire para Pemex y dista de los contratos que el Gobierno mexicano ofreció en 2014 tras la reforma energética, en el que el riesgo de la inversión también lo asumía el Estado. Slim ha optado por la carrera de largo plazo en la que su firma aprendió de la mano de Pemex el negocio, para después convertirse en su socio más confiable. El magnate apuesta por la endeudada petrolera en un momento crucial y le dice al mercado que Pemex es confiable: al final, ha atado el futuro de su emprendimiento energético a 32 de sus pozos.
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