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La nostalgia de México por Carlos Monsiváis

El gran cronista de la capital mexicana recibe homenajes culturales a 15 años de su fallecimiento, junto con la melancolía de sus amigos, que relatan las experiencias a su lado en una antología íntima y vibrante

 Carlos Monsiváis en Ciudad de México, el 26 de mayo de 2008.
Carlos S. Maldonado

El agobio del paso de los años tras la “huida monsivaisiana” ha despertado una nostalgia tan profunda en México que la intelectualidad ha decidido celebrar entre junio y julio un hondo homenaje a quien fue el gran cronista chilango, el escritor Carlos Monsiváis. Lo de la “huida monsivaisiana” ha salido de la escritora Elena Poniatowska, gran amiga de él, quien se ha unido a otros artistas para recordar que hace 15 años falleció aquel lenguaraz amante de los gatos que con su pluma convertida en manifiesto denunció desmanes, atropellos, crueldades, olvidos, pero también contó como ninguno la gran urbe. México se rinde a sus pies —o a su tumba— con presentaciones de libros, conversatorios, exhibiciones y, por supuesto, la morriña de sus amigos.

La vida de Monsi, como lo llamaban sus allegados, terminó una tarde de finales de junio de 2010, a los 72 años, tras una larga batalla contra la fibrosis pulmonar. El cronista dejaba huérfana a la ciudad que amó, que criticó, que zapateó y dibujó en relatos pasionales llenos de ironía, porque conoció desde sus rincones más turbios hasta los salones donde se destripaba, entre el tintineo de copas, a políticos o se imbuía en borracheras intelectuales. Era un escritor, periodista, ensayista y cronista cultural prolífico, pero también una especie de ídolo pop, que este año es recordado en El Museo del Estanquillo, donde se resguarda su colección, con una serie de sesiones nombradas Efecto Monsiváis, que incluye conversatorios, presentaciones editoriales y conciertos. La Universidad Autónoma Metropolitana (AUM) organizó las llamadas Jornadas Monsivadianas, mientras que la radio y televisión públicas han transmitido programas especiales sobre el autor.

El homenaje más sentido, sin embargo, ha venido de la mano de sus amigos. “Monsiváis fue motivo de desvelo de quienes lo amamos y lo odiamos en una misma respiración. Lo quisimos sacar de nuestra vida antes de que él nos sacara de la suya”, ha dicho Poniatowska en una mezcla de mofa y melancolía. “Pasan los años agobiados por su ausencia. Eso sí, quedan sus gatos indolentes y cómplices, que poco a poco también vuelan encima de sus maullidos”. La Premio Cervantes mexicana se ha unido a otros autores, artistas y políticos como Guillermo Osorno, Margo Glantz, Gisela Kozak Rovero, Sandra Lorenzano, Sabina Berman, Jesusa Rodríguez, Consuelo Sáizar, Jenaro Villamil o Juan Villoro para compartir recuerdos del soberbio y singular cronista, aquel que criticaba lo actual con su famosa frase: “Ya pasó lo que estaba entendiendo o ya no entiendo lo que está pasando”.

Estos creadores celebran su legado en la antología Nostalgia de Monsiváis (Siglo veintiuno), coordinada por Marta Lamas y Rodrigo Parrini, que inicia con una cita del autor que es un espejo fiel de su personalidad: “Me apasionan mis defectos: el exhibicionismo, la arbitrariedad, la incertidumbre, el snobismo, la condición azarosa. No sé si pueda llevar a cabo una obra siquiera regular, pero no sirvo para las finanzas o la política”.

Los autores cuentan recuerdos personales de Monsiváis, como el que relata Glantz, quien afirma: “A Monsi nunca lo vimos llorar en público, ni siquiera cuando murió su madre, esa mujer extraordinaria; tampoco cuando fallecía de viejo o por enfermedad alguno de sus múltiples y queridísimos gatos, mucho más valorados por él que cualquier ser humano”. O la anécdota que relata Villoro de cuando el Monsiváis editor le publicó dos crónicas en el suplemento La Cultura mexicana de la revista Siempre! Una de ellas era sobre una huelga de trabajadores de la Universidad Autónoma de Nayarit, dirigida entonces por el rector Petronilo Ponce. Villoro intentó mostrar un retrato de la tensión que se vivía en la universidad y en su texto reprodujo consignas de los manifestantes. “Tomando una de ellas, Monsiváis tituló aquella crónica como Petronilo asesino, la cárcel es tu destino. Me hizo gracia, pero alguien de manera socarrona me dijo: ‘Lo hace para que no puedas meter el artículo en tu informe de actividades académicas’. Nos reímos un buen rato", cuenta Villoro.

A pesar del cariño que le profesan los autores en el homenaje, dejan claro que no fue una persona de trato fácil. Lamas recuerda la ruptura entre él y el periodista Héctor Aguilar Camín, cuando ambos trabajaban en la revista Nexos. “Él y Carlos se adoraban. Duré ocho años en Nexos y presencié la erosión de esa amistad, que terminó con un quiebre que siempre lamenté. Muchas personas piensan que la política los separó, pero yo creo que también fue la lengua maledicente de Carlos lo que lo alejó irreversiblemente de Héctor”, narra Lamas.

Maledicencia es otra palabra que utiliza Poniatowska para referirse al autor de Entrada libre. La escritora afirma: “Si yo repitiera lo que dice Monsiváis, se quedaría San Simón el estilista de pie sobre un gran falo masculino”, porque el cronista mantenía una “misoginia confesa”. Tanto así que la escritora recuerda: “Monsiváis estaba obligado a medio quererme porque doña Ester, su madre, se lo ordenó antes de irse al cielo, pero si por él fuera, ya estaría yo cuatro metros bajo tierra, en la fosa pantanosa de su maledicencia”.

Ella reproduce la siguiente conversación de una entrevista que le hizo cuando tenía 28 años:

—¿Por qué nunca hablas de mujeres?

—¿Qué?

—¿Por qué nunca hablas de mujeres?

—¿Qué es eso?

—Carlos, responde y deja de jugar. ¿Por qué no hablas de mujeres?

—Bueno, porque soy misógino y porque no veo...

—¿Qué es misógino, Carlos?

—El que odia a las mujeres, ¿no?

—¿Las odias?

—No, lo que te digo es que no hay mujeres importantes funcionando en México en este momento.

Puede que estos retratos muestren a un hombre de, por lo menos, temperamento sanguíneo, pero los autores reconocen en su obra a un escritor comprometido con los movimientos sociales, un disidente de pensamiento de mirada audaz, que supo contar los hechos más importantes de la época convulsa que le tocó vivir, tanto así que Octavio Paz declaró, según Poniatowska, que “sería infinitamente más triste y pobre la vida de los mexicanos desde los años sesenta hasta la fecha si no hubiera estado esa pluma intensamente lúdica y moral”. Palabras que bien pueden definir hoy en día la nostalgia que sufren los amigos del autor maledicente que sigue encandilando con su punto de vista mordaz, el defensor de la cultura popular y el gran cronista chilango.

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Sobre la firma

Carlos S. Maldonado
Redactor de EL PAÍS México. Durante once años se encargó de la cobertura de Nicaragua, desde Managua. Ahora, en la redacción de Ciudad de México, cubre la actualidad de Centroamérica, temas de educación, cultura y medio ambiente.
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