México perpetúa la desigualdad: “Tengo que trabajar mucho para vivir mejor que como vivió mi madre”
Una encuesta de movilidad social muestra que el 50% de las personas que nacen en los estratos de más bajos recursos económicos no superan su condición de pobreza


María Mancilla tiene 65 años y no deja de trabajar. Lleva más de 30 años dedicada a la limpieza de casas y las deudas la hacen mantenerse activa laboralmente, a pesar de sus dolores de espalda y su bronquitis. Ingresa unos 7.500 pesos mensuales (unos 375 dólares) y una buena parte se va a las deudas. Mancilla apenas terminó la primaria, su hija llegó hasta la preparatoria y su madre ni pisó la escuela. Ella es el rostro de un México que perpetúa la desigualdad: el 50% de las personas que nacen en los estratos de más bajos recursos económicos no superan su condición de pobreza. “Tenemos un problema estructural de repetición del ciclo intergeneracional de la pobreza”, afirma Roberto Vélez, director ejecutivo del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (Ceey).
Ese centro, que desde 2006 prepara una encuesta sobre la movilidad social en México, presentó la semana pasada un informe que arroja datos que incomodan: los mexicanos que nacen pobres enfrentan enormes problemas para mejorar su condición. En otras palabras, “la pobreza en México tiene un alto componente hereditario”. Es la pobreza que ha heredado María Mancilla, que en su caso se refuerza por ser mujer. “Tengo que trabajar mucho para vivir mejor que como vivió mi madre”, asegura.
La madre de Mancilla tuvo que sacar adelante por su cuenta a una familia de seis hijos, cuatro mujeres. “Era madre y padre y trabajaba desde las siete de la mañana hasta las 12 de la noche, también limpiando. Los hermanos empezamos a crecer e hicimos nuestras vidas y no tuvimos quien nos ayudara a seguir adelante estudiando, ni impulsándonos económicamente”, recuerda. El estudio revela que el 75% de las personas con padres con primaria o menos no alcanza el promedio de escolaridad en México, que es 9,4 años.

Roberto Vélez explica que la situación económica de la sociedad mexicana es como una escalera de cinco escalones. Los primeros son los ingresos más bajos. “La pregunta que nos hacemos es que si naces en el primer escalón, el más bajo, ¿cuál es tu probabilidad de salir de ahí? Y la probabilidad de quedarse es de un 50%. Eso quiere decir que la otra mitad salió, pero ¿hasta dónde? Y resulta que la gran mayoría de ellos, es decir, 28 de cada 100, se quedan solo en el segundo escalón", comenta. Eso quiere decir, agrega, que el 78% de los mexicanos no superan los escalones más bajos de ingresos.
Un “suelo pegajoso” para ellas
María Mancilla ascendió un escalón, pero se quedó estancada. Trabajó por mucho tiempo como obrera en una fábrica textil, pero tuvo que dejar el empleo durante su embarazo, porque, dice, estuvo “muy grave”. “Dejé de trabajar dos años. Y luego empecé a buscar un trabajo en casa donde me recibían con mi hija. También tomé deudas para pagar las cosas de mi hija y ayudar a mi mamá y a la casa. Y así hemos estado, sacando préstamos y pagando y otra vez préstamos y nunca veo el fin”, explica. Su hija llegó hasta la preparatoria y luego decidió estudiar estilismo. “Ahorita ella trabaja en una estética”, dice.
Roberto Vélez hace uso de un término para explicar las dificultades que tienen las mexicanas para salir de la pobreza: suelo pegajoso. “No te puedes despegar de la parte baja”, explica. Es lo contrario de la llamada ruptura del techo de cristal, cuando ellas pueden romper las barreras invisibles que impiden que puedan realizarse en la vida pública.

El estudio de su organización muestra que el ascenso desde la parte económica más baja es menor para ellas. A las mujeres también se les hace más difícil mantenerse en el grupo más alto de recursos económicos. “Si tú naces en la parte más arriba, en el quinto piso, ¿cuál es la probabilidad de que pierdas esa condición? Un 53% de los hombres no la pierde, pero en el caso de las mujeres es un 47%. Es decir, que en términos porcentuales las mujeres tienen mayor probabilidad de perderla", explica Vélez.
El norte ‘rico’ contra el sur pobre
La desigualdad en México también está marcada por el lugar donde naces. Mancilla es originaria de esa enorme mancha urbana que forma Ciudad de México y sus alrededores. Se considera privilegiada porque tiene casa propia en la Ermita de Iztapalapa, una zona que, aunque deprimida económicamente, cuenta con acceso a servicios, transporte urbano, hospitales y escuelas. Una realidad muy diferente a la que se enfrentan millones de personas en Estados del sur del país como Chiapas, Oaxaca, Guerrero o Veracruz. Vélez explica que en el norte de México el 37% de las personas que nacen en los escalones más bajos de recursos económicos no logran superarlo, mientras que en el sur ese porcentaje asciende al 64%.
“A México nacionalmente lo tienes entre los 10 países con mayor desigualdad de oportunidades, pero cuando haces la desagregación regional resulta que, por un lado, te encuentras al sur en el grupo de los cinco países con mayor desigualdad de oportunidades, pero luego te vas al norte y está entre los 10 países con menos desigualdad. Hay entidades federativas como Ciudad de México, Nuevo León, o las Baja Californias que están junto a Portugal; luego encuentras a Chiapas, Guerrero y Oaxaca en la parte baja de la clasificación, al lado de países caribeños, centroamericanos e incluso africanos”, explica el analista. Son regiones donde tradicionalmente el Estado mexicano se ha mantenido ausente.
Una dolorosa realidad que el expresidente Andrés Manuel López Obrador quiso corregir con programas sociales y transferencias directas de dinero a las poblaciones más pobres y que su sucesora, la presidenta Claudia Sheinbaum, ha mantenido. El resultado ha sido una reducción de la pobreza de siete puntos porcentuales, al pasar del 48% en 2017 al 41% en 2023. Ese impulso, sin embargo, no es suficiente.

Vélez señala que no basta con el esfuerzo personal para salir del hoyo de la miseria, sino que es necesaria la presencia del Estado y fuertes políticas públicas. Entre ellas recomienda el combate a la discriminación, porque el estudio del Ceey muestra que mientras más oscura sea la piel es mayor la diferencia de trato en el mercado laboral; garantizar que las poblaciones puedan acceder a bienes y servicios públicos, como escuelas de buena calidad; romper modelos tradicionales que garanticen la participación social y política de las mujeres; la inserción de la población, independientemente de sus condiciones de origen, al mercado formal; y garantizar un piso mínimo de bienestar. “Al final de cuentas es que el Estado esté presente con política pública, garantizando bienes y servicios y que tenga la capacidad, dado el contrato social, para que cuando venga un choque adverso, la gente que es más afectada pueda absorberlo”, afirma Vélez.
María Mancilla no podría enfrentar un escenario más adverso. Trabaja toda la semana en la limpieza de dos casas en la colonia Roma y una vez al mes hace jornada larga planchando en Condesa, dos de los barrios más ricos de Ciudad de México. Cuida, además, a su esposo (72 años), que sufre problemas cardíacos y diabetes y aunque lo atienden en la seguridad social, a veces requiere medicamentos que no están disponibles en la sanidad pública. “Los tenemos que comprar y sí, es caro”, afirma. Junto con la medicina, la comida y el pago de deudas se desvanecen los 375 dólares que ingresa esta mujer heredera de la pobreza en México.
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