Miquel Adrià, arquitecto: “México ha conseguido hacer auténticas proezas y es viable construir un millón de casas”
El también director de Mextrópoli, el festival de urbanismo de referencia en Latinoamérica, da recomendaciones para mejorar la situación habitacional: reutilización, construcción en centros urbanos y vivienda colectiva


El arquitecto Miquel Adrià (Barcelona, 67 años) ve con optimismo que el Gobierno mexicano ponga interés en resolver el problema de la vivienda, un tema por décadas relegado. Adrià, director de Mextrópoli, el festival de urbanismo de referencia en Latinoamérica, afirma que es, además, un tema urgente al que se le han planteado respuestas erróneas. Analiza en esta entrevista la situación de la vivienda en México y da recomendaciones puntuales: usar edificios abandonados cuya reconstrucción puede representar un costo menor que construir nuevos, crear vivienda en centros urbanos con acceso a los servicios públicos y centrarse en lo que llama vivienda colectiva, edificios de varias plantas donde la gente pueda vivir en comunidad. “Y es importante pensar en la diversidad de la ciudadanía. Hoy por hoy podemos pensar que si vas a vivir tú solo, quizás en 40 metros puedes tener un muy buen monoespacio en el que puedas eventualmente cocinar, tengas un baño generoso y un área para dormir”, recomienda.
Pregunta. Una de las grandes promesas de la presidenta Claudia Sheinbaum es la construcción de más de un millón de casas durante su sexenio. Y ha prometido para este año 185.000 viviendas. ¿Es posible cumplir esa meta?
Respuesta. Creo que sí es viable. México ha conseguido hacer auténticas proezas. México, cuando se lo propuso, construyó 30.000 escuelas. Eso hace ya más de 50 años. Cuando México se lo propuso fue capaz de construir una red de metro ejemplar a nivel global. A priori, debería pensar que sí es posible. Por otro lado, creo que además es necesario.
P. Es una urgencia en un país donde hacen falta más de nueve millones de nuevas casas.
R. El tema de la vivienda es el más importante y más urgente en nuestra sociedad, al menos en lo que tiene que ver con nuestra disciplina, la arquitectura. A veces, cuando hablamos de arquitectura, pensamos en aquello singular, en aquello casi extraordinario, como pueden ser los museos o templos, pero lo que hace el 70%, quizá en algunos casos el 80% de la masa de nuestras ciudades es la vivienda. Y esa es nuestra principal carencia, es un tema urgente, es un tema descuidado y eso sucede en prácticamente todo el planeta. Es una una patología global.
P. Tomando en cuenta que la vivienda es tan importante para los seres humanos, ¿por qué siempre está relegada?
R. Hay distintas causas. Lo que sí es un hecho es que México atendió en algún momento el tema de la vivienda y lo atendió bien. En los años 60 hubo varias iniciativas que más tarde se acabarían constituyendo en organismos como el Infonavit, ISSSTE, Fovissste. Hicieron proyectos ejemplares de nuevos barrios, pensando en cómo se puede construir vivienda digna para clases populares con trabajo. Hubo grandes ejemplos, algunos de ellos están bastante bien, otros están abandonados.
P. Y algunos se cayeron, como una parte de Tlatelolco.
R. Ahí hay una gran oportunidad, porque podríamos reconstruir, redensificar, algunas de estas intervenciones que se hicieron en esos años con un costo mucho más bajo. El tema de la vivienda sí es urgente y se ha dejado, pero nunca se había dejado tan abandonado como en los últimos años.
P. ¿Qué ha pasado?
R. Hubo políticas de gobierno que privilegiaron algunas obras faraónicas, en las que se fue buena parte del presupuesto. Obras monumentales que de algún modo representaban los valores del poder en turno. Es muy importante que ahora se haya identificado esta área de oportunidad, esta necesidad urgente, y que olvidemos estas malas soluciones que se implementaron en los últimos años, de pensar que para evitar problemas, bien sea de corrupción, bien sea de cualquier otro y la desconfianza en las instituciones, se asignara recursos directos al usuario para que se autoconstruya su casa. El tema de la autoconstrucción hay que tratarlo con cuidado.
P. ¿Por qué?
R. Es una realidad que más del 50% de lo que se construye es por autoconstrucción. Y es la manera que tenemos la gente de resolver una urgencia, que es cobijarnos. Esa es la esencia de la arquitectura: cómo nos protegemos de la intemperie, pero la autoconstrucción tiene muchos problemas. Es una buena solución cuando no hay políticas públicas, políticas cooperativas, políticas de autogestión. Pero eso a lo que tiende es a la pulverización de una vivienda insuficiente, que no tiene los servicios necesarios, o sea, que tengas un baño, las instalaciones hidráulicas para tener una base de cocina y eventualmente conexión eléctrica. Si tú consigues estos tres elementos en un pequeño núcleo de lo que va a ser una vivienda, ya facilitaríamos mucho el proceso.
P. La autoconstrucción también ha llevado a la extensión de una mancha urbana desconectada de los servicios públicos.
R. En mi libro Vivienda colectiva abogo un poco por eso: que lo más importante de las políticas públicas es el cuidado en el terreno. Llevar a lugares fuera de un área metropolitana, hacer extensiones de las manchas urbanas como Chihuahua, que se ha entendido hasta 20 veces, eso significa unos costes de calle, de drenaje, de instalaciones y de calidad de vida brutales, porque no tienes acceso a los servicios, dependes del coche. Es lo menos sostenible que hay. Lo más sostenible para la vivienda, para esos millones de viviendas que necesitamos, es que estén en áreas urbanas. Por tanto, si en algo pueden participar las políticas públicas es facilitando tierra en áreas urbanas o que próximamente puedan ser urbanas, no en zonas fuera de estas áreas. Y la mejor vivienda que podemos tener va a ser siempre la vivienda colectiva.
P. ¿A qué se refiere con vivienda colectiva?
R. Es cuando tú y yo y otros podemos vivir juntos en un mismo edificio. Es lo más eficiente y sostenible que hay. Hará que vivamos más cerca y que podamos tener servicios de calidad, porque podemos compartir un mercado, una escuela.
P. ¿Cómo deben ser esos proyectos?
R. Lo más sostenible, y para proyectar hacia el futuro, es que vivamos juntos en edificios, pueden ser edificios chicos, que cualquier desarrollador o una comunidad pueden construir entre ellos: planta baja más tres pisos, que no necesiten servicios complicados de elevadores y demás. Que esté en un lugar suficientemente urbano como para que tenga sentido vivir juntos. Que no esté al lado de grandes avenidas muy ruidosas, que no van a dar calidad de vida. Y eso significa que un buen gobierno es el que va a privilegiar los espacios públicos, la plaza, la calle y esos servicios que vamos a necesitar entre todos. Si vivimos juntos, además, el transporte se va a reducir mucho, porque con un transporte público urbano nos vamos a poder mover bien.
P. ¿Qué debemos entender en estos tiempos como vivienda digna?
R. El primer paso es repensar cómo usamos hoy en el siglo XXI ese espacio doméstico y ver si en esos 50 o 60 metros somos capaces de hacer espacios más amables para una convivencia en los usos y costumbres que ya tenemos en este siglo, que no son los de la familia tipo que sí existía a mitad del siglo pasado. Por tanto, es importante repensar un poco eso, porque hoy por hoy las políticas públicas siguen replicando esos modelos del siglo pasado. Lo otro que creo que es fundamental es entender la ubicación, porque si nos volvemos a ir a las periferias y empiezan a haber desarrollos habitacionales en extrarradios, eso va a ser un error. Y es importante pensar en la diversidad de la ciudadanía. Hoy por hoy podemos pensar que si vas a vivir tú solo, quizás en 40 metros puedes tener un muy buen monoespacio en el que puedas eventualmente cocinar, tengas un baño generoso y un área para dormir, comer, etcétera.
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