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Jimmy Borja, pediatra: “El amor, la seguridad y los límites son el mejor antídoto contra la ansiedad del futuro”

El también divulgador, con 170.000 seguidores en Facebook, publica su primer libro, en el que analiza cómo la crianza permisiva y la hiperconectividad han convertido el estrés en el hilo invisible que cose o desgarra la salud mental de toda una generación

Jimmy Borja, pediatra

Que vivimos en un constante estrés no es noticia. En España, por ejemplo, el 19,6% de estudiantes entre 14 y 18 años ha consumido, alguna vez en la vida, pastillas para la ansiedad o el insomnio, con o sin receta médica, según la última encuesta Estudes del Ministerio de Sanidad, publicada el pasado mayo con datos de 2023. Un indicador que para el pediatra Jimmy Borja (Arequipa, 56 años) refleja “la biología del estrés en su máxima expresión”. Para el doctor, esta saturación química del desasosiego no surge de la nada: “Vivimos una epidemia silenciosa de ansiedad alimentada por la precariedad, la hiperconexión y una forma de vida que ha normalizado la urgencia”. De ahí surge el punto de partida de su primer libro, Hijos del cortisol, el impacto del estrés en el cerebro infantil y cómo evitarlo desde el embarazo hasta la infancia (Amazon, 2025): entender cómo el estrés se ha convertido en el hilo invisible que cose —y, a veces, desgarra— la salud mental de toda una generación.

El pediatra, conocido como Jimmy, mi pediatra en Facebook, donde cuenta con una comunidad de unos 170.000 seguidores, conoce bien el pulso de la infancia y las transformaciones emocionales de nuestro tiempo. Pediatra de vocación y divulgador, ha ejercido en hospitales del Perú, Brasil y España —donde es miembro del Colegio Médico de Barcelona—, y es fundador de centros de referencia en salud infantil en su país como Thaniwawa, en Cuzco, y Wawas, en Arequipa.

En su consulta diaria ha visto crecer una generación que respira deprisa, que mide su valía en likes y que sufre, sin saberlo, los efectos biológicos de vivir en alerta constante. En su libro recién publicado, Borja propone una reflexión tan científica como humana porque, a través de su experiencia médica, conecta el aumento de las neurodivergencias, la presión social y la crianza sin límites con una idea inquietante: “El cortisol, la hormona del estrés, se ha convertido en la metáfora biológica de nuestro tiempo”. “Nos activa cada mañana, regula la presión arterial y el sistema inmune, y nos da la energía para afrontar el día”, agrega el experto. Pero cuando el estrés desregula su ciclo natural, según sostiene, el cuerpo entra en modo supervivencia: “La persona se mantiene en vigilia constante, irritable, con insomnio, pérdida de memoria reciente y tensión arterial elevada”.

Borja apunta directamente a las redes sociales como amplificadoras del malestar. “Se ha creado otro nivel de aceptación social que trasciende lo familiar: ahora es global”, señala. “Si no tienes seguidores, no existes”. En su consulta observa una adicción creciente a la validación digital: “Muchos jóvenes comprometen su seguridad por volverse virales. Es un círculo de dopamina y adrenalina del que cuesta salir”. Tampoco los videojuegos quedan fuera de su análisis: “Algunos están diseñados para generar dependencia neuroquímica. El cerebro pide cada vez más estímulo”. El pediatra, además, mira al futuro con preocupación: “La inteligencia artificial traerá nuevas formas de estrés”, augura. “¿Perderemos la creatividad? ¿Delegaremos nuestras decisiones a las máquinas? Vivimos en el limbo entre lo real y lo virtual”, se lamenta.

“Nuestros ancestros vivían en alerta porque no sabían si habría comida o si serían atacados. Eso sí era supervivencia. Nosotros, en cambio, vivimos en alarma por causas imaginarias”, agrega. La diferencia, dice, es que hoy “no tememos por la vida, sino por la imagen, la productividad o la aprobación”. El pediatra ve un denominador común: “Las generaciones más jóvenes viven aceleradas, incapaces de desconectar, y eso está reescribiendo nuestra biología emocional”.

Según relata, esa sobreproducción del estrés prolongada puede tener consecuencias graves: “El organismo deja de construir y empieza a destruir tejidos, el sistema inmunológico se deprime y en los niños se frena el crecimiento y el desarrollo neuronal. Es la frontera entre el cortisol funcional y el tóxico, el que acaba enfermándonos”.

Borja insiste en que el cuerpo es un espejo del malestar psicológico: “Durante años subestimamos el impacto físico de las emociones”. “Los niños que crecen en entornos de estrés constante tienen un desarrollo cerebral limitado, y mayor riesgo de sufrir enfermedades crónicas en la edad adulta: diabetes, hipertensión o déficit cognitivos”. La salud mental, afirma, empieza en la cuna: “El amor, la seguridad y los límites son el mejor antídoto contra la ansiedad del futuro”.

Un cambio profundo en la crianza

El pediatra advierte también sobre un cambio profundo en la crianza. “Muchos jóvenes de hoy están menos preparados para afrontar la frustración”, continúa, “hemos confundido amor con permisividad”. Para Borja, enseñar a tolerar el “no” es una forma de cuidado. “Un niño que no aprende a controlar la ira ni la frustración será un adulto que no sabrá cómo afrontar los retos”. Desde su mirada, ofrece una comparación reveladora: “Soy de la generación X, crecimos con autoridad y con lo justo. Eso nos enseñó a adaptarnos y a valorar lo necesario. Hoy, muchos niños crecen en la abundancia y sin límites, y eso los convertirá en adultos insatisfechos y frágiles”.

Pese a la crudeza del diagnóstico, Hijos del cortisol no es un libro pesimista. “El amor cura, sana heridas y nutre el cerebro de nuestros hijos”, resume Borja. Pero advierte que ese amor exige responsabilidad. “Para criar niños sanos, los padres también debemos estar sanos”, insiste. E incide: “Siempre se puede hacer más. El amor, los límites y la presencia real son las mejores medicinas contra la ansiedad de nuestro tiempo”.

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