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Por qué no hay que sentir culpa de los antojos durante el embarazo: querer chocolate o pizza tiene una base biológica

Satisfacer los caprichos de comida no es perjudicial para la gestante si se mantiene una dieta equilibrada. Saber que los cambios cerebrales influyen en su comportamiento alimentario contribuye a un mejor acompañamiento del mismo

Antojos durante el embarazo
Diana Oliver

Dice una creencia popular que, si durante el embarazo, la mujer tiene apetencia por algún alimento y no la satisface en el sitio donde ponga la mano le saldrá al bebé una mancha en la piel. Una mancha llamada “antojo” y que forma parte de un imaginario popular cada vez más superado, pero que sigue despertando curiosidad por estos mecanismos singulares que se desatan durante la gestación. Los antojos son deseos intensos, repentinos y, a veces, muy específicos de comer ciertos alimentos. Según Laia Casadevall, matrona y autora de libros como Maternidad consciente (Vergara, 2024), en esta etapa aparecen debido a los cambios hormonales que afectan el gusto, el olfato y el apetito: “Pero también por las necesidades nutricionales cambiantes, factores emocionales, como el estrés o la búsqueda de confort, y cambios en los niveles de dopamina, que influyen en la recompensa y el placer asociado a la comida”. “En la mayoría de los casos son totalmente normales y no representan un problema”, explica Casadevall.

Entre los antojos más frecuentes que suelen reportar las embarazadas, la matrona señala dulces como chocolate, helado y galletas; salados como patatas fritas y aceitunas; ácidos como limón, naranjas y pepinillos; carbohidratos como pan, pasta y pizza; y combinaciones “extrañas” que mezclan dulce y salado. Estas mezclas curiosas, según Casadevall, no siempre tienen una interpretación fisiológica, pero pueden relacionarse con esos cambios en los sentidos del gusto y el olfato.

¿Existen diferencias entre los trimestres de embarazo? Según la experta, durante el primer trimestre hay una mayor presencia de náuseas, lo que suele asociarse con antojos ligeros o de alimentos simples, como galletas o pan tostado. También se observa un aumento de la sensibilidad a los olores, lo que puede generar rechazo hacia alimentos fuertes, y posibles deseos de cítricos o alimentos “refrescantes”. El segundo trimestre suele ser la etapa con antojos más fuertes y variados, acompañado de un aumento del apetito general. En esta fase, los antojos de dulces y carbohidratos son más frecuentes. En el tercero, el útero presiona el estómago, lo que lleva a una preferencia por comidas más pequeñas pero frecuentes. Los antojos se mantienen, aunque suelen ser menos intensos, con un deseo especial por alimentos que proporcionen energía rápida, como frutas, pan o chocolate. Eso sí, Casadevall recuerda que cada embarazo es distinto.

Una estrategia evolutiva

El pasado mes de noviembre se celebró la reunión nacional de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO), una cita en la que se abordó entre otros asuntos el origen invisible de la obesidad, aludiendo a aspectos tan importantes y poco conocidos como el impacto de los antojos maternos en el riesgo de desarrollar obesidad en la madre y el bebé. Una de las participantes en las jornadas fue Roberta Haddad Tovolli, investigadora principal en el equipo de Neuroplasticidad y Entorno Materno del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS), quien destaca en declaraciones a este periódico que los antojos, aunque son un fenómeno multifactorial, tienen una base biológica y neuroadaptativa muy clara durante el embarazo. “El cerebro materno experimenta una reorganización funcional en circuitos de recompensa, lo que incrementa la motivación hacia alimentos altamente ricos en azúcar y grasa”, explica la investigadora. Esto es, según Haddad, una estrategia evolutiva para asegurar suficiente energía en un periodo de alta demanda metabólica. “Pero en el contexto actual de abundancia de ultraprocesados, este mecanismo puede volverse perjudicial, favoreciendo conductas compulsivas y exceso de ganancia de peso”, sostiene. Además de la base neurobiológica de los antojos, la cultura, la localización geográfica y las costumbres alimentarias y los aspectos emocionales también influyen en el tipo de antojo, según informa Haddad.

Cuenta la investigadora que los estudios —como el elaborado en 2022, titulado Identifican los mecanismos neuronales responsables de los antojos de comida durante el embarazo, ejemplifica que han realizado en animales muestran que cuando una madre gestante tiene antojos frecuentes de alimentos muy dulces o grasos, sus crías pueden crecer con más peso, tener problemas para controlar el azúcar en sangre y ser más propensas a sufrir ansiedad o dificultades con la alimentación en la edad adulta. Esto sugiere, según Haddad, que lo que una madre come y desea durante la gestación puede influir en el desarrollo del feto, porque afecta el ambiente dentro del útero a través de cambios hormonales y cerebrales que impactan su metabolismo y su comportamiento. Actualmente, se están investigando los mecanismos biológicos que explican este proceso y realizando estudios en hijos de mujeres que tuvieron antojos en el embarazo, con el fin de entender si ocurre algo similar en humanos. “La gestación es una oportunidad para prevenir problemas futuros”, sostiene.

En los últimos años, se ha ampliado el conocimiento sobre los cambios que experimenta el cerebro de las madres durante la gestación, gracias a investigaciones como las del equipo Neuromaternal, dirigido por Susana Carmona. Sus estudios han puesto de relieve que el embarazo es una etapa de gran plasticidad cerebral para la madre. Roberta Haddad recuerda que entender estos mecanismos en relación con los antojos permite ofrecer estrategias preventivas, pero también acompañar a la madre con información. En este sentido, Casadevall insiste en que satisfacer los antojos no suele ser perjudicial si se mantiene una dieta equilibrada; y recuerda que cuando se habla de cambios neurobiológicos que aumentan la motivación hacia alimentos dulces o grasos no se refiere a algo patológico ni a un “fallo de control”, sino a una adaptación normal del embarazo. “Entenderlo así ayuda mucho, porque deja claro que no es culpa de la madre ni tiene que luchar contra algo que no debería ocurrir”, señala.

La información no tiene el objetivo de culpabilizar, sino de buscar vías para acompañar mejor. “Conocer que el cerebro está en modo embarazo puede ayudarnos a promover hábitos saludables, con mucha más empatía, sin exigir perfección y sin dramatizar los caprichos puntuales”, asegura Casadevall. Para la matrona, lo que realmente importa para la salud materna y del bebé es el conjunto del patrón alimentario y el bienestar emocional, no si a la embarazada le apetece comer chocolate en momentos puntuales. Por eso recomienda no luchar rígidamente contra los antojos, ya que la restricción puede intensificarlos. En su lugar, sugiere hacer sustituciones saludables, como frutos secos con un poco de chocolate negro. También cree que es útil identificar el origen del antojo, que puede ser emocional o por estrés; y señala que aumentar proteínas y grasas saludables en cada comida ayuda a reducir los picos de glucosa y la recurrencia de antojos. “Mantener una dieta rica en proteínas, vegetales, aceite de oliva, frutos secos y pescado azul se asocia a mejores resultados maternos y neonatales”, subraya.

Sobre la cuestión de cuándo consultar a un profesional, Casadevall responde que sería recomendable en los casos de que los antojos son muy frecuentes o si involucran sustancias no comestibles, como tierra, ya que podrían indicar anemia o un trastorno alimentario. Eso sí, satisfechos o no, el antojo no dejará una mancha en la piel del bebé.

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