“¿Y si no se lo pasa bien?”: cómo gestionar la angustia paternal en las fiestas infantiles
La ansiedad de los progenitores ante la incomodidad de sus hijos en las celebraciones se manifiesta de diferentes maneras mientras buscan soluciones más o menos radicales


¿Puede haber niños que lo pasen mal en una fiesta de cumpleaños? La respuesta a esta pregunta tan amplia es que sí, aunque, generalmente, no suele ser lo habitual. Cuando surge una invitación a un cumpleaños, aparecen los preparativos para el mismo: agendar el día, organizarse para el regalo y llevar al niño a la fiesta. “A mi hija mayor el bullicio le encanta. Va muy contenta a todas las fiestas desde hace años. Sí que es verdad que su hermano pequeño, cuando hay mucho ruido, se queja de los oídos. Pero otras veces se mete en la charanga y tampoco le molesta. Depende del día”, comenta Raquel Rodríguez, madre de dos hijos, de 12 y 7 años.
Aunque lo normal es que los menores disfruten de un ambiente festivo y social, hay algunos casos en los que no es así, y esto supone una angustia para sus progenitores, que buscan rápidamente una solución para el problema que sienten que tienen sus hijos. “En el hipotético caso de que no se integrasen en las fiestas, decirles que por lo menos lo intenten, que vean que se pasa bien y se disfruta. Aunque, si no se da, no les obligaría a seguir allí”, añade Rodríguez.
Sin embargo, no en todos los casos en los que un niño está apartado significa que está disgustado: “Es superimportante primero identificar qué es pasárselo bien”, explica Paula García, psicóloga: “En cualquier emoción mal gestionada, si no está bien regulada, va a haber un problema”.
García explica que si el niño está jugando solo, en su mundo, también puede ser que esté buscando regularse del caos y del nivel de sobreestimulación de su alrededor. Pero sí puede suponer un problema que esté en un rincón y mirando cómo juegan otras personas mientras en su rostro se dibuja la pena: “En esa situación es mejor acercarte y siempre intentar no presionar. Tendemos mucho a dar por hecho qué es lo que le pasa: ‘¿Estás así porque estás solito?’, y a lo mejor no es eso. Es importante preguntar siempre: ‘Te veo triste o que estás mirando para allá, ¿qué ocurre?’, y dejar que sean ellos los que vayan poniendo palabras". “Así aprenden a comunicar lo que sienten”, prosigue la experta, “y luego les dejas espacio a que no le sobretraduzcas y le termines invalidando en ese intento de ayudar”.
Generalmente, los padres se debaten entre buscar una manera para que sus hijos estén a gusto en el evento o, por el contrario, llevárselos para evitar alargar el disgusto. “Si lo veo agobiado en una fiesta, sí que me angustia. Hay que acostumbrarse a que el mundo es bullicio”, explica Alfonso García, padre de dos hijos, de 4 y 10 años. “A los niños que no les gustan estas cosas, hay que explicarles lo que hay; pero, si no va a disfrutar, prefiero no llevarlo”, añade este progenitor.
En ocasiones, la angustia de los padres viene ligada a una “herida propia, personal, de algo de su infancia en esa imagen de su hijo”, analiza la psicóloga, que añade que es “muy curioso que muchos padres que fuerzan a los niños a relacionarse con los demás, son los mismos que se mantienen en una esquina. Y dan por hecho que lo que los niños van a sentir es lo que sintieron cuando iban a fiestas de cumpleaños”.
¿Y cómo hacen los centros especializados en cumpleaños infantiles para evitar este sentimiento negativo tanto en mayores como en pequeños? “Esto no pasa muchas veces, ya que los niños entre sí se siguen mucho el hilo. Aunque en ocasiones vemos a uno que se aparta un poco del grupo o nos dice que no quiere hacer según qué actividades, y más que por timidez o vergüenza, es por incomodidad en algunos aspectos”, desarrolla María Tafur, que trabaja en Espacio Analama, uno de esos sitios que preparan celebraciones para menores de 3 a 10 años.
“Cuando vemos que un niño está aislado e incómodo durante la fiesta, sin querer forzarle a hacer nada que no quiera, intentamos ofrecer una motivación un poco indirecta con comentarios. Que sean ellos los que busquen la manera para seguir el hilo del evento”, añade Tafur, que cree que los cumpleaños infantiles son algo que genera presión social entre padres y niños. En los primeros, entre aquellos que proyectan demasiado las expectativas de cómo debería comportarse su hijo en una fiesta, o que la fiesta sea perfecta de cara a otros progenitores; y en los segundos, que esperan ser invitados.

Hay ocasiones en las que los menores que acuden a eventos sociales infantiles de gran bullicio tienen ciertas dificultades para relacionarse. Este podría ser el caso, por ejemplo, de niños con autismo, que pueden tener problemas con los ruidos. “Mis sobrinos tienen TEA (Trastorno del espectro del autismo) y llegaron a tener miedo de ir a los cumpleaños. Y buscamos una solución que fue ponerles unos cascos de música de insonorización, y a partir de ahí empezaron a disfrutar”, expone Jessi Carrillo, su tía, que lamenta que, hasta el momento en el que se encontró esa solución, lo pasaban mal y no se relacionaban. “Pero ya con los cascos se empezaron a relacionar y encontraron con qué menores ir”, agrega. Para la psicóloga, cualquier actividad que sea estructurada, un niño con necesidades especiales “va a disfrutarla muchísimo más que algo que es totalmente caótico”, y señala que es necesario “empezar a entender un poco más el mundo sensorial de los niños”.
Aunque también pueden ser otros casos, simplemente, de niños cuyo modo de vida agradable es estar en círculos pequeños y tranquilos. “Cuando se hacen fiestas infantiles con muchos niños, sí que he visto que, aunque al principio se le ve agobiado, al final solo está con dos o tres niños de 20 o así. Antes me preocupaba porque yo quería que se relacionase con más niños, pero ahora que veo que está a gusto con dos o tres, que parece que tienen su personalidad, estoy tranquila”, comenta Pilar López sobre su hijo de siete años. Al asistir a una fiesta infantil, lo ideal es que esta tenga “distintos ritmos”, según García. Una actividad más sentada, como manualidades, y luego una actividad más dirigida, como juegos de lo que sea o un parque de bolas, pero siempre con adultos para gestionar y focalizar, porque los niños “nunca van a ser capaces de hacerlo”.
La oferta que hay para poder celebrar los cumpleaños ha variado a lo largo de los años. Hace años, muchos consistían en ir a parques de bolas, donde los niños pasaban el tiempo libre, jugaban y merendaban. Sin embargo, Tafur piensa que ahora se busca contentar a los menores mediante toques más especiales: “Siguen existiendo sitios como los Chiquipark, pero ahora nosotras buscamos hacer una experiencia personalizada al gusto del cumpleañero”.
Sin embargo, García aclara que no siempre los padres pueden controlar cómo son las fiestas a las que acuden sus hijos: “Estas pueden ser más tranquilas, más movidas, o con más o menos personas involucradas”. Para la experta, la clave es ser consciente de dónde les estoy llevando: “Si le voy a llevar a un sitio de caos, voy a contar con que sus respuestas en algún punto sean que se siente incómodo o agresivo. También puedes preguntarle: ‘¿Quieres que paremos un rato, nos demos una vuelta y volvamos más tarde?’, es decir, que existe la posibilidad de que pares”.
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