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María Belón, psicoterapeuta: “Como padres, la única manera de enseñar es siendo. Los discursos no sirven de nada”

La escritora publica ‘Kokoro y el mar’, un álbum ilustrado con el que pretende ayudar a las familias en la educación de la conciencia, a desprenderse de lo que no es necesario y valorar el momento presente

María Belón, psicoterapeuta
Rocío Campos Ramírez

María Belón Bordes (Madrid, 59 años) vivió una de las experiencias más traumáticas de la vida. Ella, junto a su marido y a sus tres hijos, se encontraban el 26 de diciembre de 2004 en Tailandia cuando se produjo un tsunami con olas de hasta 30 metros de altura, que se tragaron parte de la costa de Asia-Pacífico. Estuvieron tres días separados, pero consiguieron sobrevivir.

Ella fue la mujer, la familia, en la que se inspiró el director de cine J. A. Bayona para rodar la película Lo imposible y por la que recibió un Goya a la Mejor Dirección en 2013. Cuando estaba escribiendo el guion de aquella película, Bayona le preguntó a Belón qué se aprendía al regresar de esas experiencias tan difíciles. “Cuando le escuché, me quedé mirándole con ojos de niño, pensando cómo contestar a una pregunta que yo no podía responder con palabras. Y como me gusta muchísimo el mundo de los cuentos, le pedí que me dejara el fin de semana para escribirlo”, relata Belón por teléfono.

De aquella pregunta nació Kokoro y el mar, (Libre Albedrío, 2025), un álbum ilustrado que acaba de publicar, junto a la ilustradora Sol Ruíz, y que relata la travesía de un niño para conocer el mar. Lo tiene todo preparado para partir, pero no encuentra el momento perfecto. Un accidente precipitará el viaje donde aprenderá a desprenderse de todo lo que no necesita y mirar hacia su interior buscando la fortaleza para vencer la gran ola que la vida le depara. Este es el primero de una serie de cuentos que la doctora y psicoterapeuta pública para ayudar a las familias en la educación de la conciencia, “para girar del materialismo a lo transcendente, hacia algo más grande que nos sostiene”, explica Belón. “Fue un cuento hecho desde el corazón, y cuando se lo conté a Bayona y a Belén, la productora, se pusieron a llorar y lo entendieron todo”, agrega.

PREGUNTA: ¿Qué se van a encontrar los lectores en Kokoro y el mar?

RESPUESTA: La odisea de un niño que quiere emprender un viaje pero que no encuentra en el exterior lo que necesita para comenzarlo y solo cuando mira hacia su interior, se da cuenta de que tiene todo lo necesario para vivirlo. Un cuento que es tanto para niños como para adultos porque tiene una doble lectura. Cuando hay reveses en la vida, se mira mucho hacia afuera, pero no tanto a los recursos que tienes dentro. Me he dado cuenta con mis aventuras, y con la de mis hijos, que todos los recursos y toda la fuerza está dentro, y esto es algo que muchas veces no se explica.

P. En el cuento habla de disfrutar del camino, de no pensar en el principio ni en el final, de descubrir cada día algo. ¿Es difícil enseñar eso como padres cuando todo lo tenemos tan rápido y la frase que más se escucha es “no me da la vida”?

R. Como padres, para mí, la única manera de enseñar es siendo. Los discursos no sirven de nada. Las lecciones habladas no sirven de nada. Los niños beben y maman lo que tú eres. Entonces, si tú no estás ahí presente, si estás en el futuro todo el tiempo, programando, organizando, es imposible que los niños lo aprendan. Tuve la bendición o la fortuna o la intuición de, como mamá, dejarlo todo. Me olvidé del pasado y del futuro, y a lo que me dediqué fue estar ahí: a hacer cosquillas, cambiar pañales, darles biberones, a tirarme al suelo a jugar, y eso es lo que me ha permitido aprender a ser madre y dejarme enseñar por ellos. Dejarme enseñar la bendición de lo que es la vida, que es aquí y ahora y no es nada más.

P. ¿Cómo se educa a los niños a desprenderse de lo que no es necesario? Cuando a los adultos nos cuesta muchas veces también hacerlo.

R. Los niños lo saben. Creo que lo peor que hacemos con los niños es que desaprendan lo que son. El niño viene con una espontaneidad, con una inocencia, con una capacidad brutal de vivir el presente. El niño es puro presente, la mirada, su sonrisa, su tristeza, su emoción… No creo que los padres tengamos que enseñar a los niños. Tenemos que aprender de los niños. Tener un niño en tu vida es la oportunidad de aprender lo que es vivir. Y ese es el error. Tenemos que ofrecerles un marco de seguridad, ofrecerles un marco de guía, pero aprender de ellos, aprender mucho de ellos.

P. ¿Hay que aprender a amar lo imperfecto también en las relaciones entre padres e hijos?

R. Claro, es que la imperfección es la perfección humana. Dejarte la imperfección es ser un humano perfecto, porque este es el error, es lo que nos vende la sociedad. Los anuncios nos marcan una perfección ridícula y absoluta que lo único a lo que nos lleva es a sufrir continuamente. Un niño no sabe que algo es imperfecto hasta que tú se lo cuentas. El niño te hace un dibujo y es el mejor dibujo del mundo. Es terrorífico cuando, en la escuela, empiezan a devolvernos esas escrituras llenas de rojo y de tachones. En vez de hacernos propuestas nos dicen, “esto está mal”. Y eso es lo que se va remarcando. Creo que en la imperfección es donde está la vida. Y eso es lo que a mi Kokoro, de alguna manera, me dijo. No esperes a que tengas el momento perfecto para fluir y para viajar. Simplemente, viaja con lo que tengas.

P. Se habla mucho de las distracciones de los menores con las redes sociales, con la tecnología. ¿Cómo equilibrar ese mundo que tienen tan cerca, con el que han crecido, sin olvidar la vida real y su asombro diario?

R. Ponemos mucho a los adolescentes como referencia siempre, pero a mí me llama la atención que los pongamos como ejemplo cuando los que yo veo más distraído es a los adultos. El adolescente está distraído porque mira al adulto y lo ve distraído. Al adolescente le ofreces una excursión o un paseo y él te lo toma. Sé que es sumamente complejo. No es un mundo solo de adolescentes. Es el mundo en el que estamos. Es un mundo que nos quiere distraer de la sencillez de la vida. Y nos quiere distraer para ponernos afuera y perdernos lo mejor de todo, que es el adentro, que es el ahora, que es lo sencillo.

P. ¿Cómo se enseña a no perder esos sueños que se tienen en la infancia?

R. En el cuento, Kokoro va haciéndose con todo lo que puede y se construye la balsa ella solita. Hoy en día tú ves a los chavales que lo tienen todo y eso es la ruptura del anhelo. El anhelo es perseguir lo que no tengo y si lo tengo todo, ¿cómo voy a saber lo que es el anhelo? ¿Cómo voy a saber lo que es el deseo? Es muy complicado.

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Sobre la firma

Rocío Campos Ramírez
Periodista, colaboradora de Mamás & Papás especializada en temas de educación y crianza. Ha trabajado con medios como 'Interviú', la revista cultural 'Adiós' y en prensa local. Edita el blog 'A merendar con mamá', especializado en literatura infantil y juvenil. Autora del cuento infantil “El nido” (Babidibú).
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