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El viaje secreto de uno de los tesoros de Ucrania: su banco de semillas

Científicos y técnicos culminan el objetivo de proteger en una cámara frigorífica en el oeste del país las simientes amenazadas por la guerra

Ángeles Lucas

Nombre: Triticum aestivum L. (trigo candeal). Pasaporte: UA0107997. Bolsa hermética: 17. Caja: 341. Ubicación: Cámara de 38,4 metros cuadrados a entre -18º y -20º. Varias simientes de este cereal y de 51.003 variedades más de cebada, garbanzos, forrajes o girasoles ya están custodiadas en el recién inaugurado Centro Duplicado de Recursos Fitogenéticos de Ucrania, en el oeste del país. Una puerta de un palmo de ancho abre la gélida instalación que salvaguarda las pepitas que algún día pueden tener un papel fundamental en caso de sequías, plagas, inundaciones o tantos desastres que asolan la tierra, y por ende, la alimentación de personas y animales.

“Ucrania posee una inmensa colección de biodiversidad que no se puede encontrar en otro sitio. Quién sabe lo útil que nos podrá ser en el futuro. Todavía se pueden explorar sus cualidades, es como un tesoro”, dice el científico jefe del fondo Crop Trust, Luigi Guarino, tras asistir a la ansiada apertura del centro este noviembre en un lugar que no puede ser revelado públicamente por motivos de seguridad.

El cielo luce ahora despejado sobre las simientes, pero no siempre lo estuvo. A principios de 2022, las bombas rusas impactaban sobre los terrenos del Banco Nacional de Semillas de Ucrania, en Járkov (al este), y la vasta y genuina riqueza vegetal del llamado granero de Europa se vio amenazada de forma pavorosa. Entonces, un equipo de científicos, técnicos y sus familiares arriesgaron su vida para ir apartando en secreto durante un año un puñado de cada una de las variedades almacenadas en Járkov en sobrecitos. El plan era trasladar el duplicado en un camión frigorífico a una zona segura. Se cumplió la misión. En marzo de 2023 fueron transportadas hasta un almacén temporal mientras se construía este nuevo centro. Ahora festejan que están en un emplazamiento fijo, financiado con fondos europeos y de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Los protagonistas de la hazaña acuden engalanados a la inauguración. Se suben temprano al autobús que les lleva al acto, expectantes por adentrarse en el inmenso congelador donde se puede permanecer muy poco tiempo antes de que los dedos se petrifiquen por el frío. Disfrutan de un día de gloria entre la insufrible cotidianeidad de almas perdidas por la guerra, a las que se les rinde homenaje cada mañana a las nueve en punto. Súbitamente, el chófer detiene el vehículo y se baja a la calzada. Él y los pasajeros se ponen de pie e inclinan la cabeza. Por la ventanilla se ve una hilera de conductores que replican el gesto. Se paraliza la calle por completo y ahora es la escena la que se queda congelada durante un clamoroso minuto de silencio. Siguen después con la vida.

“No estoy feliz, pero no estoy mal. Estamos muy contentos en el día de hoy, es una buena noticia para nosotros y para el mundo”, comparte a sus 74 años Viktor Riabchun, director del Banco Nacional de Semillas de Ucrania desde 1991, cuando su país se independizó y montó la sede en Járkov. Es consciente de que la gesta que empezaron hace tres años permite que ahora el planeta disfrute de 51.004 poderosos salvavidas. “Las variedades de trigo de invierno más resistentes a la sequía que tenemos son Odeska 16, Ukrainka 0264 y Ferugineum 1239. Y otras crecen sin herbicidas por la formación de tallos densos”, detalla Riabchun. El científico fue el encargado de dar paso a la instalación tras cortar junto a otros colegas, técnicos y personalidades un brillante lazo elegido con ternura de color verde, como un guiño a la vida vegetal. Inmediatamente, los trocitos de esta cinta se convirtieron en el mejor de los recuerdos de una fecha que sienten histórica.

Los bancos de semillas han sido en el pasado epicentro de intereses geopolíticos por su altísimo valor para la seguridad alimentaria. La Gestapo tenía una unidad de recogida de simientes de los países por los que pasaba. Y una de las directrices de la invasión de Rusia por parte de los nazis era apropiarse del banco de germoplasma en el entonces Leningrado que fundó con expediciones alrededor del mundo el científico ruso Nikolái Vavílov (1887-1943).

Precisamente el de Járkov era una subestación de esta sede, que con los años se ha enriquecido con las aportaciones de material tanto silvestre como cultivado de la población ucrania. Hoy, el inexorable cambio climático de temperaturas extremas, lluvias erráticas y subidas del nivel del mar que salinizan los ríos provoca que cada una de esas pepitas tenga todavía más valor. En el ADN de cada una de ellas se puede hallar la solución para resistir el insoportable calor, aguantar las inundaciones o germinar a pesar de la sal.

“Es importante que la población entienda que las plantas no solo proveen alimentos, también oxígeno, combustible y medicinas. El cambio climático va demasiado rápido, así que necesitamos las variedades”, destaca entusiasmada en su viaje a la inauguración Lise Lykke Steffensen, que era directora del Centro Nórdico de Recursos Genéticos NordGen cuando empezó la guerra de Ucrania. Ella fue de las primeras que ofreció ayuda a Riabchun cuando vio cómo Járkov se desmoronaba y ahora se abrazan emocionados por la apertura del centro, que incluye laboratorios y máquinas de congelación y secado de semillas.

NordGen es una organización implicada en la gestión del banco de germoplasma universal, la Bóveda de Semillas de Svalbard, ubicada en Noruega. Cuenta con 1.378.238 variedades de 6.521 especies provenientes de decenas de países, y el objetivo de la FAO es que un triplicado de las simientes de Ucrania se deposite en esta arca de seguridad. Ya hay antecedentes que revelan la suma importancia de esta acción: Svalbard devolvió sus semillas a Siria en 2014 después de que Alepo, donde estaba su material genético, fuera destruida.

“Nuestro plan es llevar una copia de nuestras variedades únicas a Svalbard. Necesitamos proteger a las futuras generaciones”, dice exultante Tetyana Zaugolnikova, coordinadora nacional de proyectos de la FAO en Ucrania. Desde hace tres años se ha visto envuelta en esta extraordinaria operación que fue considerada en primera instancia como de emergencia, con una prioridad tan alta como abrir una canalización de agua cuando la población se queda sin el recurso en pleno desastre bélico. Cuando las semillas fueron trasladadas al oeste se catalogó como proyecto de desarrollo, y el siguiente paso antes de que el equipo ucranio viaje al Polo Norte es que el país se una al Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos de la FAO cuando consiga el visto bueno del Parlamento de Ucrania.

La adhesión al tratado, que incluye a la Unión Europea y a otros 155 países (entre los que no está Rusia), añadiría muestras ucranias a los más de dos millones y medio que ya alberga su sistema mundial de semillas, al que también podrían acceder; otorgaría reconocimiento internacional a los recursos fitogenéticos ucranios y les garantizaría protección jurídica. “También prevé una mayor cooperación científica y técnica, la armonización de estándares en la UE y a escala internacional, y el acceso a programas de formación, asistencia técnica y financiación”, explica Elly Barrett, funcionaria técnica de la FAO, quien confiesa vivir un hito. “Las semillas podrían haberse perdido, como ocurrió en Sudán”, ilustra, mostrando en su teléfono una foto con bolsas esparcidas por las Fuerzas de Apoyo Rápido en el Centro de Conservación e Investigación de Recursos Fitogenéticos Agrícolas del país africano. Aun así, en febrero, Sudán logró depositar 19 especies en Svalbard, incluido el sorgo, que se cultiva en la región desde hace milenios.

La Unión de Comités de Trabajo Agrícola (UAWC, por sus siglas en inglés), depositó el año pasado algunas muestras de semillas de Palestina en Svalbard, pero la organización ha denunciado que ha sufrido ataques en sus instalaciones por parte de las fuerzas israelíes en Hebron. “Cuando el Tratado y Crop Trust concibieron el fortalecimiento de las reservas en situaciones de emergencia, pensaron en medidas para resistir inundaciones o tormentas, plagas o brotes de patógenos, pero no previmos conflictos de esta magnitud”, agrega Barrett.

Ahora, la fundación Crop Trust trabaja en un sistema de alerta temprana para tener la máxima previsión frente a todo tipo de catástrofes y empezar a actuar antes de que sea demasiado tarde. Pero la paz es urgente. Hay algunas semillas que no pueden almacenarse en cámaras (ex situ) y se conservan en plantas vivas sobre terrenos (in situ). Para ellas es importante que la tierra no esté contaminada de explosivos, como pasa en los cultivos del este de Ucrania, y tampoco que sea dinamitada desde el aire. No vuela ningún avión en este país, el cielo está reservado para la estruendosa guerra, pero mientras, desde el suelo, se construyen en silencio las raíces de una vida en armonía.

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Sobre la firma

Ángeles Lucas
Es editora de Sociedad. Antes en Portada, Internacional, Planeta Futuro y Andalucía. Ha escrito reportajes sobre medio ambiente y derechos humanos desde más de 10 países y colaboró tres años con BBC Mundo. Realizó la exposición fotográfica ‘La tierra es un solo país’. Másteres de EL PAÍS, y de Antropología de la Universidad de Sevilla.
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