Ir al contenido
_
_
_
_

El legado de España se desvanece en el Sáhara 50 años después de la Marcha Verde

Con tan solo un colegio español y sin sede saharaui del Instituto Cervantes, la lengua y el patrimonio cultural del antiguo poder colonial sufren un continuo retroceso

Juan Carlos Sanz

“Calle de la Fuente”. “Calle del Aire”. Los nombres en castellano de El Aaiún, fundada hace 90 años por militares españoles en un oasis, se cuentan hoy, medio siglo después de la Marcha Verde, con los dedos de una mano. Al igual que las vías públicas, los edificios oficiales de la Administración marroquí en el Sáhara Occidental solo están rotulados en árabe y francés. Como el Ayuntamiento de la capital saharaui, inspirado en los fuertes del desierto. En la fachada consistorial situada frente a la iglesia de San Francisco, cuya cubierta coronada por una cruz evoca un mar de dunas en un desértico horizonte, se acaba de abrir un acceso que altera de raíz su arquitectura colonial.

“La lengua española, que es nuestro patrimonio y forma parte de nuestra identidad, está en franco retroceso”, asegura Brahim Hameyada, de 66 años, profesor y director de la Academia Unamuno, único centro reconocido por el Instituto Cervantes en Dajla, capital del sur del Sáhara. “Lo mismo que el hasanía [variedad árabe de los beduinos magrebíes], el castellano debería estar reconocido en un futuro estatuto de autonomía para el Sáhara Occidental”, defiende Hameyada, quien regresó en 1992 a la antigua Villa Cisneros (denominación colonial) donde nació, después de haber militado en las filas del Frente Polisario en Tinduf (suroeste de Argelia). Hoy imparte clases a medio centenar de alumnos en su academia. “Hacemos lo que podemos para que no se pierda la lengua, pero en Dajla no hay ningún colegio español”.

El legado de España sí ha permanecido vivo en el colegio La Paz de El Aaiún, única institución que nunca cerró sus puertas tras la retirada definitiva de las tropas en 1976, poco después de la Marcha Verde. Aunque estuvo a punto de ser clausurado por falta de alumnos, siempre mantuvo al menos un maestro. Su actual directora, María José Navarro, de 45 años, ha visto cómo el centro ha pasado de contar con apenas 70 alumnos, agrupados por cuatro docentes en 2021, a más de 320 y 22 educadores en este curso, cuando ya ha completado toda la oferta de educación infantil, primaria y secundaria obligatoria.

“Tenemos una lista de peticiones de 312 solicitudes de matrícula que no podemos atender”, reconoce la directora. “La demanda de enseñanza en español ha crecido en el Sáhara. Antes solo lo hablaban las personas mayores, mientras los adultos fueron educados en su mayoría en francés y los más jóvenes prefieren ahora el inglés como segunda lengua”, explica.

Su centro también contribuye a la difusión del español con actividades en las que participan ciudadanos saharauis, como la escuela de familias y las sesiones de cuentacuentos. Para poder ampliar su oferta educativa, ha recuperado recientemente buena parte de su recinto original, que había sido anexionado para integrarse en un instituto marroquí colindante tras la Marcha Verde.

Excepto el colegio La Paz, cualquier otra representación oficial española desapareció en el Sáhara tras la Marcha Verde hasta bien entrado 1978, cuando militares españoles se hicieron cargo de la gestión de los bienes restantes del Estado. España cuenta ahora con unas 200 propiedades en el antiguo territorio colonial, en su mayoría viviendas de españoles que tuvieron que ser indemnizados tras ser evacuados a la fuerza en la denominada Operación Golondrina.

En la actualidad, la Depositaría de Bienes del Estado Español en el Sáhara Occidental, órgano civil no diplomático que los gestiona, centra su atención en Casa España, su propia sede en el antiguo Casino Militar; la iglesia de San Francisco de Asís, administrada por un prefecto apostólico (equivalente a un obispo), y la Misión Cultural Española, un edificio en estado de abandono y que amenaza ruina.

Las sedes del Ayuntamiento y el Cabildo provincial de El Aaiún, donde se arrió la última bandera española en el Sáhara, y la mayor parte de los edificios civiles y militares españoles, como los grandes cuarteles de la Legión, fueron cedidos a Marruecos en los Acuerdos de Madrid, que sellaron la salida de España del territorio colonial después de la Marcha Verde.

En el sur del Sáhara, Brahim Hameyada llama a salvaguardar también el patrimonio histórico español en Dajla, donde se erigió en 1886 un primer fuerte militar colonial, demolido por Marruecos en 2005. “El legado español aún pervive en el faro de Dajla, en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, o en zonas del casco antiguo de la ciudad de la antigua Villa Cisneros”, explica el profesor Hameyada, hijo de un militar saharaui de las tropas nómadas coloniales.

El español parece haberse convertido en una lengua residual frente al francés –que a su vez retrocede frente al inglés entre los más jóvenes– como segundo idioma de los habitantes de la que fue provincia española número 53.

Tras la llegada masiva de ciudadanos marroquíes en el último medio siglo, el uso del castellano resulta ahora más patente en los carteles comerciales que en el habla de los saharauis. El estatuto de territorio “no autónomo” (pendiente de descolonización) en la ONU ha impedido la creación de nuevos centros educativos y la apertura de un Instituto Cervantes en el Sáhara Occidental. Mientras tanto, Francia ha anunciado ya el establecimiento de una sede de la Alianza Francesa en El Aaiún durante una visita oficial al Sáhara de su ministra de Cultura, Rachida Dati, quien rompió en febrero de este año un tabú diplomático. Desde 2013, el Instituto Cervantes tiene aprobados planes para la creación de una extensión (centro afiliado) en El Aaiún junto con la apertura simultánea con la de otra dependencia similar en Tinduf (Argelia), donde se sitúan los campamentos de exiliados saharauis establecidos por el Frente Polisario.

Además de actuar como centro cultural y de enseñanza de la lengua española en el Sáhara Occidental, el objetivo principal previsto del Instituto Cervantes en El Aaiún estriba en la formación de profesores y su certificación para ejercer la enseñanza de la lengua española.

“Parte de nuestra historia”

Licenciada en Filología Hispana, la saharaui Gajmula Ebbi, de 64 años, defiende conservar y mantener a toda costa la cultura española en su tierra. “Es parte de nuestra historia. No es suficiente con la situación actual, con un solo colegio. Se necesita una mayor presencia educativa y cultural en el Sáhara que recuerde la convivencia en armonía que en general hubo hasta 1975 con los españoles”. Ebbi estudió en las aulas del colegio La Paz. Como miles de saharauis se exilió en los campamentos del Frente Polisario en Argelia antes de regresar a El Aaiún para ser diputada en el Parlamento marroquí por el Partido del Progreso y el Socialismo. Ahora dirige la Iniciativa Saharaui por el Desarrollo Sostenible y los Derechos Humanos, una de las asociaciones de la sociedad civil que buscan abrir un horizonte de entendimiento en el Sáhara Occidental tras más de medio siglo de conflictos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_