La derrota de Wilders en Países Bajos muestra que el populismo fracasa en el Gobierno
Los ultras pueden prometer orden, pero tienden a generar caos cuando gobiernan. Cuando el crítico del establishment se vuelve ‘establishment’, su narrativa se desmorona


Aunque en las elecciones holandesas ha habido un empate entre el partido social-liberal D66 y el ultraderechista PVV de Geert Wilders, este marco no puede neutralizar lo que constituye una derrota significativa de la extrema derecha: Wilders pierde un tercio de su representación parlamentaria y la primera posición. Presentar esto como un empate puede ser tan inexacto como describir una retirada militar como un “reposicionamiento estratégico”. La cita de Wilders en X lo confirma: “Los votantes han decidido. Esperábamos un resultado diferente, pero nos mantendremos fieles a nosotros mismos”. Esto revela algo crucial: incluso desde su perspectiva, hay una derrota que reconocer. Lo que hemos visto en Países Bajos es el agotamiento del populismo de ultraderecha cuando pasa de la oposición al Gobierno.
La ironía es reveladora: Wilders provocó estas elecciones anticipadas al abandonar la coalición gubernamental en junio precisamente porque no pudo imponer su agenda migratoria, su tema estrella, su razón de ser política. El populismo ultra prospera como fuerza antisistema de oposición, pero se desgasta rápidamente cuando debe ejercer el poder y enfrentar las complejidades de gobernar. No es un fenómeno exclusivamente holandés: en Finlandia, el partido de Riikka Purra experimentó un desgaste similar tras su paso por el gobierno. La coalición con el PVV fue notoria por sus luchas internas constantes, demostrando que la extrema derecha puede prometer orden, pero tiende a generar caos cuando gobierna. Cuando el outsider se convierte en insider, cuando el crítico del establishment se vuelve establishment, su narrativa se desmorona.
El verdadero protagonista de estas elecciones es Rob Jetten, líder de D66, que catapultó a su partido de 9 a 27 escaños con lo que analistas describen como “la campaña anti-Wilders más energética y efectiva”. Jetten, de 38 años y encaminado a ser el primer ministro abiertamente gay más joven de Países Bajos, ofreció un mensaje deliberadamente positivo —un “Sí, se puede”— con propuestas concretas sobre vivienda y educación. No es un retorno al centrismo tecnocrático desacreditado, sino la articulación de un progresismo creíble que ofrece transformación con competencia. Conectó especialmente con votantes jóvenes hastiados tanto del establishment como del catastrofismo populista.
Sin embargo, sería ingenuo interpretar esto como victoria definitiva. Como señala Cas Mudde, aunque Wilders pierda, ya transformó irreversiblemente el campo político holandés. El cordón sanitario ha desaparecido: los partidos tradicionales absorbieron parcialmente su agenda migratoria. Incluso la coalición de izquierdas de Frans Timmermans propuso cupos de 60.000 entradas anuales y reforzar controles fronterizos. La extrema derecha puede perder elecciones, pero sus posiciones se han normalizado. Ese es el verdadero peligro estructural.
Pero no es casualidad que esta victoria progresista del D66 ocurra apenas días después de que Catherine Connolly, candidata independiente de izquierda, ganara la presidencia de Irlanda con el 63% de los votos, derrotando también al establishment tradicional, y apenas semanas después de que Zohran Mamdani, un representante del ala izquierda demócrata de 33 años, derrotara al poderoso Andrew Cuomo en las primarias para la alcaldía de Nueva York. En los tres casos vemos figuras que no pertenecen al establishment convencional, pero que tampoco son outsiders antisistema al estilo populista. Lo crucial es que articulan un cambio creíble sin caer en el nacionalismo excluyente ni en el discurso del miedo. Los tres conectan especialmente con votantes jóvenes mediante propuestas concretas y un lenguaje de esperanza. La pregunta que debemos atrevernos a plantear es: ¿Y si la fatiga con el populismo de derecha no produce un retorno al centro tradicional, sino la apertura de un espacio político nuevo con mensaje positivo?
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