Obreros sonrientes y soldados ilesos: la propaganda de Corea del Norte llega a Moscú
El régimen de Kim Jong-un reafirma su alianza con Rusia mediante una gran exposición en la que traslada una imagen idílica del país y de su participación en la guerra de Ucrania

Para los que están acostumbrados a la propaganda rusa, la norcoreana es un soplo de aire fresco en las pinacotecas de Moscú. El Museo Panruso de Artes Decorativas acoge estos días la exposición República Popular Democrática de Corea: el país de un gran pueblo, una muestra de las artes del nuevo aliado de Moscú en sus cuitas con Occidente. Una parte de esta exposición homenajea la participación de soldados norcoreanos, en apoyo a Rusia, en la guerra de Ucrania, una colaboración que llegó a negar el Kremlin. La otra parte presenta a cientos de hombres y mujeres en sus fábricas y talleres. Todos, absolutamente todos, con una sonrisa de oreja a oreja.
Con la muestra, abierta del 9 de septiembre al 10 de octubre, Corea del Norte reafirma su alianza con Rusia e intenta salir del ostracismo. Y está siendo un éxito, a juzgar por el número de visitantes que hay en sus pasillos semanas después de la inauguración.
Una pareja se detiene en el pasillo de la entrada. El hombre, que lleva puesta una gorra con el águila bicéfala —símbolo de Moscú como supuesta sucesora espiritual del Imperio Bizantino, la Tercera Roma entre Europa y Asia—, señala un casco dibujado en un cuadro. El objeto tiene pintada una bandera de Ucrania y yace volteado a los pies de un pelotón de soldados norcoreanos. Los militares posan desafiantes entre las ruinas de una ciudad en llamas de la región rusa de Kursk, donde los restos de un tanque arden con la misma bandera azul y amarilla coloreada en el costado.
El estilo de este y varios cuadros más de la exhibición tiene un aire a las Hazañas Bélicas que dibujó el historietista español Boixcar durante el franquismo. Lo único que cambia ocho décadas después son los “héroes” y el “enemigo”: si en los tebeos de la dictadura de posguerra de los años cuarenta y cincuenta era el comunismo, en el Moscú del siglo XXI es Occidente.
Según las estimaciones occidentales, Kim Jong-un envió hace un año unos 15.000 soldados a Vladímir Putin después de que las Fuerzas Armadas de Ucrania lanzasen una gran ofensiva sobre una región rusa por primera vez desde que su país fue invadido en 2022. A cambio, Moscú ayudó a Pyongyang en su programa nuclear.
En prácticamente ninguna obra hay sangre. Los cuadros no muestran mutilaciones ni cadáveres, sino soldados norcoreanos sin un rasguño en plena acción, indemnes entre explosiones y balas, o festejando la victoria. Solo una pintura, Dando una vida invaluable, ofrece la imagen de un soldado norcoreano siendo abatido en un asalto a un búnker con un gesto entre el desafío y la fiereza. El hombre lleva el fusil amarrado a la espalda. “El héroe cumple su obligación patriótica por orden del comandante en jefe supremo, Kim Jong-un”, explica la cartela del museo.
“No es propaganda, es parte de la historia, del patrimonio cultural de Corea del Norte”, afirma Ilia, un ingeniero eléctrico recién licenciado en la universidad. “Es una representación real de lo que sucedió. Es algo que vale la pena conocer y recordar, es un monumento histórico”, opina sobre la colección.
Un soldado ruso contaba hace meses a este periódico que sus compañeros estaban sorprendidos por la marcialidad norcoreana: “Les dan una orden y la cumplen sin pensárselo, aunque tengan muchas bajas. Y están aprendiendo muchas lecciones de la nueva guerra en Kursk”, explicaba.

La novia de Ilia, Marina, especialista en Asia, también aplaude la exposición. “Me gusta mucho. Tiene muchos colores brillantes y creo que no muestra tanto la propaganda, sino más bien la vida interior de su gente, sus vivencias”, dice, junto a unos cuadros que reflejan a todos los norcoreanos sonrientes y vivaces y una Pyongyang tan avanzada o más que Moscú y Nueva York. “Las ciudades de estas pinturas quizás reflejan sus aspiraciones, sus sueños”, duda Marina.
Dos jóvenes recién mudados a Moscú desde la zona separatista ucrania de Donetsk también alaban la muestra. “Son buenas obras patrióticas”, asevera Artiom, de 17 años. “Te voy a decepcionar —prosigue—. Todos los países intentan mostrar su lado bueno. Los periodistas van a Corea del Norte para enseñar lo malo, pero seamos honestos y hagamos lo mismo también con Europa”.
Artiom considera maravilloso “que muestren la vida de la gente sencilla”. “Esto hace falta en un contexto en el que Corea del Norte está bajo tanta presión”, añade, antes de explicar que el régimen de Kim “tiene al lado a China, que la trata como una marioneta; a Corea del Sur, que la provoca constantemente; y a Japón y Estados Unidos, que claman que es un peligro”.
“Lo único que realmente le queda a Corea del Norte es demostrar poderío militar”, apunta el joven. En la sala contigua, un sinfín de obras exhiben decenas de piezas de artillería norcoreanas abriendo fuego, varios cazas bombardeando una isla, y misiles y cohetes despegando hacia el cielo.
Una anciana y su nieto protagonizan otra pintura de esa misma sala, El satélite de nuestra felicidad. El niño tiene un tanque en la mano y sonríe ante la noticia que le cuenta su abuela. Se trata del lanzamiento del satélite espía Malligyong-1 en el año 2023. Aquel lanzamiento, por cierto, fracasó. El artefacto acabó en el mar Amarillo, según informó la agencia estatal de noticias norcoreana KCNA.
Asociación estratégica
A la entrada de la exposición cuelga una enorme foto de los líderes de los regímenes ruso y norcoreano, Putin y Kim. Los dos mandatarios se estrechan la mano durante la cumbre bilateral de 2024 en la que firmaron un “acuerdo de asociación estratégica integral” que incluía una cláusula de defensa mutua. El mismo tratado que meses después sellaría Moscú con Teherán y que quedaría en nada cuando Israel y Estados Unidos bombardearon Irán.
“Nuestros países están unidos por una amistad de mucho tiempo. Durante décadas hemos brindado numerosos apoyos a nuestro vecino”, relata una guía a un grupo de visitantes.
El arte oficialista norcoreano tiene una clara inspiración en las obras soviéticas, y enfatiza lemas que también son parte del régimen putinista, como la exigencia de unidad en torno al presidente para un pueblo dividido entre leales y traidores.
Al lado de la foto de Kim y Putin cuelga otra destacada obra de la exposición, Un país de unanimidad y solidaridad, una pintura que evoca las espectaculares celebraciones del régimen en la plaza central de Pyongyang, la plaza Kim Il-sung.
“Utilizan la plaza para todo tipo de desfiles y eventos que requieren grandes multitudes. A veces hay manifestaciones en las que cientos de personas se alinean para formar una inscripción”, añade la guía, sin hacer referencia a la brutal represión del régimen norcoreano. En aquella dictadura, las huelgas y las protestas se pagan con sangre.
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