El final de la II Guerra Mundial, según el Partido Comunista de China
Pekín intensifica su campaña sobre la “visión correcta de la historia” por el 80º aniversario de la rendición de Japón en la Segunda guerra sino-japonesa y la conclusión de la contienda global

China celebra este miércoles la mayor exhibición de músculo militar de los últimos años. Se espera que los aviones de combate surquen desde primera hora los cielos de Pekín, mientras miles de soldados atraviesan con paso marcial la plaza de Tiananmén, acompañados por un despliegue de tanques y armamento puntero, incluyendo misiles hipersónicos con capacidad nuclear y sistemas antidrones de última tecnología. El evento, que paralizará la capital china, lleva meses siendo coreografiado al milímetro para celebrar el 80º aniversario de la rendición de Japón en la Segunda guerra sino-japonesa (1937-1945) y el final de la II Guerra Mundial. Si en el terreno militar la República Popular busca proyectar una imagen de poderío, en el campo ideológico Pekín ha percutido con una intensa campaña sobre la “visión correcta de la historia”.
Esto es: una que reconozca la contribución central de China (especialmente del Partido Comunista, el PCCh) en la capitulación de los japoneses y la derrota del bando fascista a nivel global, además de su aportación fundamental a la construcción de la arquitectura multilateral de la ONU surgida tras la contienda. También pretende subrayar que fue la primera gran victoria en la liberación de la nación china, tras un siglo de humillación ante los poderes coloniales.
La historia, en China, es un asunto delicado que el Gobierno controla al detalle. Lo que se celebra, según la historiografía oficial, es el 80º aniversario de “la victoria en la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa y la Guerra Mundial Antifascista”. Un título a la medida de la exaltación patriótica que pretende el Partido en los últimos tiempos.
La fecha cobró protagonismo tras la llegada al poder de Xi Jinping, en 2012, para quien una de las grandes amenazas es el “nihilismo histórico” que corroyó a la Unión Soviética. En 2014, Xi convirtió el 3 de septiembre en día nacional. Un año después, se celebró el primer desfile a gran escala en la plaza de Tiananmén para conmemorar el 70º aniversario. Fue la primera exhibición de verdadero poderío militar de la era Xi, y estuvo meses reemitiéndose en las pantallas de medios de transporte y espacios comerciales.
La maquinaria propagandística ha pisado el acelerador en las últimas semanas. Se han publicado decenas de artículos en la controladísima prensa estatal, con títulos como Restaurar la verdad es lo menos que podemos hacer para servir a la historia (China Daily, la semana pasada), y el Gobierno ha organizado numerosas excursiones para periodistas a lugares marcados por la guerra y las masacres de los japoneses, además de visitas a museos dedicados a las batallas y entrevistas con veteranos y académicos.
“La Guerra de Resistencia contra Japón estimuló un despertar sin precedentes de la conciencia nacional y unificó la fuerza de China”, comentaba en una rueda de prensa en julio Wang Junwei, presidente del Consejo Académico y Editorial del Instituto de Historia y Literatura del Comité Central del PCCh. Manejaba el lenguaje alambicado habitual de todo lo que tiene que ver con el Partido. “[Esta victoria] ha sublimado el gran espíritu nacional con el patriotismo como núcleo y sentado una base importante para abrir el camino hacia el gran renacimiento de la nación china”.
Le acompañaban otros cuatro académicos con un mensaje alineado. “Debido a la influencia del eurocentrismo u occidentalismo, durante mucho tiempo han despreciado o descuidado el campo de batalla oriental, especialmente el chino”, argumentó Liu Ronggang, también del Instituto de Historia y Literatura del Partido.
La “visión correcta de la historia” (expresión usada en la comparecencia) implica reconocer que existieron dos focos de la II Guerra Mundial, uno en el Este, con el militarismo japonés, y otro en el Oeste, con la Alemania nazi y el fascismo italiano. China se convertiría “en el principal campo de batalla” del teatro oriental, según Liu. La guerra contra los japoneses duraría 14 años, y la resistencia china resultaría clave para contener y diezmar a las tropas niponas y los recursos bélicos y económicos del imperio, facilitando su caída. El campo de batalla chino fue “un apoyo y una cooperación muy valiosos para las fuerzas aliadas en toda la guerra antifascista”, añade el académico, que sostiene que esta batalla global arrancó antes en China que en el resto del mundo y sirvió de voz de alerta.
Pekín coloca el origen de la contienda en 1931, con la invasión japonesa del noreste de China. Tras este episodio comienza “a advertir al mundo sobre los peligros de la agresión extranjera y la expansión del militarismo fascista”, de acuerdo con Liu. Desde la incursión japonesa de Manchuria se habían producido pequeños incidentes en las afueras de Pekín, pero sin complicaciones. Hasta el 7 de julio de 1937. Entonces, tropas japonesas y chinas se enfrentaron cerca del puente Lugou (a 20 kilómetros de Tiananmén) tras la desaparición de un soldado nipón durante unas maniobras nocturnas. Japón exigió entrar a la ciudad para buscarlo, pero las fuerzas chinas se negaron. El intercambio de disparos marcaría el inicio de la guerra a escala nacional y abriría, según el relato chino, el primer campo de batalla de la guerra antifascista global.
Hoy, el puente Lugou –también conocido como el puente de Marco Polo, por los elogios que recibió del veneciano en sus famosas crónicas de viaje del siglo XIII–, es un monumento protegido y cuidadosamente conservado. El empedrado irregular de este viaducto de 266 metros sobre el río Yongding obliga a caminar despacio. Los casi 500 leones tallados que lo custodian, centenarios, vigilan a los visitantes. La mayor parte de los turistas son nacionales, y especialmente familias con niños, que juegan a contar el número de leones y observan con curiosidad sus expresiones, cada una diferente. En el horizonte se dibujan autopistas y barrios nuevos.
A un lado del puente se levanta Wanping, el poblado amurallado que defendía en 1937 la entrada suroeste de la capital. En sus muros aún se aprecian marcas de los proyectiles: justo aquí comenzó la guerra nacional contra Japón. Hoy, se mezcla con la ciudad cotidiana. Dentro hay viviendas, restaurantes, tiendas y el Museo de la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa, que reabrió el 8 de julio con una exposición conmemorativa. EL PAÍS lo visitó el 27 de agosto, en una actividad organizada por el Gobierno. Hay excursiones de instituto. Los alumnos van vestidos de militares.
La exhibición pretende “recordar la historia, honrar a los mártires, preservar la paz y forjar el futuro”, según la explicación oficial. Al caminar por sus inmensas salas, al visitante enseguida le queda claro que la exposición está pensada para reivindicar el papel del PCCh como motor de la victoria.
El conflicto contra Japón coincidió en el tiempo con la guerra civil china (1927-1949). Ante la magnitud de la invasión, un día después de su inicio, el bando nacionalista, liderado por el entonces gobernante Kuomintang (KMT), y las tropas comunistas acordaron una tregua para luchar juntos contra los soldados nipones. El alto el fuego se extendió hasta el final de la contienda. “Con los intereses nacionales en mente, el PCCh asumió la responsabilidad histórica de salvación nacional y promovió la formación de un frente unido chino”, lee uno de los carteles. “El PCCh fue el primero en alzar la bandera de la resistencia armada contra Japón”, reza otro.
El historiador británico Rana Mitter considera que la victoria aliada en Asia no puede entenderse sin el esfuerzo combinado del KMT en las grandes batallas, la guerra de guerrillas comunista y la ayuda exterior de Estados Unidos y el Imperio Británico tras Pearl Harbor. En una charla en línea con periodistas extranjeros, Mitter apunta que la resistencia china entre 1937 y 1941 fue crucial para mantener viva la guerra en Asia: haría posible que los conflictos europeo y asiático se unieran en una guerra mundial. “Tanto los chinos como los países aliados en general deben recibir el reconocimiento por una parte significativa en una victoria compleja”.
Pero también destaca puntos que han sido usados por Pekín para una interpretación de su gusto, como la idea de que su estatus como miembro del Consejo de Seguridad de la ONU es un legado de sus contribuciones en la contienda. “La ironía es que China entró en las ONU en 1945 bajo el gobierno nacionalista [del KMT]”.
“Más de 35 millones de militares y civiles muertos o heridos. Más de 100.000 millones de dólares en pérdidas económicas directas. Más de 500.000 millones de dólares en pérdidas económicas indirectas. (1931-1945, valor calculado según los precios de 1937)”, detalla un imponente cartel al final del museo. En la parte inferior se lee: “Una de las páginas más oscuras de la historia de la humanidad”. La muestra concluye con una frase de Xi: “El pueblo chino está dispuesto a unirse con todos los países para salvaguardar la paz mundial (…) ¡y forjar un futuro más hermoso para la humanidad!”.
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