China no está interesada en el fin de la guerra en Ucrania, según la UE
Pekín se desentiende de esa afirmación y replica que “la prolongación de la crisis de Ucrania no beneficia a ninguna de las partes”

La Unión Europea lleva tiempo recriminándole a Pekín sus lazos con Rusia y sus sospechas en torno a su grado de implicación en la guerra de Vladímir Putin contra Ucrania. Por primera vez, Bruselas ha recibido una explicación: a China le interesa que continúe el conflicto bélico porque teme que, una vez concluya, Estados Unidos vuelva a centrar toda su atención en Asia y, específicamente, en Pekín.
La revelación se produjo durante las conversaciones que esta semana mantuvo en Bruselas el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, con los máximos responsables de la UE para preparar la cumbre a finales de mes en China con la que los Veintisiete quieren conmemorar el 50º aniversario del restablecimiento de relaciones diplomáticas.
Según adelantó el diario hongkonés South China Morning Post y confirman fuentes comunitarias, Wang rechazó una vez más ante la alta representante para Política Exterior, Kaja Kallas, las acusaciones de que Pekín proporciona apoyo material a Rusia en la guerra. Pero más interesante es que, saliéndose del guion oficial, reconoció que Pekín no tiene interés en la resolución del conflicto, más que nada porque no le interesa que Washington, especialmente desde el regreso del republicano Donald Trump a la Casa Blanca, pueda prestar más atención a China, país que el mandatario estadounidense ha señalado públicamente como su principal objetivo, tanto comercial como político.
Pekín se ha desentendido por completo de la visión ofrecida por la UE. “La prolongación de la crisis en Ucrania no beneficia a ninguna de las partes”, ha respondido este viernes Mao Ning, portavoz de Exteriores, en una comparecencia rutinaria, al ser preguntado por el asunto. “China no es parte en el conflicto de Ucrania”, ha insistido, una línea que la República Popular repite desde la invasión rusa en 2022, y ha afirmado que la posición china ha sido “coherente desde el principio: promover el diálogo y las negociaciones de paz”.
Salvavidas de Moscú
Ucrania es uno de los problemas que intoxican las relaciones entre China y la Unión Europea. “Las empresas chinas son el salvavidas de Moscú para mantener su guerra contra Ucrania”, acusó Kallas el miércoles, justo antes de la cita. “Permitir la guerra en Europa mientras se buscan lazos más estrechos con Europa es una contradicción que Pekín debe abordar”. En Bruselas se repite una y otra vez que la agresión de Rusia es “una de las grandes violaciones del derecho internacional y de la carta de Naciones Unidas” y no se entiende que si Pekín dice una y otra vez que aboga por un nuevo modelo de relaciones internacionales, ni siquiera condene la invasión ordenada por el presidente ruso, Vladímir Putin.
La UE ha incluido en su lista de sanciones por la guerra de Ucrania a un número creciente de empresas chinas a las que acusa de proporcionar material clave para la maquinaria de guerra rusa o bienes usados con fines militares, especialmente drones o componentes para estos aparatos no tripulados. Durante su encuentro con Wang, Kallas “destacó la grave amenaza que supone para la seguridad europea el hecho de que empresas chinas apoyen la guerra ilegal de Rusia”, dijo su oficina en un comunicado tras la reunión bilateral el pasado miércoles. La jefa de la diplomacia europea también “instó a China a detener de inmediato todo el apoyo material que permite sostener el complejo industrial militar ruso y llamó a China a apoyar un alto el fuego incondicional y una paz justa y duradera en Ucrania”.
China ha mantenido, desde 2022, un calculado equilibrio escorado hacia Rusia. Nunca ha condenado la agresión, y se resiste a llamar “guerra” a la invasión: prefiere el eufemismo “crisis”. Las relaciones con Moscú se encuentran en su mejor momento en décadas; tan solo tres semanas antes de que los tanques rusos entraran en Ucrania, en febrero de 2022, Xi y Putin sellaron en Pekín una “amistad” sin “límites”; el comercio bilateral bate registros; los líderes se ven a menudo (han mantenido más de 40 entrevistas bilaterales, la última en Moscú, en mayo, durante los fastos del 80º aniversario de la victoria soviética sobre la Alemania nazi) y en los encuentros hablan del rumbo compartido hacia un mundo “multipolar”, esto es, uno en el que Estados Unidos no lleve la batuta.
China, en cualquier caso, ha lanzado también varias iniciativas encaminadas a promover la paz en Ucrania. Propuso en 2023 un documento con 12 puntos para la “solución política a la crisis en Ucrania”; nombró un enviado especial que ha viajado en varias ocasiones a distintas capitales de la UE, además de Moscú y de Kiev, para abrir canales de diálogo, y promueve junto a otros países como Brasil una propuesta de mínimos para alcanzar una paz negociada. Pero ninguno de estos movimientos ha terminado de cuajar.
La reunión entre Wang y Kallas se alargó durante unas cuatro horas, fue un intercambio duro, pero respetuoso, según fuentes conocedoras de los detalles del encuentro, en el que se trataron diversos temas, desde la ciberseguridad y las tierras raras a los desequilibrios comerciales, subsidios, Oriente Próximo, Irán o Taiwán. Porque otro de los elementos que enturbian mucho la relación entre los dos bloques son los desequilibrios comerciales de la UE con China. La sobrecapacidad instalada en el gigante asiático, favorecida a partir de subsidios, lista para inundar el mundo de productos industriales (paneles solares, vehículos eléctricos…) y aumentar incluso el superávit del que goza China con Europa, preocupa mucho en Bruselas. Que el régimen de Xi Jinping, además, no muestra voluntad alguna de abordar esto pese a las demandas de la Unión irritan mucho.
Una muestra de esa irritación pudo observarse perfectamente el día que Donald Trump abrió la guerra comercial con los falsamente llamados aranceles recíprocos. Las dos principales víctimas de ese paso eran la UE y China y, tras eso, podría pensarse que se abría una puerta a su acercamiento. Sin embargo, en el discurso de respuesta al movimiento de Washington que dio entonces la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ya hubo referencias solapadas al gigante asiático, su “sobrecapacidad” y la amenaza que podía suponer el desvío de sus exportaciones.
Tres meses después, no se aprecian cambios significativos que limen asperezas y, en cambio, Bruselas añade demandas. Por ejemplo, Irán. La UE quiere que China se implique en contener las aspiraciones de Teherán para obtener armas nucleares.
De cara a la cumbre UE-China, que se celebrará a finales de mes previsiblemente en Pekín, la UE está intentando que el encuentro sirva para una discusión franca de lo que inquieta a los Veintisiete, mientras que se teme que China intente usar esa cita como plataforma para mostrar su cara amable y la cooperación en ámbitos compartidos, como tecnologías verdes.
Aunque Bruselas está dispuesta a discutir cosas en las que coincide, no está dispuesta a esconder tras puertas cerradas los desencuentros de la relación. “La cumbre es una oportunidad para discutir cuestiones globales, desde el clima al comercio, al desarrollo global y para subrayar la responsabilidad clave de China en lograr una paz justa y duradera en Ucrania”, dijo Von der Leyen tras su encuentro con Wang también esta semana.
De igual manera, el presidente del Consejo Europeo, António Costa, calificó de “franca y abierta” la conversación que mantuvo con el jefe de la diplomacia china sobre “algunas de las preocupaciones de larga data de la UE, como los desequilibrios económicos y comerciales y la responsabilidad de China de contribuir a una paz justa y duradera en Ucrania”. Justo lo que a Pekín no le interesa.
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