La victoria del socialista Zohran Mamdani en Nueva York enciende el debate sobre el futuro del Partido Demócrata
Tiene 33 años, domina las redes sociales y cuenta con casi todas las papeletas de ser el nuevo alcalde de la ciudad. ¿Señala su triunfo una vía para la renovación de la izquierda estadounidense?

Ha nacido una estrella es una película de 1937 sobre los sinsabores del mundo del espectáculo protagonizada por Janet Gaynor que, además de para tres exitosas revisiones (con Judy Garland, Barbra Streisand y Lady Gaga), sirvió para alumbrar un socorrido tópico, también en el ámbito de la política. Así que el martes por la noche en Nueva York nació una estrella. Se llama Zohran Mamdani, es miembro de la Asamblea estatal, tiene 33 años y va camino, después de derrotar en las primarias demócratas al exgobernador Andrew Cuomo, candidato de la vieja guardia, de convertirse, gracias a una jubilosa campaña sabiamente apoyada en las redes sociales, en el primer alcalde musulmán de la ciudad y también en el más joven de su historia moderna.
Su irrupción alumbró con un fogonazo no solo la urbe más poblada de Estados Unidos, que suele votar demócrata y por eso es muy probable que Mamdani acabe tomando sus riendas en noviembre; también iluminó la escena política nacional, despertó un cierto entusiasmo global y puso el foco sobre su partido, el demócrata, falto de liderazgo y en pleno debate sobre cuál es la mejor manera de plantar cara a Donald Trump y volver a ganar unas elecciones. Por ejemplo, las legislativas de 2026, donde se juega el control de las dos Cámaras, o las presidenciales de 2028.
¿Marcará la nueva promesa el camino para salir del agujero? Y sobre todo: ¿Es hora de darle una oportunidad al ala más izquierdista del partido, a la que pertenece un candidato que se define como socialista, casi una palabrota en Estados Unidos?
El jueves, Mamdani, que también se considera con orgullo “la peor pesadilla de Trump, en tanto que inmigrante [nació en Uganda y llegó a Estados Unidos a los siete años] y musulmán”, cumplió con otro rito de paso en el Washington contemporáneo: convertirse en el blanco de las críticas del tuitero en jefe. En su red social, Truth, el presidente, nacido en Nueva York, lo definió como un “loco 100% comunista”, y luego pasó a los insultos personales contra él y contra “TODOS los tontos” que lo han apoyado, entre otros, la congresista del Bronx Alexandria Ocasio-Cortez (AOC). La irrupción de esta en 2018, otra victoria por sorpresa de una joven contra el establishment, también sacudió los cimientos demócratas.
Esta semana, la pregunta más repetida en la izquierda estadounidense ha sido si resulta realista para el partido demócrata abrazar el estilo Mamdani, que no, no es comunista, y ha ganado las primarias contra un rival de pasado corrupto proponiendo, entre otras medidas para una ciudad con un costo de vida disparatado, autobuses gratuitos, la congelación de los alquileres y un programa piloto de supermercados municipales.
“Obviamente, [el triunfo del martes en Nueva York] es una gran victoria para la izquierda del partido y una confirmación del gran apoyo que una plataforma populista tiene entre los progresistas, y entre otra mucha otra gente, al menos en una gran ciudad como Nueva York”, admite el profesor de Georgetown Michael Kazin, autor de una completa historia sobre el Partido Demócrata. Kazin aconseja, con todo, “no entusiasmarse demasiado con lo logrado por Mamdani hasta ahora”. “No obtuvo la mayoría de los votos para el primer puesto, y el resto fue para candidatos más moderados. Y, como siempre, los demócratas ganan en Estados clave como Wisconsin y Carolina del Norte solo si logran combinar la energía de los progresistas con una retórica y programas que atraigan a quienes no están listos para un cambio radical”, señala.

Kazin observa un paralelismo con los casos de AOC y del senador Bernie Sanders (“nadie esperaba sus éxitos ni que tuvieran tanta influencia en el partido”), pero no ve al ala moderada haciendo experimentos con el socialismo, por más que esté claro que algo tendrán que hacer.
Construida de cero
La campaña de Mamdani, construida de cero, propone una alternativa a las estrategias de un partido que lleva meses dedicado a lamerse las heridas, distraído con teorías como aquella del famoso estratega James Carville que puede resumirse en “hacerse los muertos” y dejar a Trump estrellarse solo; y tratando de imitar trucos republicanos como acudir a ser entrevistados en los mismos podcasts ubicados en la llamada machosfera que tanto ayudaron a Trump a seducir a los hombres en su victoria en noviembre.
La estratega de comunicación Rebecca Kirszner Katz consideró el jueves en un artículo en The New York Times que los demócratas harían bien en no tener miedo a Mamdani y en tratar de “aprender de él”. “Pero temo que no lo harán”, añadió. “El partido tiene un problema de falta de curiosidad por probar cosas nuevas que nos está haciendo perder elecciones”.
Entre las enseñanzas que cabe extraer de su éxito está, según Katz, su capacidad para seducir a un electorado joven, con vídeos como el clip del ataque a Cuomo en un debate que alcanzó 10 millones de visualizaciones en X. Más allá del dominio de la viralidad, el candidato se ha desmarcado —apoyando, por ejemplo, a Palestina y denunciando el “genocidio” en Gaza— de la disciplina de un partido que en las últimas presidenciales crispó a amplios sectores jóvenes con su apoyo a Israel y con su insistencia en apostar por aspirantes de la vieja guardia (cuando no distinguidos miembros de la gerontocracia de Washington). Mientras, por el otro lado cundía con éxito el mensaje de que los demócratas, con el aire suficiente de las élites, viven desconectados de los problemas de la gente corriente.
La pertenencia de Mamdani a esas élites (intelectuales en su caso; es hijo de la cineasta Mira Nair y de Mahmood Mamdani, un profesor de estudios poscoloniales de Columbia) es uno de los flancos por los que lo atacan los medios conservadores o su principal rival con vistas a noviembre, el actual alcalde Eric Adams, exdemócrata próximo a Trump con su propio historial de corrupción que se ha presentado como independiente. El jueves llamó a su contrincante “socialista de buena cuna”.
La carta de las élites también la juegan desde el Partido Republicano, cuyos miembros parecen felices con los atributos de la estrella emergente del partido rival. “Es el candidato ideal para los demócratas”, afirmó esta semana en un irónico comunicado el Fondo de Liderazgo para el Congreso, un comité dedicado a recaudar fondos para apoyar a candidatos conservadores en elecciones a la Cámara de Representantes. El texto contiene una frase que encapsula (y agita como un espantajo) muchos de los miedos de los votantes moderados: “[Se trata de] un socialista que quiere abolir la policía, cerrar las prisiones, acabar con la sanidad privada, legalizar el trabajo sexual y prohibir las armas”.
En el otro extremo, Stephanie Taylor, cofundadora del Comité de Campaña por el Cambio Progresista, afirmó en un comunicado que la probable victoria de Mamdani indica “un nuevo rumbo: un futuro de candidatos dinámicos que atraigan a los jóvenes y a la clase trabajadora”. “La vieja guardia del Partido Demócrata, impulsada por multimillonarios, hizo todo lo posible para derrotar a Mamdani, y fracasó”, añadió Taylor en referencia al apoyo de figuras como Bill Clinton o Michael Bloomberg al exgobernador. Siguen equivocándose en todo, y necesitan hacerse a un lado y dejar que una nueva generación tome el liderazgo".
Pese al soplo de aire fresco de Mamdani, no está claro que los demócratas estén listos para escuchar a Taylor. De momento, las quinielas de posibles candidatos para 2028, con el añadido del exalcalde de Chicago, siguen sin moverse mucho con respecto a las del año pasado, cuando se hablaba de los gobernadores Gretchen Whitmer (Míchigan), Gavin Newsom (California) o J. B. Pritzker (Illinois) o el secretario de Transporte Pete Buttigieg para sustituir a Joe Biden o aspirar a la vicepresidencia con Kamala Harris.
A todo esto, Mamdani no podría ser presidente, porque no nació en Estados Unidos. Bastante tiene con confirmar que no se trata de una estrella fugaz. Es decir, asegurarse el éxito en noviembre y dar por buena la frase de Nelson Mandela con la que ya se le identifica tras pronunciarla en su discurso de la victoria: “Siempre parece imposible hasta que lo logras”, les dijo a sus seguidores en Nueva York. “Pues bien, amigos, lo hemos logrado”.
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