El secretario de Defensa de EE UU insiste en el éxito de los bombardeos en Irán y ataca a la prensa por ponerlo en duda
Hegseth celebra la “operación militar más compleja y secreta de la historia” en una comparecencia con nuevos detalles sobre el ataque que no zanja el debate sobre el daño real causado al programa nuclear de Teherán

El secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, compareció este jueves en el Pentágono con dos objetivos: insistir en el éxito de la operación militar lanzada durante el fin de semana por Donald Trump contra tres instalaciones iraníes de enriquecimiento y almacenamiento de uranio —Fordow, Natanz e Isfahán— y atacar a la prensa que estos días ha puesto en duda ese éxito.
En una intervención airada, Hegseth abundó en la idea, lanzada por Trump en las horas siguientes al ataque, de que este provocó un daño irreparable al programa nuclear de la República Islámica. No dio, con todo, argumentos suficientes para zanjar el debate abierto por un informe de inteligencia preliminar que se filtró el martes y que dice que el bombardeo solo logró retrasar unos meses ese programa. La filtración, denunciada inmediatamente por la Casa Blanca, ha provocado que esta cambie las reglas de la información confidencial que comparte con el Congreso estadounidense, un gesto del que hay pocos precedentes.
“Llámenlo como quieran: las instalaciones fueron destruidas, diezmadas o pulverizadas”, dijo el jefe del Pentágono en referencia al término que Trump usó el sábado, obliterated, y que se ha convertido en el más repetido desde entonces en Washington como parte de una intensa discusión semántica. Hegseth empezó definiendo el ataque como “la operación militar más compleja y secreta de la historia”, una declaración que demuestra una cierta amnesia con eventos históricos más allá de las interpretaciones, como el desembarco de Normandía. “Fue un éxito rotundo, que culminó en un acuerdo de alto el fuego y el fin de la Guerra de los 12 Días [entre Israel e Irán]“, remató.
Hegseth atribuyó todo el mérito al presidente estadounidense y citó un informe de la Comisión de Energía Atómica de Israel, que da por hecha la destrucción de la “infraestructura crítica” de Fordow, así como a Rafael Grossi, director de la Agencia de Energía Atómica de la ONU, que afirmó este jueves que “los ataques estadounidenses e israelíes causaron enormes daños a las instalaciones nucleares de Irán”.
También empleó buena parte de su intervención inicial, antes de dar paso al jefe del Estado Mayor, el general Dan Caine, en atacar a la prensa por su cobertura de las consecuencias del bombardeo. “Al buscar escándalos”, dijo Hegseth alzando la voz, “ustedes se pierden momentos históricos como el éxito de Trump en la OTAN [en cuya cumbre de esta semana en La Haya el presidente ha logrado arrancar un aumento del gasto militar de los socios de la Alianza] o el reclutamiento a niveles nunca vistos que están registrando el ejército, la Fuerza Aérea y la Marina”.
Operación Martillo de Medianoche
La pareja repetía después de la comparecencia para dar detalles sobre la Operación Martillo de Medianoche el domingo pasado. Si el jefe del Pentágono se concentró en la ofensiva política, Caine se reservó la tarea de defender el honor y la valentía de sus militares —que la prensa no ha puesto en duda— y de ofrecer nuevos detalles sobre la operación, que, por más jugosos que fueron, no resolvieron todas las incógnitas sobre el daño real causado.
El general compartió fotos y vídeos en los que aparentemente se ve la entrada de los proyectiles en la tierra que cubre la instalación de Fordow, que se calcula que está enterrada a una profundidad de entre 45 y 90 metros bajo las montañas al sur de Teherán (de Natanz e Isfahán prácticamente no se habló). Las autoridades iraníes cubrieron la boca de esa instalación con hormigón, contó Caine, pero bastó una de las bombas para que ese tapón saltara por los aires. “Las número dos, tres, cuatro y cinco penetraron por el conducto a una velocidad de 30 metros por segundo”, añadió. Según afirmó Grossi a Radio Francia Internacional, las centrifugadores de enriquecimiento de uranio de Fordow ya no están operativas.
El jefe del Estado Mayor también dijo que la operación del sábado pasado se empezó a gestar en 2009, y que el ejército estadounidense desarrolló el arma, esas bombas GBU-57 antibúnker que soltaron sobre las instalaciones los aviones B-2, con el programa nuclear iraní en mente.
Hegseth, expresentador de Fox News, pareció más preocupado en salir al paso de las informaciones de medios como la CNN o The New York Times, que el martes publicaron el informe preliminar de cinco páginas de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA son sus siglas en inglés), dependiente del Pentágono.
El análisis decía que Teherán había tenido tiempo de trasladar gran parte de las reservas iraníes de uranio enriquecido, de la clase que se emplearía en la fabricación de un arma nuclear, antes de los bombardeos, previsiblemente, a otras instalaciones secretas repartidas por Irán. A la periodista (de Fox News) que preguntó a Hegseth sobre ese extremo, el jefe del Pentágono, que llegó al puesto inesperadamente y que entiende el papel de la prensa en asuntos de defensa como mera aliada del poder, le respondió con otra descalificación personal, pero no con una aclaración sobre si sucedió o no.
Enfado de Trump
La publicación de esa información confidencial provocó el enorme enfado del presidente estadounidense, porque, de ser cierta, entraría en franca contradicción con las palabras con las que definió la operación a las pocas horas de producirse, durante una breve intervención desde la Casa Blanca. Trump dijo que las instalaciones, y, con ellas, el programa nuclear iraní, habían resultado “completa y totalmente pulverizadas” por los bombardeos. El presidente estadounidense empleó en realidad, con la precisión que aparentemente buscaba, la palabra obliterated. En inglés, significa “eliminar sin dejar huella alguna”. Obliterar, según el diccionario de la RAE, tiene dos acepciones: “anular, borrar, anular o tachar” y, en un ámbito médico, también “obstruir o cerrar un conducto o cavidad”.
El mandatario republicano convirtió el miércoles su conferencia de prensa en la cumbre de la OTAN casi en un monográfico para atacar a los periodistas de “medios fake news” (noticias falsas) que difundieron el informe, cuya existencia no ha negado nadie en su Administración, pero al que acusan de haber quedado superado por nuevos análisis. “[Esos reporteros] pudieron decir que la evaluación [preliminar] hablaba de un daño entre moderado y severo, y prefirieron quedarse con lo que les interesaba para su agenda política”, protestó Trump.
El miércoles, tanto Tulsi Gabbard, jefa de los espías estadounidenses, como el director de la CIA, John Radcliffe, cerraron filas. El segundo lo hizo con un comunicado que también posteó en X: “[La agencia] puede confirmar que el programa nuclear iraní ha resultado gravemente dañado por los recientes ataques selectivos”, se puede leer en el breve texto. “Esto incluye nueva información de una fuente y un método históricamente fiables que indican que varias instalaciones nucleares iraníes clave fueron destruidas y que harán falta años para reconstruirse”.
El anuncio de la convocatoria de prensa de Hegseth no se hizo (o no solo se hizo) por los cauces habituales. Fue Trump el que dio noticia de que este daría explicaciones a primera hora del jueves. Lo hizo, claro, en su red social, Truth, en un mensaje enviado a bordo del avión presidencial Air Force One que lo trajo de vuelta a Washington desde Países Bajos. La publicación decía: “El secretario de Defensa (¡de Guerra!), junto con representantes militares, defenderá la dignidad de nuestros grandes pilotos estadounidenses. ¡Estos patriotas estaban muy molestos!“.
Sobre esa idea de que la labor de los periodistas supone no solo un ataque contra él, sino también una bofetada a los militares que participaron en la misión, incidió el general Caine. Para ello, dio en el Pentágono datos personales sobre los pilotos que lideraron los bombardeos y sobre los que estaban en la base estadounidense en Qatar que fue atacada el lunes por Irán, y contó, con un lenguaje emocionado y casi como el narrador de una película bélica de sobremesa, lo que sucedió en esas 37 horas desde que los aviones salieron de una base en el Estado de Misuri y regresaron a casa. También detalló lo que les esperaba a la vuelta: “Los increíbles gritos de júbilo de sus familias”.
La última palabra, con todo, se la reservó Trump, que dijo, de nuevo en Truth, que la conferencia de prensa, de aproximadamente una hora, había sido “¡una de las mejores, más profesionales y más confirmativas (sic)!" que había visto. Al rato, y por cuarta vez en 24 horas, exigió en otro post (y en mayúsculas) el despido de los reporteros que dieron la exclusiva del informe preliminar de inteligencia que empaña el relato del éxito de su órdago militar en Irán.
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