Ir al contenido
_
_
_
_

Israel, una superioridad militar sin garantía de victoria total

A pesar del dominio aéreo y la sofisticación del armamento israelí, al régimen iraní le basta con sobrevivir para evitar la derrota, según expertos

El escudo antimisiles israelí intercepta misiles iraníes en Tel Aviv el 15 de junio.
Trinidad Deiros Bronte

El Grumman F-14 Tomcat se convirtió en un mito cuando en 1986 la película Top Gun arrasó en la taquilla, en parte por las escenas de acción en las que aparecía ese caza supersónico de diseño inconfundible que solo un país tenía fuera de los Estados Unidos: Irán. En 1978, Washington había entregado 79 Tomcat a su aliado, el régimen del sha Mohamed Reza Pahlevi. En febrero de 1979, se proclamó la República Islámica de Irán y con ella acabó el suministro de piezas y el contrato de mantenimiento con EE UU. Unos 65 Tomcat iraníes sobrevivieron luego a la guerra entre Irán e Irak (1980-88) y un puñado seguían operativos en la actual década. Los únicos, pues Washington retiró ese avión en 2006. Esta semana, el ejército israelí difundió un vídeo en el que destruía dos de esos cazas estacionados en Teherán.

Probablemente ya no volaban, pero ese ataque se convirtió en un símbolo del dominio aéreo de Israel, el país que el pasado 13 de junio atacó a Irán, un país con un poderío militar mucho menor, pero sobre el que la victoria total no está asegurada, incluso después de que Estados Unidos haya bombardeado Irán en la madrugada de este domingo, según expertos consultados por este diario.

En parte por lo ambicioso de los dos objetivos proclamados por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. El primero, destruir un programa nuclear que Israel da por hecho, sin presentar pruebas, que se dirige a obtener bombas atómicas —algo que Irán niega— y en el que Teherán lleva décadas invirtiendo en instalaciones y en formación —Israel ha matado a alrededor de una decena de científicos, pero quedan muchos más—. El segundo es acabar con un régimen también diseñado para sobrevivir y que “aún cuenta con una base de apoyo social rural que no son los profesionales liberales y las clases medias occidentalizadas que vemos desde Occidente”, recalca el analista de inteligencia y defensa Jesús Pérez Triana. En ese contexto, a las autoridades iraníes “les basta con no ser derrocadas” para poder clamar victoria.

Irán no es un enemigo pequeño. No es un partido-milicia como el libanés Hezbolá ni un grupo armado. Es una nación milenaria, con 90 millones de habitantes, frente a los 9,5 millones de Israel. Su territorio es unas 75 veces más grande que el israelí y cuenta con más de 600.000 militares en activo en sus dos ejércitos, uno regular pero infradotado, y otro paralelo, la Guardia Revolucionaria, cuyo cometido es precisamente defender a su sistema político islámico. Irán goza además de la ventaja que le da la profundidad estratégica de su extenso y montañoso territorio.

Israel, por su parte, tiene una poderosa industria de Defensa, un equipamiento y armamento puntero y 169.500 militares en activo, muchos para un país tan pequeño, además del apoyo férreo de Estados Unidos.

En la primera semana de la guerra, la balanza se ha inclinado del lado israelí. Netanyahu se ha jactado de ser el dueño de los cielos iraníes, no solo por la modernísima flota de aviones de combate de su país, sino por haber aniquilado en parte las defensas antiaéreas de Irán. El ejército israelí dispone de 39 unidades de una versión adaptada para sus necesidades estratégicas del caza estadounidense de quinta generación F-35 Lightning II. Esos aviones indetectables para los radares —a los que han dotado de tanques adicionales de combustible para poder alcanzar Irán, a casi 2.000 kilómetros—, se suman a unos 200 F-16 y F-15, entre otros.

Israel dispone en total de 339 aviones listos para el combate, según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS). Es también el único país de la región con armas nucleares, aunque nunca lo ha admitido: 90 ojivas, calcula el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI).

Cuando se comparan esos datos con los de Irán, las cifras son engañosas. De acuerdo con el IISS, el país dispone de 334 aviones de combate, pero esa flota está tan obsoleta que Teherán ni siquiera ha tratado de dar batalla con ellos. Los más modernos datan de los años noventa, como el MiG-29 Fulcrum. De ahí que Teherán haya apostado por el desarrollo de la industria de los drones y de la que ahora es su principal baza frente a Israel: los misiles balísticos.

Todo en un contexto de precariedad económica y sometido a unas sanciones por un programa nuclear que Teherán insiste en subrayar que se dirige a fines pacíficos, que le impiden adquirir armamento y tecnología occidental. Según el SIPRI, el gasto militar en Irán se redujo en 2024 un 10%, hasta caer a los 7.900 millones de dólares (unos 6.800 millones de euros), mientras que en Israel creció un 65%, hasta los 46.500 millones de dólares (más de 40.000 millones de euros), debido a su invasión de Gaza, que ha matado a más de 55.000 palestinos, la mayoría mujeres y niños.

Israel hace gala a su vez de una “innegable superioridad de inteligencia y destreza operativa”, señalaba esta semana un análisis de Émile Hokayem, director de Seguridad Regional de Oriente Próximo del IISS. Aludía a la compleja operación de inteligencia −a la que se ha comparado con la Operación Telaraña de Ucrania sobre Rusia−, por la que ese país introdujo unidades de comando y drones en el interior de Irán. Esa infiltración le permitió destruir, antes del ataque del día 13, buena parte de las defensas antiaéreas iraníes.

Pocas bazas

Irán respondió al ataque de Israel —que probablemente no esperaba que sucediera mientras seguía negociando un nuevo acuerdo nuclear con Washington— con esas únicas bazas: los misiles y los drones. El jefe del Mando Central de las Fuerzas Armadas de EE UU, el general Kenneth McKenzie, aseguró en marzo de 2020 que la República Islámica disponía de entre 2.500 y 3.000 misiles balísticos. De ellos, unos 2.000 aproximadamente podían tener alcance suficiente para llegar a Israel.

Los resultados de las salvas de misiles iraníes, que permiten mantener a Teherán una narrativa de resistencia frente a su enemigo, son hasta ahora modestos. Hasta el viernes, Irán había disparado 400 misiles balísticos sobre territorio israelí, según datos del Gobierno de Netanyahu, que reconoció que, de ellos, 40 impactaron. Esa cifra corresponde más o menos con el 10% de fallos de interceptación que los especialistas atribuyen al escudo de defensa antiaérea israelí.

Las cifras de víctimas en los dos países son elocuentes del diferente alcance de los ataques muertos: 24 muertos en Israel; 430 en Irán, según una cifra oficial de este sábado citada por los medios del país. El pasado miércoles, la ONG Hrana, un grupo de derechos humanos iraní con sede en Estados Unidos, había calculado ya que los fallecidos eran 585.

El 1 de octubre de 2024, cuando Irán replicó a un ataque previo israelí, sus fuerzas lanzaron 200 misiles contra Israel. En el actual enfrentamiento armado no ha alcanzado esa cifra en ninguna de sus arremetidas. Fabian Hinz, investigador en teoría de misiles del INSS, señala en un análisis que Teherán “originalmente planeó lanzar hasta 1.000 misiles pero se vio forzado a reducir la operación”. Pérez Triana lo atribuye a que los asesinatos de militares iraníes de alto rango a manos de Israel rompieron la cadena de mando y a que esos ataques han tomado también como blanco las lanzaderas de misiles en Irán.

El mero hecho de que Teherán esté teniendo que recurrir a utilizar su arsenal de misiles “indica un fracaso generalizado de su estrategia militar”, destaca Fabian Hinz. Esa estrategia se basaba fundamentalmente en la disuasión, no en la confrontación abierta, y se apoyaba en gran parte en el llamado “Eje de Resistencia”, la red informal de milicias aliadas, armadas y entrenadas por Irán en países de la región —más cercanos a Israel, excepto en el caso de los hutíes de Yemen— que aumentaban la amenaza contra su enemigo. Con Hamás sometido en Gaza; las milicias proiraníes de Irak que han adoptado de momento un perfil bajo, y, sobre todo, con la joya de la corona del eje, Hezbolá, muy debilitado, “el largo brazo de Irán es menos robusto y mucho más corto que antes”, sostiene en su análisis Émile Hokayem.

Irán está solo. “Rusia y China no acudirán al rescate”, asegura el especialista, mientras que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es para Netanyahu, “el socio complaciente que necesitaba, con un suministro ilimitado de armas e inteligencia, independientemente de los horrores que ha infligido en Gaza”. Con el ataque que empezó el día 13, Israel podría haber incurrido en un crimen de agresión, pero ello no ha suscitado ninguna condena explícita en los gobiernos occidentales, al contrario de lo que sucedió cuando Rusia invadió Ucrania en 2022. El derecho internacional define ese crimen como el uso de la fuerza armada por un Estado contra otro de forma incompatible con la Carta de Naciones Unidas.

Una de las preguntas ahora es cuánto tiempo aguantará Irán y cuántos misiles le quedan. Antes del ataque israelí, Washington consideraba que su capacidad de producción de esas armas era de unas 50 al mes, muchas, pero insuficientes para mantener una respuesta casi exclusivamente centrada en esos proyectiles durante mucho tiempo. Otra variable clave para evaluar hasta qué punto Teherán puede mantener el pulso es el tamaño de las reservas israelíes de proyectiles interceptores de misiles de su escudo de defensa antiaérea.

Se desconoce de cuántos de ellos dispone Israel, sobre todo porque, destaca el analista Pérez Triana, ese sistema es “específico” y el país depende de su propia producción. No es, explica, “como en el caso de Ucrania”, un país que utiliza “baterías antiaéreas Patriot y puede pedir a sus aliados que le proporcionen los misiles de interceptación”.

Guerra de desgaste

El devenir de este conflicto es incierto. No estamos, apunta Guillermo Pulido, experto en la interrelación entre tecnología y doctrinas militares, ante una “guerra mecanizada convencional, donde se invadía a un país enemigo, destruías al ejército adversario, tomabas su capital y se concluía con un tratado de paz”. Este analista cree que el conflicto entre Irán e Israel podría derivar a una “guerra de salvas”; un concepto acuñado por él mismo que describe a un conflicto bélico que se prolonga en el tiempo en el que dos enemigos intercambian periódicamente ataques con proyectiles.

Pérez Triana apunta también a una posible guerra de desgaste, en la que Israel difícilmente conseguirá completamente sus dos objetivos declarados. Aunque la de Estados Unidos ―que ha golpeado instalaciones nucleares claves como la de Fordow, cambiará “la ecuación”―, el analista considera que lo único “que puede garantizar que Irán no se dote de armas nucleares es un acuerdo diplómático”. En cuanto al objetivo de derrocar al régimen iraní, sostiene que un sistema político “no cae por las presiones externas, sino porque hay una fractura interna”, sobre todo porque este experto considera que la implicación de Estados Unidos será en una campaña de objetivos limitados: destruir los emplazamientos más protegidos del programa nuclear militar iraní.

Todos los estudios israelíes que se conocen sobre el escenario de una guerra con Irán, añade Pulido, “requerían la intervención directa de Estados Unidos para acabarla rápida y decisivamente”. Incluso si Israel no logra derrocar al régimen y solo consigue un más realista retraso de varios años en el desarrollo nuclear de Irán, ambos países tratarán de cantar victoria. “Si el régimen iraní ha resistido la embestida y se mantiene en pie”, dirá que ha vencido frente quien “pretendía derrocarlo”, explica Pérez Triana, mientras que Israel y Estados Unidos se jactarán de haber logrado “destrozar el programa nuclear” iraní.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_