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El aumento de casos de violencia de extrema derecha inquieta a Portugal

La policía detiene a seis integrantes de una milicia neonazi que se entrenaba para una acción. Un actor y dos voluntarias de ONG sufrieron agresiones hace una semana

Manifestación organizada por el grupo neonazi 1143 contra los musulmanes, celebrada en Lisboa el 3 de febrero de 2024.
Tereixa Constenla

Ya no son casos esporádicos ni grupúsculos reducidos. La violencia de extrema derecha cuenta cada vez con más adeptos en Portugal, incluidos algunos integrantes de las fuerzas de seguridad, y sus agresiones son cada vez más frecuentes. La Policía Judicial acaba de asestar un golpe al grupo neonazi Movimento Armilar Lusitano con la detención este martes de seis personas, entre ellas un jefe de la Policía de Seguridad Pública (PSP) destinado en la Policía Municipal de Lisboa, y la confiscación de explosivos y armas, algunas diseñadas por impresoras 3D. Tras su comparecencia el miércoles ante el juez, se decretó el ingreso en prisión preventiva de cuatro detenidos, incluido el policía, considerado uno de los líderes de la organización. Están acusados de cometer delitos de odio, terrorismo y posesión de armas ilegales.

El movimiento funcionaba como una milicia, con entrenamientos con armas, y había sido fundado en 2018 por, entre otros, el agente detenido. Entre sus integrantes, repartidos por diferentes localidades, figuraban empleados de empresas de seguridad privada y de otras fuerzas policiales. En los canales de Telegram que usaban, donde se intercambiaban mensajes de otros grupos extremistas, participaban alrededor de 900 miembros. Manuela Santos, la jefa de la Unidad Nacional de Contraterrorismo de la Policía Judicial, que dirigió la operación, explicó que el movimiento estaba “armándose, reclutando miembros y entrenándose para realizar una acción”. Santos reconoció que desconocían cuál, pero se mostró convencida de que estaba “en su horizonte”.

La proliferación de grupos que practican o alientan la violencia está creciendo gracias a internet, en especial entre chicos jóvenes. Armindo Pontes, inspector jefe de la Unidad Nacional de Contraterrorismo que dirigió la operación contra el líder de un grupo que promovió matanzas escolares en Brasil y que vivía en Portugal, alertaba hace unos días sobre el aumento de este fenómeno. Al menos tres jóvenes fueron detenidos en el país en los últimos años por preparar acciones violentas. “Son casos a los que damos prioridad absoluta porque a veces hay menores implicados y representan un peligro inminente”, explicaba a EL PAÍS.

Tras la operación contra el Movimento Armilar Lusitano, el director de la Policía Judicial, Luís Neves, insistió en que los delitos de odio son un fenómeno “muy grave” que está creciendo. “Vemos un reclutamiento de camadas cada vez más jóvenes a través de internet”, dijo.

La Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia del Consejo de Europa alerta, en un informe sobre Portugal publicado este miércoles, sobre esta violencia y reclama a las autoridades que adopten “las medidas necesarias” para reforzar la persecución contra los delitos de odio y discriminación. “En Portugal se ha producido un fuerte aumento del discurso de odio, dirigido principalmente contra personas migrantes, gitanas, LGTBI y personas negras”, advierten. Sin citar líderes ni siglas, la Comisión muestra su preocupación por “el discurso divisivo e incendiario empleado por algunos políticos”.

La operación desplegada por la Unidad Nacional de Contraterrorismo coincidió con el primer día de debate del programa de Gobierno en el Parlamento y se convirtió en parte del rifirrafe político, con el líder de Livre, Rui Tavares, responsabilizando a Chega, la formación de ultraderecha, de fomentar el discurso del odio que deriva en violencia. Preguntado en los pasillos por la operación policial, el líder de Chega, André Ventura, condenó la “violencia” de cualquier tipo y aseguró que aspira a transformar el país “por los votos, por la democracia”.

Chega, segunda fuerza parlamentaria

La preocupación entre políticos y ciudadanos sobre la expansión del fenómeno es notable tras la sucesión de episodios, sin conexión entre ellos pero unidos por una ideología extremista y ultranacionalista, y que coinciden con un crecimiento vertiginoso de Chega, que se ha convertido en la segunda fuerza parlamentaria por delante de los socialistas en apenas seis años de vida.

El primer caso, ocurrido el martes de la semana pasada, consistió en la agresión al actor de la compañía de teatro La Barraca Adérito Lopes, poco antes de la función de una obra de Luís de Camões en Lisboa. Un grupo de personas, a plena luz del día, insultaron a varios intérpretes y atacaron a Lopes, que tuvo que ser hospitalizado. Los vídeos grabados poco después de los hechos muestran a varios hombres pertenecientes al grupo neonazi internacional Sangre y Honor, entre ellos uno que había estado implicado en el asesinato racista de Alcindo Monteiro, un portugués de origen caboverdiano que murió a manos de un grupo de skinheads hace 30 años.

Horas después se registró otro acto de violencia en Oporto, contra dos voluntarias de una organización humanitaria que distribuye comida a personas sin hogar. Las mujeres recibieron insultos, empujones y puñetazos de dos hombres de 24 y 27 años que hicieron el saludo nazi y las acusaron de contribuir a aumentar el número de inmigrantes en Portugal. Uno de ellos fue detenido tras golpear a uno de los policías que acudió al lugar.

Además, se han registrado episodios de violencia verbal como el sufrido por el imán de la mezquita central de Lisboa, David Munir, durante su participación en el encuentro nacional en homenaje a los antiguos combatientes celebrado en Lisboa el pasado 10 de junio. Incluso durante la manifestación del 25 de Abril, que conmemora la caída de la dictadura y que suele desarrollarse en un clima festivo y pacífico, ocurrieron algunos altercados protagonizados por neonazis, que acabaron con varios detenidos, incluido un funcionario de prisiones.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.
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