Las últimas muertes de periodistas en Gaza elevan la presión sobre el colectivo: “La situación es exageradamente peligrosa”
Fallece el último de los cinco reporteros que fueron objetivo del ataque israelí en el Hospital Al Ahli Bautista. Alrededor de 200 han muerto desde el comienzo de la guerra


Hamza Qraiqea estaba allí y lo grabó todo. Un dron israelí había lanzado un misil en una de las zonas abiertas del Hospital Al Ahli Bautista en ciudad de Gaza, al norte de la Franja. Un grupo de periodistas que cubren el conflicto desde sus instalaciones eran el objetivo y cinco murieron en el ataque. Tres perdieron la vida de forma inmediata y otros dos, después —el último, este jueves— debido a la gravedad de sus heridas, según informaron los medios para los que trabajaban. Las imágenes de vídeo que captó el fotógrafo palestino y que ha compartido en su cuenta de Instagram muestran, entre otras escenas, el cuerpo sin vida de uno de sus colegas bajo un árbol, junto a una mesa de la que cuelgan las regletas de enchufes.
La cifra de informadores muertos en el conflicto varía según la fuente, oscilan entre los 178 que estima el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) y los 226 que contabiliza ―incluidos los fallecidos este jueves― la oficina de medios de Hamás, que gobierna de facto el territorio. Independientemente del número que se tome por bueno, Gaza es la mayor tumba de periodistas del planeta.
Reporteros Sin Fronteras (RSF) investiga cada caso para determinar si fueron atacados deliberadamente y en el ejercicio de sus funciones. Según sus pesquisas, desde la guerra que comenzó a partir de los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023, en 45 de ellos la ONG “tiene suficientes elementos, testimonios, imágenes e incluso grabaciones para señalar con firmeza que hubo una intención deliberada de atacar a la prensa”, afirma Jonathan Dagher, responsable de RSF para Oriente Próximo. “Lo que no significa que el resto no fueran un objetivo, sino que no se ha podido probar”, matiza.
La ONU eleva esa cifra de reporteros fallecidos por agresiones a propósito a 47. En un comunicado de mayo, recuerda además que 49 periodistas palestinos permanecen detenidos en cárceles israelíes, según la Comisión Palestina de Detenidos y Exdetenidos.
“En ocasiones, el propio ejército israelí afirma que hubo un ataque dirigido, y luego acusa al periodista de colaborar con Hamás, de ser un francotirador o de cualquier otra justificación que desde RSF calificamos como infundada”, anota Dagher. Tras conocer la noticia de las cinco nuevas muertes del jueves, la ONG redactó una carta abierta a la que se han sumado más de 130 medios y organizaciones periodísticas para pedir “un acceso inmediato, independiente y sin restricciones de los medios de comunicación internacionales a Gaza” a los que Israel impide la entrada desde el inicio de la guerra, así como “la plena protección de los periodistas que siguen informando bajo asedio”.
Uno de esos periodistas que continúan informando, pese a los riesgos y las dificultades inimaginables tras 20 meses de guerra, es Mazen Breem, que trabaja para la televisión en árabe Al ghad Tv desde el Complejo Médico de Nasser en Jan Yunis. Allí murió hace tres semanas uno de sus colegas, Hasan Aslayah, en otro ataque del ejército israelí, que bombardeó la tercera planta del hospital donde se recuperaba de las quemaduras sufridas en un ataque tres meses antes, cuando las garitas donde se aloja y trabaja la prensa dentro de las instalaciones del complejo fueron bombardeadas.
“Continúo mi labor periodística a pesar de las circunstancias extremadamente difíciles. Trabajo bajo una presión extrema, ya que la situación que nos rodea es exageradamente peligrosa”, escribe Breem por mensajes de texto. “Intentamos cubrir los acontecimientos sobre el terreno a pesar de los constantes bombardeos, lo que convierte cada momento en un verdadero desafío. Nuestra presencia sobre el terreno es esencial para transmitir la verdad, pero nos expone a un peligro constante”.
Pese al riesgo que sabe que corre cuando se enfunda el chaleco de prensa, Breem cree que continuar con su labor es el único modo de “informar de los hechos tal como son, sin distorsión ni manipulación, para arrojar luz sobre el sufrimiento y defender los derechos de las personas”.
Además de ofrecer contenidos a su cadena, el periodista comparte en su cuenta de Instagram fotos y vídeos del espanto diario del que es testigo: niños famélicos, amputados, quemados, madres que lloran a sus hijos sin vida, ruinas y sangre. “Ver muerte y sufrimiento a diario deja una profunda huella en el alma. Es imposible permanecer impasible ante tal cantidad de dolor y destrucción. Siento mucho estrés y presión psicológica, pero intento mantenerme firme porque mi papel como periodista es transmitir esta verdad al mundo, para que este sufrimiento no quede en la sombra. Documentar esto no es fácil, pero es un deber”, defiende.
― ¿Qué sientes cuando os acusan de ser terroristas?
― Es una pregunta dolorosa, pero importante.
Breem dice que se le “rompe el corazón” cuando “el coraje” de sus compañeros es “recompensado con su liquidación” y son “etiquetados como terroristas por llevar una luz a la oscuridad del mundo”. En su opinión, estos ataques a la prensa tienen un objetivo claro.
“Cuando a un periodista lo llaman ‘terrorista’ para justificar su asesinato, no solo se intenta despojarlo de su humanidad, sino también desacreditar deliberadamente la verdad que lleva consigo su pluma, su cámara y su voz. El sentimiento es de profunda traición... No solo por parte de los perpetradores, sino de un mundo que a veces prefiere creer la historia más fácil, aunque sea injusta”, responde. Breem siente una “amenaza constante” por ejercer el periodismo. “Como si decir la verdad fuera un delito. La sensación es de soledad en el terreno, donde el único escudo que te protege es tu conciencia y la única garantía de tu vida es no ser visto”.
En una cruzada contra la impunidad, Reporteros Sin Fronteras ha presentado cuatro denuncias ante la Corte Penal Internacional, pidiendo que “se investiguen los 200 crímenes, y en particular los 45 de los que tiene evidencias, que creemos constituyen crímenes de guerra”, anota Dagher. Además de los asesinatos, “ha habido periodistas que han recibido amenazas, que han sido detenidos, arrestados y torturados, incluso después de identificarse como prensa. Así que no se puede negar que los periodistas son objetivos en esta guerra, y que están siendo atacados por el ejército israelí”, agrega el responsable de RSF para Oriente Próximo. “Esperamos justicia”.
Fuera de Gaza, las organizaciones también han documentado otros atropellos a la libertad de prensa por parte de Israel, que se enorgullece de ser la única democracia en la región. “No veo cómo una democracia puede asesinar periodistas, imponer un bloqueo mediático y suprimir el periodismo”, opina Dagher. “Incluso los reporteros israelíes han sido sometidos a mucha censura. Hay un clima preocupante de presión política sobre los medios. Muy pocos cubren el coste humano y civil en Gaza; la mayoría simplemente repite la línea oficial del gobierno y los que son críticos sufren mucha presión”, detalla el experto.
Y en la Cisjordania ocupada, ejercer el oficio es todavía más complicado. Sirva de ejemplo que el ejército israelí prohibió a un grupo de periodistas internacionales acompañar al ganador de un Oscar Basel Adra a su casa en Masafar Yata —20 kilómetros al sur de Hebrón— este lunes. El codirector del documental No Other Land había invitado a la prensa a documentar el destrozo que ha llevado a cabo el Gobierno de Benjamín Netanyahu en su comunidad en las últimas semanas. No fue posible: más de una decena de militares y policías cortaron el paso desde la carretera.
Desde el 7 de octubre de 2023, cuando Hamás atacó Israel al matar a más de 1.200 personas y secuestrar a más de 250, informar desde Cisjordania es un desafío a veces insalvable, pese a que en este territorio el grupo islamista no tiene presencia. “Hay decenas de periodistas actualmente en cárceles israelíes sin juicio justo. Si miramos todos los abusos contra la prensa en Gaza ocupada y en Cisjordania, nada de eso es democrático”, zanja Dagher.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
