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Barbara F. Walter, experta en conflictos civiles: “Veo a Trump provocando una guerra exterior para forzar un tercer mandato”

La socióloga analiza en un libro qué separa a las democracias de las autocracias y cómo esa zona gris, en la que sitúa a EE UU, es propicia para el enfrentamiento fratricida

Iker Seisdedos
Barbara F. Walter

Barbara F. Walter (Bronxville, Nueva York, 60 años) lleva toda su carrera estudiando qué conduce a los países a una guerra civil y las maneras de evitarlo. Profesora de Ciencia Política de la Universidad de California en San Diego, durante el primer mandato de Donald Trump empezó −sobre todo, a raíz de la pandemia y del asalto al Capitolio− a tener la incómoda sensación de que las “señales de inestabilidad” que había visto en lugares como Yugoslavia, Siria o Irak empezaban a asomar en el suyo. En 2022, la publicación de su nuevo ensayo, Cómo empieza una guerra civil, que ahora traduce al español Gemma Deza Guil en Península, causó un considerable impacto intelectual en Estados Unidos.

En el libro, que incluye entrevistas a supervivientes de guerras civiles y presenta con rigor científico todos los precedentes antes de emitir su diagnóstico, argumenta que su país cumple los dos requisitos que suelen concursar antes de un conflicto fratricida: la emergencia de dos facciones, organizadas a ambos lados de las líneas que pintan “la raza, la religión o la identidad”; y el hecho de que el país cayera por primera vez desde su fundación en el grupo de eso que el laboratorio de ideas Center of Systemic Peace llama “anocracias”, regímenes que se sitúan en los grises entre las democracias completas y las autocracias puras, dos sistemas que, por razones opuestas, nunca se deslizan hacia una guerra civil. Se trata de una escala en la que las primeras califican con un +10 y las segundas, con un -10. En medio quedan esas anocracias, países que están entre el -5 y el +5.

Algunas de esas ideas, que generaron un interesante debate y le valieron acusaciones de alarmismo y de practicar el peligro del arte de las profecías autocumplidas, ingresaron después en la cultura pop con la película Civil War (2024), distopía que imaginaba unos Estados Unidos en mitad de una guerra civil entre un despótico Gobierno federal y las milicias secesionistas.

Walter concedió esta entrevista el jueves pasado, por videoconferencia y desde California.

Pregunta. ¿Le gustó la película?

Respuesta. Me invitaron al estreno en Nueva York y no fui porque no quería que se interpretara que la estaba legitimando. Pensé que sería terrible. Pero la vi y creo que hicieron un excelente trabajo al presentar al público estadounidense qué tipo de guerra civil viviríamos hoy.

P. No se parecería a la primera: el Norte contra el Sur…

R. No habría soldados ni tanques, aunque estos salen al final de la película. Tendría el aspecto de la secuencia de la gasolinera, en la que se ve a unos tipos ahorcados en el granero. Así es una guerra civil del siglo XXI. Es la anarquía la que permite que ocurran todas estas luchas subterráneas. Si tu vecino siempre quiso un pedazo de tu granja, te matará y te lo quitará… Los estadounidenses no se dan cuenta de lo rápido que sucedería, o de cómo, cuando sucede, la mayoría ni siquiera se daría cuenta, porque tienen un sesgo de statu quo; la esperanza de que las cosas se arreglarán solas.

Fotograma de la película 'Civil War', de Alex Garland.

P. Han pasado tres años desde que publicó el libro. ¿Qué ha cambiado desde entonces y con el regreso de Trump a la Casa Blanca?

R. Han pasado muchas cosas, pero las condiciones que describo en él siguen igual. O peor. Estamos plenamente instalados en una anocracia. Con la vuelta de Trump, se ha producido una caída drástica de la calidad del sistema. Sucede rápido, y todo indica que el presidente quiere debilitarlo aún más. Si puede, eliminará los contrapesos del poder ejecutivo. Puedo imaginarlo como un dictador.

P. ¿Cuándo ingresó Estados Unidos en ese club anocrático?

R. En diciembre de 2020 bajamos a +5. Fue la primera vez en la historia. Salimos a mediados de 2021, cuando se vio que Trump dejaría la presidencia pacíficamente, y que su sucesor [Joe Biden] no intentaría explotar las características antidemocráticas del sistema estadounidense. Subimos a +8. Yo ahora diría que estamos en +3, posiblemente menos. El riesgo de una guerra civil no solo se da cuando un país entra en la zona de la anocracia, es también preocupante si se produce un cambio de dos o más puntos en un periodo de cinco años. Pues bien: hemos caído al menos cinco en cuestión de meses.

P. En 2022, cuando salió su libro en EE UU, se interpretaba que el principal riesgo para una guerra civil era que los demócratas ganaran… ¿Es menor el peligro dado que venció Trump?

R. No, es diferente. Generalmente, las guerras civiles las empieza el grupo que está perdiendo poder o que no lo tiene y aspira a conseguirlo. Los partidarios de Trump en la extrema derecha y el movimiento MAGA, con un fuerte componente cristiano y blanco, están en declive. Si Biden hubiera ganado, se habrían movilizado. La duda es si Trump amañará las elecciones, si entorpecerá el voto y si logrará como pretende purgar los censos electorales. Todo eso complicaría mucho que los demócratas vuelvan a ganar, y una alternancia es indicativa de un sistema saludable. Es el modelo de [el primer ministro de Hungría Viktor] Orbán. Hay elecciones, pero Trump, o los republicanos, siempre ganan, y más de la mitad de la población estadounidense pasaría a verse excluida del Gobierno. Los demócratas seguramente comenzarían a movilizarse para exigir reformas. Y si vieran que no pueden obtener el poder por medios no violentos, podría cundir el extremismo.

Trump, el pasado 8 de abril, durante un acto de firma de decretos en la Casa Blanca.

P. La extensión del poder ejecutivo es uno de los factores que, según indica en el libro, definen la pérdida progresiva de la democracia. Tal vez sea ese rasgo el que más está definiendo los primeros compases de la segunda presidencia de Trump…

R. Cualquiera que estudie el siglo XXI sabe que los autócratas ya no necesitan dar un golpe de Estado. La forma más fácil de convertirse en dictador es presentarse a las elecciones como un populista, ser elegido legalmente y luego, muy lentamente, entre bastidores, empezar a eliminar los controles al poder ejecutivo. Orbán fue el primero en hacerlo. Creó un manual autoritario y Trump ciertamente lo ha estudiado. También se ha fijado en [el expresidente brasileño Jair] Bolsonaro, en Duterte [Filipinas] y en otros hombres fuertes. Por otra parte, ha sido franco en sus intenciones. No se oculta, y ese es otro rasgo común a este tipo de políticos. Lo hacen con arrogancia, porque a sus partidarios les gusta eso. Trump tiene su propio manual: se llama Proyecto 2025. Cualquiera que lo haya leído sabe exactamente a qué atenerse. Lo está siguiendo al pie de la letra. Nada puede ser una sorpresa.

P. En su libro, recomendó a los estadounidenses que despierten ante la realidad de que la suya ya no es la democracia ininterrumpida más antigua. ¿Cree que le hicieron caso?

R. No, la mayoría de mis compatriotas no comprende nuestro sistema político, que es bastante complejo; se quedan con los ideales que les enseñaron en la escuela. Creo que si preguntara a la mayoría de los estadounidenses si creen que todavía somos una democracia le dirán que por supuesto, y me llamarán, como me llamaron, alarmista. Nada detendrá a Trump a menos que la opinión pública estadounidense esté dispuesta a salir a la calle y exigirle que pare.

P. ¿Es la resistencia adormecida que hemos visto en los primeros meses de Trump otra característica de una anocracia?

R. La gente tarda en protestar. Al principio, la mayoría estaba en shock, y Trump fue muy astuto al actuar con mucha rapidez, para que no estuviera claro qué estaba pasando. Cuando un individuo, una empresa o una universidad son atacados, lo primero es intentar protegerse. Y se toman medidas muy egoístas. Si cada uno actúa en su propio interés, todos terminan perdiendo. Los rectores de las universidades deberían reunirse y coordinar una estrategia contra Trump; sería mucho más efectiva que si cada uno va haciendo concesiones. Eso solo alimenta a la bestia.

P. ¿Qué opina de la decisión de los profesores Timothy Snyder, Marci Shore y Jason Stanley, tres estudiosos del fascismo, de dejar la universidad de Yale y mudarse a la de Toronto?

R. Que de algún modo pueden permitirse el lujo de hacerlo. Yo no solía preocuparme por lo que escribía. Siempre que publicas, te expones a las críticas y a que algún chiflado te contacte, pero nunca he tenido miedo de que el Gobierno me persiga, y ahora me preocupa. Ellos ya no tienen que pensar en eso. No solo consiguieron fácilmente un puesto en otro lugar, sino que estaban en condiciones de aceptar una gran reducción salarial. La gente no habla de algo que me parece importante: no confío en que las universidades nos protejan a los académicos cuando la Administración de Trump venga a por nosotros.

Proud Boys

P. Volviendo al tema del libro... ¿Qué cabe esperar en un escenario fratricida de los 1.600 presos del asalto al Capitolio que Trump indultó en su primer día?

R. Si Trump decide optar a un tercer mandato, o si pierde las próximas elecciones y no quiere dejar la Casa Blanca, los veo, sin duda, saliendo en su defensa. Ya lo hicieron, así que ahora, con más motivo. No van a dejar que les arrebaten su país.

P. La Constitución no permite un tercer mandato…

R. No hay nada que indique que Trump querrá renunciar al poder. Hay un precedente de un tercer y hasta un cuarto mandato [el de Franklin D. Roosevelt]. Fue en tiempos de guerra, pero en realidad, que Estados Unidos esté en guerra con otro país o con algún grupo extremista violento beneficia a Trump. Yo sí le veo usando esa excusa; es una estrategia a la que [el primer ministro israelí Benjamín] Netanyahu ya ha recurrido. Podría provocar un ataque contra Estados Unidos o iniciar una guerra exterior contra un país más débil; declarar el estado de emergencia y la ley marcial y hacer creer a la opinión pública que es demasiado peligroso cambiar de presidente en medio de tanta inestabilidad.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.
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