La idea del cristianismo como única verdad quedó obsoleta: bienvenidos a la posreligión
Un nuevo paisaje espiritual con formas híbridas se dibuja. Muchos agnósticos ya abrazan la meditación zen, la tecnología o trabajan la conexión de cuerpo, mente y espíritu


Estos días andamos sumergidos en el acuerdo tácito de comer y beber como si no hubiera mañana, en la maravillosa calidez de la compañía de familia y amigos, recordando a los que ya no están y mirándonos a los ojos al brindar por el río del tiempo y la rueda de la vuelta a empezar.
Algunos irán a misa, muchos a comprar regalos y casi todos, ni que sea por un instante, pensarán en ese no-sé-qué entre el más acá y el más allá. Aquella Verdad del antiguo Dios Todopoderoso hace mucho que dejó de ser única, pero en este siglo XXI, tan tecnológico y pos-posmoderno, las creencias persisten. El primer barómetro sobre Religión y Creencias de la Fundación Pluralismo y Convivencia, adscrita al Ministerio de Presidencia, señala que el 49% de personas en España declara tener creencias religiosas —mayoritariamente católica—, mientras un 51% no las tiene. De este grupo uno de cada tres cree en algún tipo de espiritualidad. “La sociedad española se está postsecularizando” —explica al teléfono la doctora en Derecho Eclesíastico, polítóloga y socióloga Eugenia Relaño, una de las autoras del barómetro—, “está viviendo un proceso de cambio sociorreligioso muy acelerado. Y a la vez están surgiendo formas híbridas de espiritualidad”.
Los datos atestiguan que hay nuevas formas de relacionarse con la cuestión de creer, al margen (al menos en parte) de las instituciones religiosas tradicionales. Es un nuevo paisaje religioso-cultural que algunos catalogan con el nombre de posreligión. La misma Rosalía, en su promoción de su disco Lux, habla de este concepto, refiriéndose a una espiritualidad fuera de dogma, más terrenal y libre. En una entrevista con Billboard afirmó que le interesa mucho “el concepto de posreligión, esa apertura en la que uno pueda resonar con ideas del cristianismo” y del resto de las grandes religiones. No en vano una de las inspiraciones de Lux es Simone Weil, quien en Carta a un religioso escribió: “La fe no es adhesión a un credo, sino un acto de atención total hacia la realidad”.
En este camino en busca de sentido (parafraseando el clásico de Viktor Frankl El hombre en busca de sentido), Relaño destaca que, más allá del binomio del creer / no creer, el paisaje religioso está viviendo una transformación rica y compleja, en la que muchos católicos no se consideran personas espirituales, sino que viven la religión como un hecho cultural y social, “como un marcador de pertenencia”, dice.
Relaño señala también que muchos agnósticos están adquiriendo creencias espirituales heterodoxas: la meditación zen, las terapias holísticas —que buscan la conexión de cuerpo, mente y espíritu—, el transhumanismo digital —la creencia de que con ayuda de la tecnología nuestras vidas serán mucho más duraderas—, el sufismo —una rama mística del islam—, o el neopaganismo —que recuperan rituales de adoración a diversos dioses, como el culto a los dioses olímpicos que se está volviendo a practicar en Grecia—. Es un nuevo paisaje inédito donde “cada uno se monta su propia semántica sobre lo que considera sagrado y lo que no”, y en el que los jóvenes viven sus creencias con naturalidad y libertad.
Para la socióloga francesa Corinne Valasik, autora junto el teólogo Xavier Gué del libro Religions en postmodernité. Vers une postreligion? (religiones en la posmodernidad. ¿Hacia una posreligión?, sin traducir al español), estamos ante una amalgama de acciones y devociones a imagen y semejanza del mundo actual: fragmentado, multicultural, neoliberal, identitario, globalizado y localizado, definido por internet y también por la crisis ecológica. De ahí la idea del término de posreligión. “No se trata de decir que la religión ya no forma parte de la sociedad, sino que adopta formas diferentes”, argumenta por correo electrónico Valasik.
Su tesis es que el concepto moderno de religión, que surgió en la Ilustración y estableció el cristianismo como “la única y verdadera”, se ha quedado obsoleto, y que el nuevo concepto da cabida a otros modos de creer, a dimensiones que a veces se dejan de lado como la relación con los antepasados, los espíritus o las nuevas formas de reencantamiento del mundo.
Hay otro factor que influye en estos cambios: en la actualidad, las personas con movilidad geográfica, que se cuentan por millones, mantienen vínculos muy fuertes con su país de origen gracias a las nuevas tecnologías, a través de las redes, lo que está dando lugar “al desarrollo de identidades transnacionales que están remodelando profundamente las religiones”, según Valasik.
En este nuevo mapa de creencias, la tierra —en el sentido local, y también en el planetario— parece recobrar su peso perdido. Según Paolo Pecere, autor de El sentido de la naturaleza (Anagrama), la nueva espiritualidad responde a un malestar muy extendido en la sociedad actual, donde la vida al aire libre y la proximidad a otros seres vivos están muy limitadas en comparación con el pasado.
Ante ello, muchos están regresando a lo rural, al contacto con el campo, buscando el cuidado y el bienestar psicofísico. Según Pecere, “necesitamos una implicación sensorial y emocional, que puede suscitarse de diversas formas, como el contacto directo con el medio ambiente, con otros animales, la unión emocional con el paisaje, e incluso formas de religión o espiritualidad”.
Otros pensadores también apuntan a la idea de que la espiritualidad está resurgiendo, abriéndose a otras posibilidades. “El ser humano es religioso por naturaleza, es decir, no se conforma con la dimensión inmanente o terrenal, sino que necesita la trascendente o espiritual. Necesita re-ligarse [religión viene del latín religare, que significa “volver a unir”] a algo más grande que él mismo”, explica por email el escritor y sacerdote Pablo d’Ors, autor de Biografía del silencio, Los contemplativos o Devoción.
Algo parecido opina el ensayista Juan Arnau, para quien nuestra cultura magnifica el ego hasta cotas estratosféricas, otorgando además a las abstracciones físicomatemáticas categoría de realidad. “Desde la revolución científica y la Ilustración se ha estado manejando un materialismo ramplón, fisicalista y mecánico”, escribe en su libro La meditación soleada.
En este nuevo paisaje de creencias, algunos se aprovechan de las necesidades humanas de conexión y pertenencia para hacer manipular o negocio. En el libro Conspirituality (Conspiritualidad, que publicará Capitán Swing), los ensayistas Derek Beres y Julian Walker advierten contra el auge de los influencers que mezclan espiritualidad y bienestar new age con discursos paranoicos, destapando estafas y dinámicas sectarias que proliferan en internet, engañando a los que buscan alivio en tiempos inciertos.
Las noticias explican que el número de personas que se describen como “paganas” —que creen en brujas, chamanes y druidas— se acerca a los 75.000 en el Reino Unido; hay encuentros evangélicos a favor del Armagedón en Estados Unidos, y en Argentina se organizan conferencias a precio de oro sobre la eterna juventud. A la hora de vivir en este misterioso mundo hay que ir con cuidado y no dejarse trolear. Y, si se puede, ir siempre bien acompañados. En La meditación soleada, Arnau escribe: “Lo único cierto no es la muerte. Lo único cierto es que ahora estamos vivos”. Brindemos por ello.
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