Ir al contenido
_
_
_
_
Trabajar cansa
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Roma ya es Venecia

El centro de la capital italiana se ha deshabitado como el de la ciudad flotante. Como no es una isla no da la misma aprensión, pero lo dicen los números. Ya solo viven 23.000 personas, la mitad de Soria capital

Roma
Íñigo Domínguez

No se debe volver a los lugares donde uno ha vivido, se suele decir, y se imagina que es por el efecto sentimental, que también, pero sobre todo, ahora me doy cuenta, es porque pasan 10 años, te encuentras con un conocido y tarda un minuto en reconocerte, o tú a él. E incluso a veces notas que lo simula, solo gana tiempo y en realidad cae mucho más tarde. Es más, alguno se habrá ido sin saber quién era yo, como me ha pasado a mí con ellos. Mi consuelo era pensar que al menos Roma no cambiaba nunca, pero me equivocaba. Jamás pensé que pudieran con ella, pero están pudiendo. En esta bendita ciudad siempre ha habido turistas, claro, pero resistía imperturbable al paso de las hordas, como durante siglos a los bárbaros. Sin embargo, desde hace unos años es como si se hubiera roto un dique de contención, la masa está arrasando con todo. No solo es el cierre de tiendas de toda la vida, que es imposible encontrar casa, que no puedes caminar por algunas calles, lo peor son las tonterías que ves hacer. El otro día vi unas parejas haciéndose selfis en un cadillac rosa al lado del Panteón (donde antes entrabas un momento si pasabas por ahí y ahora hay colas pagando 5 euros). Colas increíbles en garitos desconocidos que algún influencer ha dicho que son lo más, cuando en Roma no se ha hecho cola en la vida. Para un romano la cola no existe ni como concepto, no hace colas, si acaso, amontonamientos donde saltarse algo parecido a una cola. Hay colas en todas partes, no sé, hasta en la cerradura del Aventino. Visitar la Capilla Sixtina es una experiencia terrible, parece un after. Hasta colas para desayunar en el bar… y pedir lo típico del lugar: tostada con aguacate. Y a todas horas todo el mundo tomando spritz, otra invasión inexplicable.

El único consuelo es pensar que al menos esto no es Florencia, que es peor. Pero es más grave de lo que parece: Roma ya es como Venecia, el centro se ha deshabitado como el de la ciudad flotante. Como no es una isla no da la misma aprensión, pero lo dicen los números. En el centro ya solo viven 23.000 personas, la mitad de Soria capital, una caída del 38% en 10 años. En Trastévere es peor, ya viven solo 13.000, un 45% menos. Son barrios que están muriendo, convertidos en decorados vacíos llenos de heladerías.

Los romanos creen que Roma es indestructible, pues ellos mismos siempre la han maltratado, aunque la amen, y no pasa nada. Creen que siempre estará ahí, es como una relación con un ente vivo, superior. Pasa lo mismo con la Iglesia, son dos entes gemelos. El momento de mayor simbiosis de ambos es justo ahora, porque si no se han enterado este año hay jubileo. Ya sabrán lo que es, vas a Roma y te ponen a cero el contador de pecados. Es un gran negocio, tanto espiritual como económico. Por un lado, quienes vienen a Roma salvan el alma. Por otro, esas almas comen, cenan, duermen, y Roma está ahí para robarles todo lo que pueda y que salgan limpios, también materialmente. Lo diabólico es que en este juego de transacciones la ciudad pierde su alma. Se esperan 35 millones de visitantes, algo que sin duda empuja a la conversión: uno ya reza lo que sepa.

En 1592, en Roma había demasiadas prostitutas en las calles, ya no cabían. ¿Qué creen que hizo la autoridad papal? Pues el cardenal Rusticucci, vicario general, hizo un bando: “Dado que la experiencia demuestra que los lugares asignados en Roma para tolerar meretrices y mujeres deshonestas no son suficientes, se dispone que se aumente el espacio”. Es que también pagaban impuestos, valioso recurso para afrontar gastos extra, como construir una iglesia. El pecado y el turismo son un gran invento.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Corresponsal en Roma desde 2024. Antes lo fue de 2001 a 2015, año en que se trasladó a Madrid y comenzó a trabajar en EL PAÍS. Es autor de cuatro libros sobre la mafia, viajes y reportajes.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_