“Es como estrenar lo mismo dos veces”: ‘Wicked’ y la polémica costumbre de dividir una película en dos
‘Wicked: Parte II’ amplía en taquilla los beneficios de su antecesora, que ya cubrió gastos. Lanzar un estreno al precio de dos es la gran baza de la industria para exprimir franquicias, aunque alguno pueda sentirse timado


A Los Sírex no les llevó ni tres minutos explicar qué harían si tuvieran una escoba, pero el pasado año la película Wicked –es decir, el cuento El maravilloso mago de Oz (1900), de L. Frank Baum, desde la perspectiva de su villana– dedicó cerca de tres horas solo a narrar cómo la Bruja Mala del Oeste encontró el utensilio con el que vuela. No fue óbice para que el título protagonizado por Cynthia Erivo y Ariana Grande se convirtiese en la adaptación de Broadway más taquillera, sin necesitar más que la mitad de su libreto. Por el módico precio de otra entrada, acaba de llegar al cine la segunda mitad, Wicked: Parte 2, que en su primer fin de semana ha recaudado mundialmente cerca de 200 millones de euros (226 millones de dólares). El presupuesto conjunto orbita entre los 260 y 280 millones de euros, y esa cifra ya la cubrió con creces la entrega inicial con una taquilla de 690 millones, de modo que todo lo que esta segunda parte genere serán beneficios.
Negocio redondo, que ha expandido al cine un fenómeno que lleva más de 20 años en cartel en Broadway. Estrenado en 2003, el musical teatral homónimo es el cuarto más longevo del circuito y el segundo más exitoso, detrás de El rey león (1997). Con música de Stephen Schwartz y guion de Winnie Holzman, se inspira en una novela de Gregory Maguire, Wicked: Memorias de una bruja mala (1995), que jugaba a imaginarle una biografía favorable a la bruja verde de El mago de Oz, desde la idea de que los vencedores habían tergiversado la historia. La partición de Wicked en dos separa los actos en los que se divide el musical sobre las tablas, a pesar de que, en total y con descanso incluido, la representación no llegue a tres horas, lo que convierte la decisión en difícil de defender desde la mera fidelidad a la fuente.
No en vano, cuando comenzó la producción y el director Jon M. Chu hizo oficiales las dos películas, muchas voces tildaron la maniobra de sacacuartos. Alguno podía tener motivos para sentirse estafado: aunque en los créditos en pantalla apareciese rotulada como Wicked: Parte 1, el título oficial con el que aquella se promocionó en marquesinas o trailers ocultó el matiz y fue Wicked, a secas.
“Desde el lado cinematográfico, no tiene sentido. Desde el lado económico, sí”, explica a ICON Alberto Mira, profesor de cine en la Oxford Brookes University y experto en musicales, materia a la que ha dedicado varios libros. “El musical completo no da ni para una única película de tres horas, pero se han excusado en que han añadido un montón de cosas, como canciones nuevas”. La doble adaptación estira la duración a unas cinco horas, algo que se deja notar, especialmente, en su segunda entrega, que ha recibido peores críticas. En su defensa, el segundo acto de Wicked también se ha considerado siempre inferior al primero, como sucede en muchos musicales de Broadway, sobre los que recae la carga de resolver la trama en poco tiempo y después de que el acto uno cierre con un número por todo lo alto (en este caso, Defying Gravity, su canción más famosa). En Wicked: Parte II, la película, hay más tiempo para desarrollar cuestiones como la de los animales esclavizados, que queda casi olvidada en la obra, o seguir en paralelo los sucesos de El mago de Oz, también testimoniales en escena.
Ello no quita que cada parte tenga, argumentalmente, poca entidad. Lejos de presentarse como una película y su secuela, cada una con un relato propio, lo de Wicked es media historia en dos tandas, con un ritmo carente de economía narrativa. “Es no tener en cuenta cómo funcionan las tramas de una película. El final de Wicked [la entrega de 2024] no es ningún final”, opina Mira, que no duda de que “el criterio es, sobre todo, comercial”, aunque sus responsables hayan argumentado apasionadamente sobre el deseo de hacer justicia al original dándole más espacio. “La película se disfruta o no, pero lo que se busca es maximizar la audiencia y el número de cosas que se pueden vender. Ahora, de repente, pueden meter El mago de Oz. Ariana Grande va a tener un papel más grande. Van a meter canciones nuevas. El año pasado, la banda sonora no me la compré, porque sé que este año harán una edición en la que vendrán las dos partes. Es meter más cosas para tener más criterios de venta y estrenar una película dos veces. Otra vez hacen la misma campaña y las actrices tienen la misma oportunidad para el Oscar. Tiene que ver con cómo se hacen las películas ahora, pensadas para vender más cosas y obtener doble rentabilidad. Marvel también nos ha acostumbrado a ver una película como si fuera un capítulo de una serie de televisión”.
En la pasada edición de los Oscar, aunque Erivo y Grande no lograron la estatuilla, Wicked obtuvo dos premios –al mejor diseño de vestuario y diseño de producción– de diez nominaciones. Los creadores han confirmado que están explorando nuevas historias con las que ahondar en el “universo Wicked”. También, aprovechando el tirón, se ha estrenado una versión española de la obra recientemente en Madrid. La entrada es más cara que la del cine, pero ofrece principio y final, todo en uno.
Continuará
Dejar una historia en suspense, aunque pueda asociarse a las series y los llamados cliffhangers, es muy corriente en el cine comercial. El imperio contraataca (1980), la segunda película de Star Wars, terminaba con la famosa revelación sobre el vínculo entre su héroe, Luke Skywalker, y Darth Vader, además de la criogenización de Han Solo. Regreso al futuro II (1989) se atrevió a fundir a negro con un memorable final abierto donde los protagonistas quedaban colgados en distintas épocas de la historia. Misma estrategia de Piratas del Caribe: El cofre del hombre muerto (2006), que dejaba al personaje central en un limbo entre la vida y la muerte para zanjar su destino en el cierre de la trilogía.

Sin embargo, no dejaban de servir una narrativa satisfactoria, con conflicto propio y estructura aristotélica. Puede que Marty McFly no regresara al futuro al final de su segunda película, pero el meollo se resolvía: tras un intento egoísta de alterar el transcurso de la historia sacando provecho de un viaje en el tiempo y experimentando consecuencias fatídicas, Marty aprendía del error y lo conseguía enmendar. Su tercera entrega tiene tanta identidad individual que hasta cambia de género para ser una peli del oeste.
El fenómeno de la partición es distinto al de esas secuelas y tiene su precedente directo en Harry Potter y las reliquias de la muerte (2010-11), que adaptaba el séptimo y último libro de la saga, pero se dividió en dos películas, lo que permitió a Warner estirar una propiedad intelectual que aún sigue explotando, ahora con una serie en producción. La rentabilidad quedó probada rápidamente y le siguió Crepúsculo: Amanecer (2011-12), final cinematográfico de la franquicia de vampiros enamorados, también dividido en dos. De pronto, la industria se convirtió en entusiasta amiga de esa cultura fan que exigía fidelidad a las adaptaciones de sus ficciones favoritas y que no faltase detalle, a condición de venderle todos. El material que reposaba en la sala de montaje, en el contenido extra del DVD o en las versiones extendidas pasó a convertirse en metraje imprescindible de películas-evento, donde lo acumulativo es más importante que lo funcional.
El director Francis Lawrence, por su parte, reconoció sentirse arrepentido de dividir Los juegos del hambre: Sinsajo (2014-15) en dos partes. “Después de oír todas las reacciones y sentir el malestar de aficionados y críticos, me di cuenta de que resultaba frustrante y lo puedo entender. Hacer a la gente esperar un año [con la historia a medias] se percibió como deshonesto”, admitió a People. Lawrence volvió con una precuela, Balada de pájaros cantores y serpientes (2023), y la línea roja de que fuese un episodio unitario. De más de 150 minutos, cuenta con la mayor duración de la franquicia. “Es un libro grande, pero, con toda la mierda que nos tiraron por partir Sinsajo en dos, me dije: ‘De ninguna manera. Haré simplemente una película más larga”.
De una novela de apenas 300 páginas como El hobbit (1937), Peter Jackson también extrajo una trilogía de largas películas entre 2012 y 2014, precisamente para uno de los públicos más dados al consumo de versiones extendidas, el fandom de El Señor de los Anillos (2001-03). Para la notable ampliación, afirmó haber tenido en cuenta los apéndices de Tolkien. “Esa obsesión de poner todo lo que pasa en la puta novela en una película a mí, personalmente, me distrae un montón”, confiesa el profesor Alberto Mira. “Me imagino que va muy con el gusto de cierta gente, de los que se quejan de que faltan cosas, pero es que en una película tienen que faltar cosas. Se han hecho películas de Guerra y paz [1867] y tiene 800 páginas. En una película de dos horas evidentemente faltarán cosas, pero lo que puedes hacer es resumir y crear una narrativa propia. Toda la vida se han reducido materiales”.
Mira, en cualquier caso, concede que hay ejemplos afortunados, como Dune (2021-24), de Denis Villeneuve, otra película cuya entrega inicial omitió convenientemente el “parte 1” de su título. “En Dune pasa que es una novela inmensa. A mí la versión de David Lynch [de 1984] me gusta mucho, pero es verdad que en los últimos tres cuartos de hora va a toda pastilla. En la de Villeneuve se explica mejor, la trama avanza de otra manera. ¿Se podría haber hecho solo una película? Sí, claro, pero en esta novela es más difícil quitar elementos sin destruir el argumento, se te desmonta todo. Lynch lo intentó e incluso hizo un montaje de cinco horas. Pero Dino de Laurentis [productor] le dijo que ni hablar”.
Tampoco es que partir en dos garantice ingresos. El fracaso más sonado fue el de la trilogía Divergente (2014-16), cuya última entrega, Leal, se anunció como dos películas y fue a créditos con un “Final de la primera parte” del que jamás regresó, por el pésimo resultado en taquilla. Hasta Tom Cruise reculó después de que Misión imposible: Sentencia mortal. Parte 1 (2023) no cumpliese las expectativas económicas y eliminó el “parte 1” en plataformas, amén de retitular su secuela como Sentencia final (2025), para que nadie sintiese que tenía deberes pendientes. Desde 2023 llevan, entre tanto, Spider-Man: Cruzando el multiverso y Fast & Furious X sin conclusión y sin visos de tenerla próximamente, después de haber dividido la trama y que sus continuaciones atraviesen problemas de producción.
Si sacralizar los textos puede ser rentable, tiene sentido que el último en sumarse a la moda sea Mel Gibson, que ya ha anunciado La Resurrección de Cristo, su largamente planeada secuela de La Pasión de Cristo (2004), como dos películas. Al menos, en vez de que pasen años, su idea es plegarse a los 40 días entre el Viernes Santo y la Ascensión, para estrenar una en marzo de 2027 y otra en mayo. Nuevas maneras de pasar el cepillo.
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