Morad: “La gente me dice mucho marroquí... ¡si pago todos mis impuestos en España!”
El artista español más escuchado de Europa nació en el barrio de La Florida, en L’Hospitalet, es de ascendencia marroquí y, a sus 26 años, quiere dejar atrás los problemas. Su nuevo disco se llama ‘Reinsertado 2.0′


Durante la sesión no habla mucho y está pendiente del teléfono. Serio, alto y en forma, Morad El Khattouti (L’Hospitalet, 26 años) tiene aspecto de tipo duro. La mirada y ceño fruncido imponen. Parece dos hombres distintos: el que hace bromas con los amigos que le acompañan y otro, más hermético, con los desconocidos. Es la primera vez que se presta a una sesión de fotos con estilismo y cuesta vencer su desconfianza. Pero también es educado. Da un apretón de manos y las gracias a cada miembro del equipo. No cambia de actitud durante la entrevista. No le gustan, pero se esfuerza: “Intento decirlo todo en mi música, pero a veces me apetece explicar lo que hago”.
Aunque, incluso en un día como hoy, hay veces que a las preguntas del periodista responden mejor las letras de sus canciones. Cuando Morad no se siente cómodo con algunas prendas de ropa que le proponen para las fotos, por ejemplo, uno piensa en Mi barrio: “De pequeño nunca me llegaba para cocodrilo. Parches en rodillas, cosidas con pequeñitos hilos. No soy ni modelo, tampoco he tenido ni estilo”.
Cuentan que Morad era ese niño callado que oculta que su vida es un completo desastre. Empezó a interesarse por componer música internado en un centro de menores. Nunca conoció a su padre y, a los 12, ingresó en una casa de acogida tras perder su madre la custodia. “Cuando a mí y a mis hermanos nos separaron de mi madre fue muy duro. Soy su hijo, no quería que nos separaran, así que me escapaba para ir a verla. La quiero muchísimo. Ella me ha querido siempre y me ha apoyado en todo”, cuenta.
Ya ha cumplido el sueño de todo artista hecho a sí mismo, regalarle una casa. “Fue el mejor momento de mi vida. Aún recuerdo la sensación de tirarme a la cama y pensar: ‘Guau, es la primera vez que duermo sabiendo que mi madre tiene un techo comprado. Que no tiene que preocuparse de pagar alquiler”.

A los 16, Morad entra en otro centro de menores y decide volcar su rabia en la música. “Era una forma de desahogarme. Me lo tomé como un deporte, muy intensamente”, recuerda. Grababa sus rimas con el teléfono y se las enviaba a sus amigos. “Era la manera de probarme y de evitar las críticas que te hacen cuando sacas algo en internet. Mis amigos me apoyaron mucho desde el principio, me decían lo que les gustaba y lo que no”. Entre esos amigos se encontraba otro rapero mundialmente conocido, Beny Jr, con quien hoy comparte varios éxitos.
“Me gusta poder contribuir a que haya escuelas públicas y hospitales con mis impuestos. Yo he disfrutado de lo público desde pequeño: he ido a un colegio público, me han dado medicación más barata, me operaron..."
En 2018 Morad subió su primer tema y el resto es historia. Sus números son apabullantes. En los últimos años ha habido semanas en las que ha sido el artista más escuchado de España: en Spotify es difícil encontrar canciones suyas con menos de cinco millones de reproducciones, muchas pasan de 200 y alguna llega a 400. Tiene 14 millones de oyentes mensuales en la plataforma sueca, le siguen casi cuatro millones en YouTube y cuenta por decenas los discos de oro y platino. Parte del público le conoce por noticias ajenas a la música y la ultraderecha personifica en él los problemas de la integración de los hijos de migrantes en España, pero hay un hecho indiscutible: Morad es uno de los artistas más populares dentro y fuera del país, el español más escuchado en toda Europa, de nuevo, según los datos de Spotify, y el tercer europeo con más oyentes. Ha colaborado con grandes de su género, desde Eladio Carrión o Nicki Nicole hasta los franceses Ninho o Jul, uno de los artistas más escuchados del continente.
Este año ha sido el de su consagración. Empezó con un concierto en Barcelona ante 16.000 personas. Descomunal Morad en el Sant Jordi: el incontestable y apabullante héroe del barrio, tituló su crítica para EL PAÍS el periodista Luis Hidalgo. Después llegó la gira europea, que ha llevado a Morad de Francia a Noruega, pasando por Países Bajos, Reino Unido, Grecia, Albania, Italia o Alemania, en pabellones con aforo para miles.


“No es estadounidense, ni lo finge. Es de ascendencia norteafricana y canta en español. Sin embargo, también se dirige a los jóvenes de nuestras ciudades, y de Roma en particular, a juzgar por los dos conciertos con entradas agotadas”, se leía en el medio italiano OndaRock. “De no ser por la música nunca hubiese podido ir a esos lugares. Si no me imaginaba que llegaría a tocar en mi ciudad, imagínate lo lejos que veía actuar por todo el mundo, incluso en sitios donde no hablan español. Pero allí adonde voy quiero aumentar mi legado. La idea es volver más adelante. Si lo haces bien, te llamarán”, dice el rapero hoy.
“No sé nada de la policía. No, en serio. Ellos hacen su trabajo y yo sigo con mi vida”
Lo ha conseguido con canciones sin adornos. Sus temas de trap, drill o reguetón se reproducen en pequeños altavoces inalámbricos en las plazas, en coches con las ventanillas bajadas o en los pasillos de los institutos. Jóvenes de todo el mundo se sienten identificados. “Mucha gente que me escucha viene de un barrio como el mío. Han tenido problemas parecidos. Eso nos vincula”. Su barrio es La Florida, el de mayor densidad de Europa —casi 30.000 habitantes en 0,38 km2—, formado ya en su origen en los años sesenta por familias migrantes.
Pertenece a una nueva generación de ídolos, la que representa la capa social de jóvenes racializados nacidos en España, como los hermanos Williams o Lamine Yamal, de quien Morad es amigo. “No conozco ningún futbolista de su edad tan espabilado como él. Es buena persona, humilde... le tengo mucho cariño”, afirma. “Soy de la calle, por eso todo lo soñaba”, le canta a la estrella del FC Barcelona en un tema de su último disco. Lo explica: “Cuando vienes de la calle sueñas las cosas, porque te parecen imposibles. Lamine, como yo, viene de un barrio con sus más y sus menos. A mí me enorgullece que él haya dado a conocer Mataró. Es un ejemplo”.


Morad es el cronista de la calle y en sus fallos se pueden ver los de muchos jóvenes. Pero el pasado sigue ahí, como prueban sus dos últimos trabajos: Reinsertado (2023) y Reinsertado 2.0. “Pasé la infancia encerrado y me repetían mucho eso de ‘te tienes que reinsertar’. Empecé a odiar esa palabra. Es como si yo no fuera una persona. Pues mira, ya está, ya estoy reinsertado. He sacado mi música y me ha ido muy bien”, opina. Hay quien no lo tiene tan claro. Morad se las ha visto de todos los colores con la ley, como suelen recordar sus detractores. En 2024, fue condenado a seis meses de cárcel por saltarse un control de tráfico y conducir sin carnet. Por buen comportamiento, su pena se redujo a algo menos de dos meses y estuvo en régimen de semilibertad. “Vengo de unas circunstancias malas, he cometido errores. Fallos que, con mi nivel de exposición, no debería cometer. A veces los medios han sido injustos, pero otras ha sido culpa mía. Tienes que trabajar contigo mismo, saber calmarte, entender las situaciones y controlar la rabia”, reflexiona.
“Cuando era más joven hablaba de lo que vivía en mi día a día y eso identificaba a muchos chavales. He conseguido sacar algo positivo de las situaciones malas”
Los Mossos d’Esquadra denunciaron que, en 2022, durante la grabación de un videoclip, animó a los jóvenes que lo acompañaban a un enfrentamiento violento con la policía. En consecuencia, una jueza le prohibió pisar La Florida durante un tiempo indefinido, una medida cautelar bastante inusual —era un destierro— fuera de sentencias relacionadas con el terrorismo. Aquello hizo mella en el artista: “Me han quitado medio corazón, me han quitado las ganas de hacer música, me han quitado las ganas de todo”, dijo a El Periodico en la primera entrevista que dio tras dicha medida. Pasaron dos años hasta que otro juez archivó la causa por falta de pruebas.
“Vivía a 100 metros. Quien quiere verte lo hace igual. Lo que no podía era estar en la plaza”, observa ahora sobre el destierro. “Agradezco a la justicia que haya investigado los hechos. Yo no tenía nada que ver. Los jueces no tienen la culpa, cogen el caso y aplican una medida preventiva hasta que se llega al juicio y se aclaran las cosas. Podría ser más culpa de la policía. La realidad es que hablaron con los testigos y vieron que no había nada. Pero luego no echan a un violador o a un agresor, que son un peligro para el barrio”.

Morad es incómodo. Su evolución, su éxito y su ascenso social es el sueño de muchos, pero él sigue sin cortarse: “Otro policía se queja, otro coche a tocateja, me tienen entre ceja y ceja”, rapea en Problemas. En sus redes se ha quejado en ocasiones de las fuerzas de seguridad. ¿Ahora también? “No sé nada de la policía”, despacha entre risas tensas con tono irónico. “No, en serio. Ellos hacen su trabajo y yo sigo con mi vida”.
Morad achaca sus problemas con la ley a una combinación de circunstancias e inmadurez. Y asegura que se ha acabado. “Era un niño y sentía que tenía el derecho a equivocarme, pero por otra parte he aprendido a no volver a hacerlo. No quiero darles ese gusto y que disfruten de mis errores. Los fans, mis amigos y mi familia saben cómo soy”, puntualiza. Las autoridades parecen reconocer, con cautela, que ya no lo ven como un peligro. Preguntado por sus relaciones con Morad, el Ayuntamiento de L’Hospitalet de Llobregat no da una respuesta oficial pero desliza que reconoce la mejora.
“Todo con el que colaboro sabe que apoyo a Palestina. Si me quitan algún contrato me da igual. Ya he conseguido más de lo que imaginaba en la vida. Voy a ser feliz y valiente”
Morad afirma que lo que ha hecho es abrazar sus heridas y convertirlas en arte: “Cuando era más joven hablaba de lo que vivía en mi día a día y eso identificaba a muchos chavales. He conseguido sacar algo positivo de las situaciones malas”. En 2019 lanzó su primer álbum de estudio, MDLR: son las siglas de mec de la rue, chico de la calle. El movimiento MDLR nació en los años noventa en Francia y reivindicaba que había música más allá del centro de las capitales, en particular hip hop, que siempre ha estado ligado a la cultura del barrio, de la periferia, de la inmigración. Morad llevó el MDLR al mainstream: se volvió un término en el que identificarse para los jóvenes de barrios como La Florida. “Pobres pero no pobrecitos”, advierte en la canción que da nombre al disco sobre esos chavales que, como él, son ignorados por nacer con piedras en los bolsillos. “Mi música va más allá de las letras. Creo que con el sonido y lo que se ve llego a mucha gente”, explica el rapero. No es un caso de fronteo. Morad es tan influyente que ya hay estudios al respecto, como el que publicó la revista de la Sociedad de Etnomusicología: Autenticidad, colectividad e identidad: el drill M.D.L.R. en España.
“Mi música es pegadiza como Dale, Don, dale”, canta Morad en Pelele, con más de 200 millones de reproducciones en Spotify. Sin embargo, su éxito no está en la radiofórmula. Promocionar a Morad no parece ser una prioridad para las cadenas de distribución comerciales. “Me da igual”, responde. “Hay gente que sí está en esos circuitos pero no ha llegado a mi nivel. Cada uno tiene sus caminos y yo estoy agradecido del mío”, zanja. Todo lo ha hecho sin discográfica. “Es importante ser independiente porque, si no, no podría ser lo que soy. Quiero poder tomar mis propias decisiones”. Morad prueba otra vez que el boca a boca puede crear estrellas de alcance global sin el apoyo de multinacionales: el mayor ejemplo es Bad Bunny.

El fenómeno Morad, enorme entre los jóvenes, contrasta con el auge de la extrema derecha, tan pujante precisamente entre esa población. Vox lo tiene atravesado desde que, hace cinco años, en una entrevista en El Mundo, declaró: “Mientras yo siga cantando y sonando, Vox y esas cosas no van a llegar muy lejos. Y mientras siga reventando como lo estoy haciendo, ya me encargaré de que eso no vaya bien”. No está teniendo mucho éxito, a tenor de las encuestas. Para los ultras, Morad no es lo bastante español y le acusan, de hecho, de ser más marroquí. “La gente me dice mucho marroquí y es como... ¡si contribuyo a España, pago todos mis impuestos en España!”, se queja. “Me gusta poder contribuir a que haya escuelas públicas y hospitales con mis impuestos. Yo he disfrutado de lo público desde pequeño: he ido a un colegio público, me han dado medicación más barata, me operaron... No tengo problema en pagar siempre y cuando se use para cosas buenas”, señala. En Seguimos, rapea: “Tu padre facha me llamaría mena y yo pago mis impuestos por lo meno”.
En las últimas semanas ha habido revueltas en Marruecos: los miembros de llamada generación Z, nacidos entre el 1996 y 2005, como Morad, demandan al Gobierno mejoras en la sanidad pública y en la educación. El artista proclamó en sus redes su apoyo a las manifestaciones. “Quiero concienciar a las personas que me siguen. Me gusta enseñar cuáles son mis valores y pensamientos. Es algo que no puedo evitar”, sentencia, encogiéndose de hombros y sacando el labio inferior. También ha apoyado la causa palestina. En cada uno de sus conciertos agita su bandera y en el último, en Toledo, le dejó un recado a la presidenta de la Comunidad de Madrid después de que ella defendiese a Israel: “Ojalá nunca te pase una desgracia, Ayuso, para hablar así de mis hermanos palestinos”. Hoy, lo mantiene. “No digo nada malo. Enseño la bandera de un país que lo está pasando muy mal y reclamo su libertad”, replica. ¿Teme perder contratos con patrocinadores o festivales? “Si he hecho cosas malas y no he tenido miedo, imagínate por algo que considero positivo. Estoy orgulloso de ello. Todo con el que colaboro sabe que apoyo a Palestina. Si me quitan algún contrato me da igual. Ya he conseguido más de lo que imaginaba en la vida. Voy a ser feliz y valiente”.

—¿Deberían posicionarse más los artistas?
—Toda ayuda es buena, pero no quiero obligar a nadie a hacerlo. Respeto todas las opiniones, excepto las faltas de respeto hacia esta situación. Pero no sería bueno atacar a quien no piensa igual.
Después de ocho años de carrera, Morad se siente mucho más responsable. Se preocupa por los chavales de su barrio. Sus conciertos están llenos de niños. Muchos salen en sus videoclips. En los conciertos del Palau Sant Jordi ofreció entradas gratis a todos los niños de La Florida que sacasen buenas notas. A muchos los subió al escenario. “Hay gente que lo ve por internet e igual no lo entiende, pero hay muchos niños que vienen conmigo, que están en el escenario, en la pista, en las gradas... Y cuando hay un mal comportamiento, lo señalo. Hay que inculcar que se porten bien”, advierte.
Esos chavales “son todo para mí. Me gusta estar con ellos y ser su amigo. Me tratan como a un igual. Por eso me gusta ayudarlos. No me mienten, ni me idolatran por ser famoso”. ¿Le gustaría ser padre? “Sí”, contesta rápido. Morad patrocina junto a Adidas al equipo de fútbol de La Florida, en todas las categorías. En la camiseta está estampado el célebre MDLR. “Es importantísimo que los chavales hagan deporte y estudien”, insiste. “Tienen que estar preparados para el futuro. Me gustaría que los nuevos Lamine o Hakimi salieran de mi equipo y verlos triunfar. Es un sueño cumplido ser parte de eso y vivirlo para el barrio”. ¿Nos perdemos a grandes futbolistas por la falta de oportunidades? Asiente: “Y también en la música. Y en muchas otras profesiones porque no hay dinero para estudiar”.
Morad ha prometido varias veces que si le daban un Grammy lo recogería en chándal. “No me veo ganando uno. Pero hay gente que no lo necesita... ¡Yo ya he grabado con Dellafuente! Ese es el mejor de los premios”, confiesa. El artista granadino, su padrino artístico, llenó el pasado verano el Riyadh Air Metropolitano. ¿Tocar en un gran estadio de fútbol es su sueño? “No. Pero mi meta es hacer un concierto muy grande”.
—Parece contradictorio.
—Es que quiero que sea gratis para los chavales. Pero no depende de mí.
Realización: Nono Vázquez. Asistente de fotografía: Pau Illana. Asistente de estilismo: Nina Vila.
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