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El auge del culo grande supera la brecha de géneros: “En los últimos años se ha roto un tabú”

Los traseros voluminosos ya no son patrimonio exclusivo en el atractivo de muchas mujeres. Por estética y salud, el interés masculino por esculpir glúteos amenaza con saltar al ‘fitness’ e incluso a las lipotransferencias 

Jaime Lorite Chinchón
Culos

La denominación de Año del Culo ha sido otorgada tantas veces en la época reciente que va camino de perder significado o, al contrario, englobar algo más robusto: una era. Si, en 1992, Sir Mix-a-Lot proclamó su arrobo por los salvohonores de gran tamaño en la canción Baby Got Back (“Me gustan los culos grandes y no puedo mentir”), glorificación de las posaderas de las mujeres racializadas frente al enjuto canon de belleza blanco, la irrupción de Jennifer Lopez provocó una obsesión y un seísmo cultural, replicado luego por figuras como las de Kim Kardashian o Nicki Minaj –la famosa portada de revista de la primera mostrando su retaguardia o el videoclip de Anaconda tuvieron lugar en 2014, otro Año Xacobeo de las Nalgas–. Un cambio de ciclo, sin embargo, parece advenir dentro del vigente calendario del culo. El glúteo masculino es el nuevo músculo a esculpir en los gimnasios.

“Es un músculo súper importante a nivel funcional”, explica a ICON Aitor Zabaleta-Korta, doctor en Ciencias del Deporte y entrenador, además de influencer bajo el nombre @fuerzaadiario. “Al encontrarse en el centro del cuerpo, mueve muchísima fuerza a la hora de levantarse, acelerar rápido, levantar cargas… Si desarrollamos glúteos de jóvenes, vamos a tener menos problemas en la edad adulta. En mayores pasa mucho que se mueven más despacio, les cuesta ser potentes y, en última instancia, la potencia está asociada a la esperanza de vida”. El experto dedica gran cantidad de sus vídeos al entrenamiento de glúteos y a través de su página ofrece una guía gratuita para su “desarrollo óptimo”.

El pasado 2024, Daily Mail no dudó en proclamar que “los gigantescos CULOS” (las mayúsculas están en el original) iban a ser la tendencia del año dentro del fitness para hombres. La edición estadounidense de Men’s Health acogió con jolgorio su forja y portales de estilo masculinos ya se están ocupando del modo correcto en que debe vestirse un pandero prominente. Fuera del ámbito de la angloesfera, Zabaleta-Korta admite que en España la demanda por estos entrenamientos específicos sigue estando dominada por las mujeres. “Es verdad que ha habido un aumento en el interés por hacer piernas. También España en fitness suele ir unos cinco años por detrás, así que será cuestión de tiempo que llegue aquí. Al ser algo considerado típicamente femenino, hay muchos hombres que aún son reticentes a hacer ejercicios típicos de glúteo”.

La escritora Heather Radke, autora del ensayo Culos: Una historia trasera (Almuzara), recientemente publicado en nuestro país, no esconde su desconcierto ante el fenómeno. “No siempre entiendo lo que pasa con los hombres. Supongo que existe la fantasía de que, si haces suficientes sentadillas, conseguirás un culo más grande”, dice a ICON. “Creo que en los últimos 15 años se ha roto un tabú. Al menos en la cultura estadounidense, la palabra culo [butt] era innombrable, las revistas de moda usaban otros términos. Ahora se habla más abiertamente de esa parte del cuerpo y de lo que hace por ti, de que es importante para correr, para proteger la zona lumbar… Puede haber un factor de nostalgia. A veces, en las películas de los ochenta o noventa, se ve a las mujeres mirando el culo de los hombres, como si les gustaran altos y firmes. Era esa época en que la cultura del gimnasio explotó en EE UU y los hombres eran, en cierto modo, objetivados por eso”.

En su libro, Radke recuerda una diferencia esencial entre los culos de hombres y mujeres: el nivel más bajo de grasa corporal de una mujer saludable está entre el 8 y el 12%, mientras que, en el caso de los hombres, va del 4 al 6%. Eso implica que su forma y aspecto varían significativamente. “En los hombres, el músculo glúteo es mucho más grande”, puntualiza Aitor Zabaleta-Korta, “pero el tamaño que ves desde fuera es más pequeño, porque el resto también es más grande y nosotros no tendemos a acumular grasa en esa zona, mientras que las chicas sí. Es algo más complejo, pero digamos que tenemos peor predisposición para desarrollarlo. Que aumente el tamaño únicamente depende del crecimiento muscular. Para eso, necesitas muchísimos meses, incluso años. En ellas, si, a la vez que acumulan músculo, acumulan cierta grasa, se ve un cambio muy rápido”.

El combate contra las famosas piernas de pollo, resultado con el que se encuentran los hombres que trabajan solo músculos de cintura para arriba, pasa por ahí. En ejercicios de cuádriceps, el glúteo está presente de forma indirecta, señala Zabaleta-Korta: en sentadillas búlgaras o en pesas se da igualmente un desarrollo.

El avance hacia una sociedad culocéntrica ha derivado, inevitablemente, en un ascenso a nivel mundial de las cirugías de aumento de traseros. Los datos son dispares: mientras, en un artículo de The Guardian, un profesional aseguraba que estos procedimientos ya eran de los más demandados entre hombres, en España “hay mercado masculino, pero sigue siendo minoritario”, según detalla a ICON el doctor David Sanz, del centro DScultp Clinic de Barcelona. “Ha crecido el interés por las lipotransferencias glúteas, pero las mujeres se siguen llevando la palma, como en todo lo que tiene que ver con cirugía estética”.

El procedimiento de inyectar grasa, conocido como BBL (por brazilian butt lift, aumento de glúteos brasileño), es diferente en hombres y mujeres. “Las mujeres, principalmente, necesitan redondear la nalga en los laterales. En los hombres es totalmente al revés. Una nalga masculina anatómicamente esbelta es estrecha, pero muy proyectada hacia atrás, el típico culo respingón”, apunta el cirujano. Pese a que el BBL ha sido criticado por su tasa de mortalidad (en 2018 se catalogaba como la cirugía estética más peligrosa, si bien los estudios indican que esa tasa ha bajado considerablemente), el doctor Sanz afirma que “cualquier cirugía mamaria tiene más complejidad. Hay que hacerlo con técnica, con arte, pero al final es sacar grasa, procesarla y meterla en otra parte”.

Culos conocidos, a cien años son amigos

La hegemonía cultural del culo tiene muchas expresiones. Recientemente, se publicó Re-culos: Relatos en torno al culo, antología (masculina y femenina) de la editorial Calipigia, un nuevo sello de literatura erótica. Calipigia, que viene del griego antiguo y significa “de bellas nalgas”, fue, precisamente, la primera palabra con la que Heather Radke, autora de Culos: Una historia trasera, recuerda que se refirieron a su culo en positivo. “Escribí el libro porque tengo un culo grande. Era muy consciente de toda esta conversación sobre los culos y su popularidad, y acabábamos de salir de una década muy interesante en la historia del culo, así que quise tomármelo en serio en el área de la crítica cultural”, explica.

En su ensayo, la escritora analiza la evolución en la percepción de los culos que se ha dado en Estados Unidos del siglo XIX hasta ahora, así como de los ideales de mujer. En un capítulo habla de las estatuas de Norma y Normman, un proyecto de la época de la Segunda Guerra Mundial que pretendía representar al hombre y mujer estadounidenses normales desde la perspectiva de la eugenesia, el criterio racista sobre el que sus seguidores fundamentaban la supremacía de determinados rasgos. El culo de la mujer –para ellos, innegociablemente caucásica– no se consideraba que debiera ser grande. En la actualidad, esa concepción es distinta y un trasero femenino de gran tamaño se ve sexualmente atractivo, paradigma que la autora cree que ha llegado de la mano de la cultura negra y latina.

“Cuando Jennifer Lopez hizo Un romance muy peligroso [1998], aquello supuso un verdadero punto de inflexión en la forma en que la cultura dominante veía los culos”, afirma Radke. “De repente, todo el mundo pensaba que los culos grandes eran sexys en lugar de no serlo. Lo siento por ella, porque creo que no pidió eso y tiene que soportar que hablen de su culo todo el tiempo. Por otra parte, ¿hasta qué punto podemos sentir pena por Jennifer Lopez?”. La escritora recuerda que esos cambios no han implicado que se erradiquen modos jerárquicos de pensar los cuerpos, como probó el anuncio de American Eagle con Sydney Sweeney a través de su juego de palabras entre “buenos vaqueros” y “buenos genes” (por la homofonía en inglés de jeans y genes), o creencias pseudocientíficas, como la supuesta hipersexualidad de las mujeres de culo grande por ser más fértiles. Ni, desde luego, su fiscalización.

“Indudablemente, hay mucha misoginia en la cultura blanca, la negra... La idea de lo que es un cuerpo correcto siempre está controlada por fuerzas externas como el capitalismo o el patriarcado. Pero algo que quería mostrar en el libro son las historias de resistencia, como el movimiento de fitness para personas gordas en los ochenta”. En su recorrido antropológico, Radke, que proclama que “el culo contiene multitudes”, ofrece curiosidades sorprendentes, como la mención a la existencia de un club de pedos en Londres en el siglo XVIII, cuyos miembros se reunían, bebían zumo y pujaban por lograr la más potente flatulencia. En términos de competición, también viaja al desierto de Arizona para hablar de una carrera de hombres contra caballos que se celebra desde 1983 y dura cerca de un día. Aunque, en principio, resulte disparatado, el enfrentamiento está igualado gracias al atributo del glúteo humano, parte de un complejo aparato estabilizador que nos permite correr de forma constante largas distancias sin lesionarnos.

El homo erectus fue la primera especie en tener culo y el glúteo mayor es un músculo exclusivamente humano, que contribuyó de forma crucial a nuestra evolución. Lo estético siempre es subjetivo. En El rey de los alisos (1970), Michel Tournier descartaba elegir entre culos grandes y fofos de mujeres o culos pequeños y duros de hombres, para reivindicar anatómicamente el cuarto trasero del caballo, exaltando unas nalgas “enormes y duras” que, para el escritor, le convierten en “un Genio de la Defecación” o “el Ángel Anal radiante [que] vendrá a bendecir sus propios desechos”. Las letras españolas cuentan con la encendida defensa que Francisco de Quevedo expuso en Gracias y desgracias del ojo del culo (1628), donde calificaba el trasero del “más perfecto y bien colocado” miembro del cuerpo.

Sobran asimismo quienes han vinculado el culo a Satán. El erudito Jean-Luc Hennig se hacía eco en Breve historia del culo (1996) de las leyendas de que los akelarres se sellaban con un beso negro de las brujas al diablo. A la inversa, regía una lógica equivalente. Propenso al lenguaje escatológico, Martín Lutero, padre de la Reforma, dejó escrito en unas conversaciones de 1532: “Esta noche, el diablo, hablando conmigo, me acusaba de ser un ladrón, de haber despojado al papa y a muchas órdenes religiosas de los bienes que les pertenecían. ‘Chúpame el culo’, le repliqué yo, y se calló”. El Marqués de Sade fomentaba el ultraje del ano en oposición a la idea de crimen contra natura de Santo Tomás de Aquino, que castigaba el uso no racional de la sexualidad. Si acudimos a fuentes clásicas, el emperador Claudio promulgó un edicto ordenando a los romanos expulsar en todo momento los pedos, después de que un convidado estuviera a punto de morir por contenerse en su presencia. En hacer lo que a uno convenga, consideraba, está la salud.

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Sobre la firma

Jaime Lorite Chinchón
Colaborador de ICON desde 2019. Periodista cultural, también ha escrito para la sección de Cultura, El País Semanal, la revista Fotogramas o Ctxt. Graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, también cursó Crítica Cinematográfica en la Escuela de Escritores y el Máster de Periodismo UAM-El País.
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