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La conexión secreta entre Nintendo y ‘Eva María se fue’: así triunfó en el mundo el videojuego español

El documental ‘Tribute’, de Nacho Vigalondo, viaja desde los años de la llamada edad de oro del software nacional hasta el auge de desarrolladores ‘indies’ como los sevillanos The Game Kitchen 

Nacho Vigalondo, director de 'Tribute', en una imagen promocional del documental.
Jaime Lorite Chinchón

Mucho antes de que hacerse rico jugando a videojuegos fuese algo concebible, las cifras más mareantes estaban en las máquinas recreativas. Puntuaciones absurdamente altas e inalcanzables que iban acompañadas del nick con el que se identificaran las leyendas locales, jugadores en torno a los que se formaban corrillos a lo largo de eternas partidas, donde los clientes del bar, lejos de enervarse por la espera, se sentían privilegiados viendo esas pantallas del juego a las que ellos nunca llegaban. Al principio del documental Tribute, que se estrenó el pasado jueves en Amazon Prime Video, el director Nacho Vigalondo recuerda a Pindorro, figura casi mitológica a la que, de niño, contemplaba hipnotizado frente a la máquina en la villa cántabra de Cabezón de la Sal, su lugar de nacimiento. Traído al lenguaje actual, bromea el cineasta en el mediometraje, Pindorro fue el primer gamer a cuyo canal se suscribió.

“Cuando consigues recuperar los juegos con un emulador y ves lo increíblemente difíciles que eran, te das cuenta de que esos tíos eran gladiadores fuera de época”, dice Vigalondo, que confiesa a ICON que Pindorro es, en realidad, una mezcla de distintos titanes del arcade que observó en su niñez. Rodado en OXO, el museo del videojuego de Madrid, y producido por Domino’s Pizza, Tribute plantea un recorrido por la historia del medio en nuestro país, desde la llamada edad de oro del software español hasta nuestros días. Lo hace a través de las vivencias del propio Vigalondo, que ha coescrito el guion junto a Rubén Ajaú (Muerte Horrible). “Puede generar un problema para la gente que quiera que el documental tenga una dimensión enciclopédica, pero muchísima gente verá la misma historia que han vivido ellos en el retrato de mí mismo como un jugador más”.

Paco Pastor, cantante de Fórmula V, fue uno de los fundadores de la distribuidora Erbe Software, que logró acabar con la piratería y distribuir a Nintendo en España

La pieza, en cualquier caso, se cierra con una dedicatoria a los jugadores y a “los mirones”, esos aficionados olvidados que eligen el nivel más fácil porque quieren disfrutar de la experiencia o, directamente, se divierten viendo a otros jugar. ¿No es necesario tener destreza para pasarlo bien con los videojuegos? “Espero que no”, responde Vigalondo. “En juegos que son de pura habilidad, control del movimiento o reflejos, creo que nunca llegaré al mínimo exigible para considerarme buen jugador. Pero, si eres adicto a la narrativa, la atracción es inevitable”. En Tribute, el director cántabro, de 48 años, impregna el relato de su mirada generacional, acercándose con sorpresa a fenómenos como el de los streamers o los eSports. “Sientes estupor cuando una actividad que siempre has creído que te arrinconaba en la sociedad genera un modo de vida. Me parece algo contra natura, como si me llegan a decir que, en un momento dado, habrá gente que se va a hacer rica fumando pitillos o haciendo pellas en el colegio”. Youtubers como IlloJuan o BaityBait también comparecen frente a la cámara.

La edad de oro del software español comienza con La Pulga (1983), de Paco & Paco, desarrolladores a quienes el ministerio de Cultura otorgó la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2021. Su éxito en Reino Unido atrajo el interés del mercado europeo, en el que poco a poco se harían un hueco importante empresas como Dinamic, Topo Soft u Opera Soft. Así, proliferan títulos en 8 bits para microordenadores Spectrum con un marcado acento ibérico, videojuegos en casete de corridas de toros (Olé, Toro, 1985), de Don Quijote (1987) o parodias tan idiosincráticas como la aventura gráfica de humor La guerra de las vajillas (1988).

El frupo Formula V fotografiado en los años setenta en Madrid.

Otro personaje esencial de la época, entre los entrevistados en Tribute, es Paco Pastor, nada menos que el cantante de Fórmula V, la banda detrás de hitos pop del calibre de Eva María, Cuéntame o Tengo tu amor. Fundador de la distribuidora Erbe Software junto a Andrew Bagney, entre los grandes logros de Pastor está el de acabar de raíz con la piratería mediante una bajada de precios de más de la mitad (de 2.100 a 875 pesetas), distribuir en exclusiva a Nintendo o, más tarde, como director de la filial española de Sega, llevar a la marca a ganar de forma holgada en nuestro país la conocida como guerra de las consolas, por la rápida distribución de Mega Drive, que se adelantó a su competidor. Para 1996, Sega había vendido 600.000 consolas, más del doble que las Super Nintendo despachadas.

Siguiente pantalla

Con la llegada de los 16 bits, a principios de los noventa, la industria nacional se desmoronó. “Algunos de los juegos que se hicieron entonces, como La abadía del crimen [1987] o Army Moves [1986], hoy son considerados clasicazos. La calidad de los juegos que se hacían en España para microordenadores de 8 bits los convirtió en un referente para todo el mundo”, explica a ICON el periodista Pedro Berruezo. “Lo que pasa es que, en una situación también muy española, no fuimos capaces de hacer algo que quizás no teníamos asimilado que se iba a tener que hacer cada cierto tiempo, dar el salto a la siguiente generación. La industria española no estaba ni remotamente preparada para lo siguiente que llegó, las consolas japonesas y los 16 bits, juegos con muchísima más potencia que los que aquí se desarrollaban en estudios que eran, básicamente, dos personas en una habitación. Dos personas podían desarrollar un juego de Spectrum, pero no uno de NES. Me parece una historia sobre hacer las cosas y hacer industria que es muy nuestra”.

Berruezo es otro de los participantes en Tribute, por su papel clave en la biografía gamer de Nacho Vigalondo. En una época en la que admite que se había desinteresado de los videojuegos, el cántabro dio de pronto con Mondo Pixel, considerado el primer blog en español sobre el medio. Su autor firmaba como John Tones, el nombre que Berruezo ha usado durante años en internet. Con la concurrencia además de autoridades como Sonia Herranz, directora de la revista Hobby Consolas, Vigalondo extiende así su particular homenaje a la prensa española especializada y el peso que tuvo en su educación como jugador. “Creo que mucha gente pasó por lo mismo que yo. Hay un momento en el que dejas de jugar porque crees que es un vicio”, cuenta el director. “Y, de repente, cuando ves que alguien escribe como Tones, te das cuenta de que un juego puede dialogar con tu sensibilidad de igual manera que la novela o el cine. Si a mí me encanta el terror, ¿cómo no voy a tirarme de morros contra una variante del género como Resident Evil 4 [2005], que es uno de los mejores juegos de la historia?”.

Póster del documental 'Tribute'.

“Era más contracultural que otra cosa, lo que estaba haciendo era claramente un fanzine”, describe Berruezo. “Hubo un libro, Trigger Happy [2000], que cuando lo leí dije: ¿por qué no estamos haciendo esto? No tenía esa necesidad de trascendencia de las críticas de Edge, que eran sesudas, complejas y muy autoconscientes de su importancia. Este libro cuenta las experiencias del autor, cómo conoció los videojuegos, cómo se distanció de ellos y volvió a reencontrarse. A pesar de su sencillez, a mí me voló la cabeza. No había ni una sola página que se pareciera a la crítica de videojuegos que aquí estábamos acostumbrados a leer. Y creé Mondo Pixel. No tengo problemas en reconocer que estaba copiando de medios extranjeros, por supuesto, añadiendo mi propio sello, a lo mejor un poco más gamberro, hecho desde España. También algo que yo notaba era la complacencia de los medios tradicionales, parecía que no había juegos malos y a mí eso me irritaba mucho. Estaba continuamente poniendo a parir juegos o los fanatismos tóxicos, que ahora son todavía más horrorosos”.

Arte con lenguaje propio

Un gran amigo de Nacho Vigalondo es Enrique Urbizu, ganador del Goya a la mejor dirección y al mejor guion por No habrá paz para los malvados (2011). Lleva tiempo, asegura, intentando infructuosamente convencer al director bilbaíno de 62 años de jugar a Red Dead Redemption (2010). “Yo le digo que, si él es el mayor ejemplo vivo de amante del western, tengo la sensación de que se está perdiendo algo muy grande no jugando a Red Dead Redemption, que es monumental, un ejercicio cinéfilo absoluto”. Lo que Vigalondo no podía imaginar es que ya existía una conexión entre Urbizu y los videojuegos del oeste. El cineasta grabó en 1992 para Dinamic en el desierto de Tabernas (Almería) la película interactiva para ordenadores y recreativas Los justicieros, una sorpresa en la época, con especialistas de acción.

“A una semana de rodar, de repente, me contó todo esto. Así que paramos las máquinas, porque no podía ser que no apareciera. ¡Yo queriendo meterle un videojuego western entre ceja y ceja y él sacándose uno de la manga!”, rememora Vigalondo. El director, que este año ha estrenado la película Daniela Forever (2024) y la serie de Netflix Superestar, tiene, no obstante, sus reservas con que la calidad de los videojuegos se mida por su parecido al cine. “En todo arte, lo más valioso siempre es lo intrínsecamente propio de esa disciplina. La película perfecta nunca puede parecer una obra de teatro ni una novela, solo puede ser una película, y el juego perfecto no puede parecer una película, tiene que ser un juego”. Pero es el primero en admitir sus contradicciones. “El caso de The Last of Us [2013] es paradigmático. Es un juego muy cuestionable, porque el recuerdo que tienes una vez te lo acabas no es la mecánica, sino la película que vas recorriendo. Sin embargo, está escrito con una calidad... Si hiciera un curso de guion, pondría las escenas del juego que van entre fase y fase”.

Para Pedro Berruezo, esta es una cuestión sensible. “Pac-Man [1980] siempre ha sido mi caballo de batalla, el juego al que me he abrazado para explicar por qué hay que reivindicar los juegos no cinematográficos, pues es mucho más relevante que God Of War [2005]”, afirma. “El Tetris [1984] tiene una narrativa y es más revolucionario que cualquier AAA [juegos de gran presupuesto] con cinemáticas. Cuenta cosas abstractas, emociones, una relación entre el juego y el jugador con un lenguaje que no existía hasta que se inventaron los videojuegos. Si los videojuegos ahora atraviesan una crisis creativa es porque cuentan historias que son como películas de 60 horas. Y hay pocas películas de 60 horas que me interesen. Lo valioso no está ahí, sino en videojuegos que se están haciendo desde el lado indie, como Superhot [2016], que no tiene argumento y te enfrenta a un mundo sin equivalentes en otras artes. Un juego al que voy a dedicar infinitamente más horas que a God Of War, que es una chapa”.

En un momento en el que la industria española está atravesando una crisis incierta, con estudios grandes haciendo desaparecer estudios pequeños o la primera huelga de la historia del sector, que tuvo lugar el pasado febrero en Ubisoft Barcelona, las mejores noticias proceden justamente del indie. The Game Kitchen, el estudio sevillano detrás de Blasphemous (2019), juego revelación basado en la iconografía de la Semana Santa y con una estética llena de referencias a Goya, Velázquez o Zurbarán, ha sido el encargado de desarrollar el reciente Ninja Gaiden: Ragebound, nueva entrega de la popularísima saga de Tecmo (actualmente Koei Tecmo). “A mí me inflan el pecho estos fenómenos autorales o artesanales, como los canarios [Broken Bird Games] que han hecho un juego de terror llamado Luto”, menciona Vigalondo, que en el documental también destaca al multipremiado estudio barcelonés Nomada Studio. “Y el nuevo Ninja Gaiden es de lo más bonito que te puedes echar a la cara”. Los mirones están de suerte.

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Sobre la firma

Jaime Lorite Chinchón
Colaborador de ICON desde 2019. Periodista cultural, también ha escrito para la sección de Cultura, El País Semanal, la revista Fotogramas o Ctxt. Graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, también cursó Crítica Cinematográfica en la Escuela de Escritores y el Máster de Periodismo UAM-El País.
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