“Es como un extraterrestre”: así es Nuez Moscada, la casa de Málaga con “súper muros” cuya escalera entró por el tejado
El arquitecto Álvaro Carrillo, con estudio en la ciudad andaluza pero también en Indonesia, firma esta vivienda unifamiliar con forma de cubo levantada a partir de ladrillo y hormigón


Rodeado de lo que parece un taller de manualidades, el arquitecto malagueño Álvaro Carrillo dibuja a lápiz sobre una mesa. A su alrededor las paredes están tapadas con fotos, ilustraciones, collages. También hay multitud de libros, herramientas de albañilería, ladrillos, un sofá repleto de objetos que no dejan hueco para sentarse y hasta una mesa de ping pong. Es su estudio de trabajo, que cuenta con ventanales que dan a una de las principales calles del centro de Málaga y cuyo suelo está tomado por maquetas, muchas maquetas. Los trazos que deja con el grafito sobre la madera se refieren precisamente a una de ellas, la que de momento es su última obra terminada. Una vivienda unifamiliar a base de ladrillo, hormigón y vidrio cuya escalera ha entrado por el techo. Y donde la estética y los materiales han pesado igual que el escaso presupuesto de sus propietarios. El resultado es “casi como un extraterrestre” al compararla con el resto de inmuebles en la zona donde se ha levantado, como afirma el propio Carrillo sobre la Casa Nuez Moscada, construida con “súper muros” de termoarcilla con los que se consigue evitar la necesidad de calefacción en invierno y que el aire acondicionado apenas se use en verano.

El boca a boca y los amigos en común hicieron que una pareja malagueña con dos hijos decidiera encargar su casa a este arquitecto. Lo hicieron justo después de la pandemia, cuando el piso en el que vivían se les fue haciendo cada vez más pequeño a medida que avanzaba el confinamiento. Disponían de un terreno triangular, heredado, que siempre había sido un plan futuro hasta que se convirtió en presente. “Somos cuatro en la familia y queremos una casa”, le pidieron, otorgándole libertad para tomar decisiones sobre su diseño siempre que se alejaran de “los cubos blancos de futbolista” y se ajustara al presupuesto que tenían, poco estridente. Entonces Carrillo fue a visitar la parcela, que tenía un desnivel de tres metros bajo la calle más cercana y una higuera que había que respetar. Luego utilizó sus herramientas: lápiz, papel, pegamento y un cúter que maneja con sorprendente habilidad. Con ellos diseñó la Casa Nuez Moscada, que fue evolucionando maqueta a maqueta para conseguir que interviniera el menor número de profesionales posible y, así, abaratarla. Tanto, que está construida por una cuadrilla de tres albañiles y el apoyo puntual de especialistas.

Mientras relata cómo fue dando forma al inmueble, la conversación de Carrillo viaja por retazos de su vida y sus experiencias vitales. El peso de los viajes realizados en su propia idea de la arquitectura, la influencia de Bernard Rudofsky en su trabajo, su paso durante dos años por Australia, el año en el que quedó finalista del concurso que la fundación Peggy Guggenheim lanzó para su museo en Helsinki (“nos juntamos cinco amigos y ganamos a la mayoría de arquitectos que habíamos estudiado en la carrera”) o su mudanza temporal a Indonesia. También cuenta cómo en 2017 le salió el encargo de rehabilitar el cortijo Boquera Morilla, del siglo XIX, en Cabo de Gata (Almería). Fue finalista en los reconocimientos de arquitectura Mies Van der Rohe y ganador de los Premios Málaga de Arquitectura 2020. Fue el impulso definitivo para independizarse tras impartir docencia universitaria y trabajar con estudios como el de Andrés Jaque. “En el cortijo profundicé en la idea de hacer viviendas óptimas desde el punto de vista climático pero con tecnología low cost, ensamblándola y combinándola con estrategias pasivas muy mediterráneas, como disfrutar el sol desde la sombra”, sostiene.

Inercia térmica
Es justo la idea de la que partió la Casa Nuez Moscada, ideada como un cubo de 9x9 metros con muros de ladrillos de termoarcilla, también cuadrados, con 30 centímetros de lado. Buscaba una material que tuviese inercia térmica y lo encontró en Córdoba, en la fábrica de Procerán, donde además utilizaron barro rojizo —como el que se utiliza para las bovedillas— para garantizar un color más homogéneo que aportara estética a la fachada. La porosidad del material —y la colocación, en teoría, errónea de los bloques, con la zona donde enganchan unos con otros hacia la calle para ganar expresividad— requerían añadir un material que evitara posibles filtraciones de lluvia, así que añadió un aislante en espuma impermeable, una cámara de aire y otro ladrillo, esta vez de apenas siete centímetros y que queda visto en el interior. “Teníamos así un súper muro de 45 centímetros y gran eficiencia climática”, sostiene Carrillo. Unas placas solares dan electricidad al suelo radiante para ayudar con más calor cuando hace falta. Las fotos que el pasado invierno envió el propietario corroboraron su teoría: de madrugada, mientras afuera hacía 3,8 grados, dentro había 19 sin ningún tipo de calefacción. Además, durante las tres semanas de marzo que llovió esta primavera no hubo ninguna filtración. Reto conseguido.

“Es un refugio climático contemporáneo, pero como el clima es ahora más agresivo, sí que tiene máquinas de aire acondicionado de apoyo por si hacen falta en verano”, destaca el especialista. El sótano, en contacto con la tierra, añade también aire caliente a la casa. Y las ventanas permiten ventilación cruzada cuando hay que refrescar con el apoyo de una gran claraboya en la cubierta, construida con hormigón al que se añadió la textura de las viejas maderas con las que se hizo el encofrado. Tiene pequeñas pendientes y una canaleta perimetral que recoge el agua de lluvia y la dirige hacia un aljibe para su reutilización en el riego del jardín. “Podría haber sido plana, pero así tiene algo más de gracia”, apunta Carrillo. El tragaluz que hay en su centro es justo el lugar por el que entró otro de los elementos más singulares de la vivienda: una escalera fabricada a medida en Metálicas Serrafor —en Archidona— que se instaló con una grúa ya al final de la obra. Une las tres plantas y ejerce también como el tiro de una chimenea para expulsar el calor.

Desde el exterior la casa es, efectivamente, como un OVNI cuadrado recién aterrizado en su barrio, Hacienda Paredes, en la zona alta de Pedregalejo, al este de Málaga. Para llegar a su interior hay que atravesar una pasarela que salta el desnivel. La primera planta es diáfana y de hormigón pulido. Más allá de un pequeño aseo, el espacio se reparte entre la cocina con isla, una mesa comedor y un sofá que ejerce de sala de estar separado por una sencilla celosía. Los muebles son de obra, como los armarios de las habitaciones, ya en la segunda planta y sin jerarquías: son todas del mismo tamaño. Ahí los 81 metros cuadrados se reparten entre la habitación de los padres con el baño en suite —de azulejos de Atlas Concorde— y las dos del hijo y la hija, que comparten un baño con plato de ducha, inodoro y doble lavabo. Las alturas van desde los tres metros en las zonas más altas a los 2,60 en las más bajas, con puertas a medida —de DM hidrófugo y diseñadas por Carrillo— de color verdoso.

La casa se construyó entre junio de 2023 y septiembre de 2024, aunque los últimos elementos se colocaron este pasado mes de julio: unos marcos en forma de cruz que dan personalidad exterior a las ventanas de los baños. De momento es el último proyecto terminado de Carrillo, que tiene entre manos varias viviendas unifamiliares —nuevas y reforma— tanto en Málaga como en Indonesia, donde reside desde hace unos años junto a su pareja —la canaria Carla Lázaro— y la hija que tienen en común. Fue para ampliar el hotel Boa Vida en la isla de Rote y allí se quedó. Ahora además del estudio malagueño tiene también oficina en el país asiático, desde el que diseña la futura casa del chef Borja Marrero.
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