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Ana Brito, ‘influencer’: “En la depresión posparto me di cuenta de que los hombres son una raza inferior”

La cómica y copresentadora del ‘podcast’ ‘Poco se habla’ reflexiona sobre su infancia difícil, la carga de ser la mujer perfecta o la maternidad edulcorada: “Me aburre soberanamente hablar de hijos todo el rato, somos más interesantes”

Ana Brito
Eva Baroja

“Cuando nadie te da la oportunidad hay que saber apostar por una misma”. Esa es una de las máximas de Ana Brito (Madrid, 35 años). Dejó su trabajo en una productora en el peor momento, cuando el mundo se paró por la pandemia. Y en casa, sin tener nada que hacer y nada que perder, creó El show de Briten. Es su cuenta de Instagram, con más de medio millón de seguidores, en la que retrata la vida tamizada por el filtro de la comedia. Llega a la cafetería en moto y con un bolso de Loewe burdeos colgado del brazo. “Puedo vestir bien y ser divertida. Ser divertida y empresaria. Y ser empresaria y tener un lado místico e introspectivo”, reconoce. De esto último tiene más de lo que parece. Y considera, eso sí, que como el nombre de su podcast con Xuso Jones—, poco se habla de la depresión posparto, de las heridas de la infancia y de la necesidad de que las redes sociales sean un poquito más de verdad.

Pregunta. ¿El mundo influencer es tan superficial como parece?

Respuesta. Absolutamente. Por eso hay que mostrar más la realidad. El otro día tenía un virus, me estaba cagando viva, me maquillé, me fui a una gala de premios, llegué a casa y vomité. Es la vida. Eso también hay que contarlo y enseñarlo. ¿Qué necesidad tenemos de mostrar que somos perfectas? Nadie lo es. Soy muy transparente y sincera.

P. ¿Ser sincera le ha traído problemas?

R. No soy consciente, pero tengo déficit de atención y nunca me acuerdo de nada. ¡Soy Dori! En mi trabajo me ha ayudado a ser tan espontánea porque soy incapaz de aprenderme un guion de memoria.

P. Su familia pasó de tenerlo todo a perder todas sus propiedades. ¿Qué pasó?

R. Teníamos una de las empresas más importantes de España de topografía. Al aparecer los satélites en los años noventa la industria dejó de tener sentido. Mis abuelos venían de una Guerra Civil, no habían tenido educación financiera y no supieron gestionar su patrimonio. La crisis de 2008 acabó con lo que nos quedaba. Mi madre y yo nos sosteníamos gracias a la pensión de mis abuelos.

Mi madre y yo nos sosteníamos gracias a la pensión de mis abuelos"

P. ¿Qué le enseñó aquella época?

R. Mi abuelo tenía alzhéimer y mi abuela muchos problemas de movilidad. Así que aprendí a cuidar a los mayores y a respetarlos. Y me di cuenta de la importancia del sentido del humor porque me conectaba con ellos. Ay, ¡voy a llorar! [solloza y se le caen dos lagrimones].

P. Tranquila...

R. Uf, ¡vomitar todo el día me sienta fatal! [se ríe un poco]. Fue muy duro, pero muy bonito. Soy cero materialista. Como perdimos todo tantas veces, e hicimos tantas mudanzas, no tengo apego a lo material. Sé que viene y va. Ahora me va muy bien, pero no despilfarro mucho. Solo con la gente que quiero, como mi madre [su padre renunció a la patria potestad].

P. Suele hablar de estilo de vida, de los problemas invisibles de las mujeres, de la maternidad... ¿Cómo es la Brito como madre?

R. En mi casa, los roles están invertidos. El Alto [así llama a su marido, que permanece anónimo] es quien lleva las vacunas, quien habla con el cole... Y yo tengo un rol más de payasete. Así las cargas mentales están repartidas. Tengo al lado a un compañero que es increíble, pero en el posparto lo odié...

P. ¿Por qué?

R. Tuve depresión posparto y me quería divorciar todo el rato. Opinaba que no servía para nada y que los hombres son una raza absolutamente inferior. Lo sigo pensando. Era un odio tremendo. ¡No te lo puedo explicar! Estaba muy violenta y tenía muchos pensamientos intrusivos.

En el postparto te preguntas si tu vida a ser solo dar la teta y cambiar pañales”

P. ¿Qué no se cuenta del posparto?

R. Lo que te puede llegar a pasar. Es un viaje de hormonas muy fuerte. Te sientes sola y perdida, nadie te entiende, todo te parece mal, nada es suficiente, tienes una crisis de identidad muy fuerte. Te preguntas: “¿Quién soy? ¿Qué va a ser de mí? ¿Mi vida va a ser así: solo cambiar pañales y dar la teta?”.

P. ¿Crisis de identidad?

R. Sí, porque tienes miedo de que suponga el fin de tu carrera y te cueste compaginarlo. Dejas de ser tú y pasas a un segundo plano. Piensas que ya no vas a tener la vida de antes y ese pensamiento no se va nunca. Ahora eres otra persona y necesitas tiempo para encajarlo. Al menos, yo lo he necesitado. Vivo en la dualidad entre ser Carrie en Sexo en Nueva York e irme​ con mis hijos a vivir a un cottage a las afueras de la gran urbe.

P. ¿Cómo se sale de esa espiral?

R. Con drogas. Me dieron antidepresivos. Porque estaba como en un barco conduciendo el Titanic y el iceberg era mi marido. Él me decía: “Me da mucha pena porque te veo mal y no sé cómo ayudarte”. Y yo me ponía a llorar porque no sabía cómo explicarme. Porque no entiendes lo que te está pasando.

P. ¿Se ha edulcorado la maternidad?

R. Sí, yo soy un poco la antimadre. Me aburre soberanamente estar hablando todo el rato de hijos. Tenemos muchas cosas mejores de las que hablar. Somos mujeres interesantes, con mucha vida, cada una con su carrera profesional, con valores, ideas, sueños... Eso es mucho más interesante que la caca de tu bebé.

En las redes sociales todo está editado. No te puedes fiar"

P. Nos vendieron que podíamos llegar a todo...

R. No, no llegas a nada. Es mentira. Al final, el feminismo está muy bien cuando hablas de brecha salarial, pero es una mentira podrida porque te autoimpones una serie de responsabilidades que son imposibles de gestionar física y mentalmente. No puedes ser la mejor hija, la mejor jefa, la mejor madre, la mejor amiga, tener un cuerpo de diez, estar depilada todo el rato, cubrirte las canas, los niños, el colegio... O sea, ¡vete a tomar por el culo! Hay que asumir que no llegamos y que no pasa nada. Y no nos tiene que agobiar decirle a nuestro entorno que estamos agotadas y que no queremos ir a algo porque necesitamos dormir o porque no nos apetece.

P. Al final, nada es tan grave, ¿no?

R. Sí, a mí me encanta desdramatizar. Nos tomamos la vida demasiado en serio y no hay necesidad. La gente que es tóxica, se queja de todo y siempre tiene un problema se acaba quedando sola.

P. Ocultó sus embarazos. ¿Por qué repite que las redes sociales son mentira?

R. Porque todo está editado. No te puedes fiar. La realidad no es eso. La realidad es estar con tu gente, con tus amigos, estar sin móvil. Yo solo contesto al WhatsApp a primera hora y por la noche. Hay que vivir el momento.

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Sobre la firma

Eva Baroja
Periodista de EL PAÍS, periódico en el que realiza entrevistas y reportajes de cultura y sociedad en distintos formatos. Ha dirigido y presentado el documental ‘Miradas del agua’ y varios videopodcasts. Pasó por La Sexta y Onda Cero. Graduada en Periodismo y Filología Hispánica por la Universidad de Navarra, es experta en comunicación política. 
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