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Los Backstreet Boys cumplen 30 años: la ‘boy band’ que definió el pop de los 2000 resucita el fenómeno en Las Vegas

En septiembre de 1995, cinco chicos unidos en un ‘casting’ forjaron el inicio de la que acabaría siendo uno de los grupos más exitosos del pop. Hoy, ese mismo quinteto, marcado por cicatrices y polémicas, vuelve a llenar el escenario más moderno del mundo gracias al poder de la nostalgia

Backstreet Boys 30 años
Carlos Megía

Por paradójico que pueda parecer, este verano la nostalgia ha conquistado el escenario más futurista del mundo. La impresionante Sphere de Las Vegas, edificio ya icónico de la ciudad de los casinos por su esfera recubierta de una pantalla led de 54.000 metros cuadrados, ha acogido durante julio y agosto la residencia de los Backstreet Boys, Into the Millenium, una de las más exitosas del año y que acaba de extender su duración hasta febrero de 2026. Los precios prohibitivos —las entradas más baratas superaban los 500 euros— no han sido obstáculo para que Nick Carter, AJ McLean, Kevin Richardson, Brian Littrell y Howie Dorough, de entre 45 y 53 años —y llamados solo por su nombre de pila por sus seguidores—, hayan llenado cada día las 20.000 butacas del recinto con fans deseosos de corear éxitos de la banda sonora de su pasado, como I Want It That Way o As Long As You Love Me.

Esta es otra muestra de que las tendencias dosmileras están más de moda que nunca —Lindsay Lohan triunfa en la taquilla y los pantalones de tiro ultrabajo lo hacen en las tiendas— y una prueba de la resiliencia de la formación pop, que celebra ahora 30 años en activo. Y lo hacen repletos de cicatrices, pero sorprendentemente en forma. A raíz de su triunfal serie de conciertos, su álbum más icónico, Millennium, ha vuelto este verano a colarse en la lista de los más vendidos en Estados Unidos, según la revista Forbes.

El 5 de septiembre de 1995, las radios estadounidenses emitieron el primer single de los Backstreet Boys, We’ve Got it Goin’ On. Un tema pop, repleto de energía juvenil e influenciado por el sonido de formaciones como Boyz II Men, que invitaba a los adolescentes a sumarse a la fiesta de cinco desconocidos que, un par de años antes, habían respondido a un anuncio publicado en un periódico de Orlando por Lou Pearlman —uno de los cinco originales abandonó pronto y Brian propuso a su primo Kevin—. La idea de este rico empresario era simple: replicar, con un nuevo quinteto, la fórmula de éxito de New Kids on the Block. Lo logró, pero no solo amasó una fortuna a su costa, también les robó millones de dólares. Perlman acabaría muriendo en la cárcel en 2016, tras ser condenado por orquestar una de las mayores estafas piramidales de la historia de Estados Unidos.

El empresario y 'manager' musical Lou Pearlman (con camisa de cuadros) con los Backstreet Boys en Múnich, Alemania, en 1996.

Los inicios tampoco fueron fáciles. En pleno auge del grunge y el rap, los Backstreet Boys fracasaron a la hora de hacerse un hueco en su país natal, al que denominaban con sorna como No Fan Land (tierra sin fans, en español), y acabaron cruzando el Atlántico después de que su sencillo de debut no entrara ni entre los 60 más escuchados en las listas. Desde Estocolmo (Suecia), con la ayuda del entonces semidesconocido productor Max Martin —que más tarde firmaría himnos de Britney Spears, Katy Perry o Taylor Swift—, conquistaron al público europeo y, de ahí, a vender millones de copias de su álbum homónimo en todo el mundo. Su éxito siguió una ruta que ellos mismos han relatado: de Alemania a Suiza, después Francia, Canadá y, finalmente, las ciudades del norte estadounidense que escuchaban las radios del otro lado de la frontera. El último empujón llegaría desde el Reino Unido. “Las Spice Girls lanzaron Wannabe después y nos ayudó mucho. Ellas, junto a los Hanson, abrieron la puerta para que la música pop inundara Estados Unidos”, contó Nick Carter.

El resto es historia. Desmayos adolescentes, portadas de revistas, merchandising infinito, coreografías pegadizas, baladas más grandes que la vida, críticas furibundas de la prensa especializada y todo tipo de récords en cuanto a discos y entradas vendidas se refiere. Fueron el ojito derecho de la MTV, la boy band por excelencia —aunque ellos insisten en llamarse “grupo de armonía vocal”— y un fenómeno cimentado, sobre todo, en las personalidades marcadas de su quinteto: el rebelde tatuado (AJ), el rubio angelical (Nick), el tímido sensible (Howie), la figura paternal (Kevin) o el novio perfecto (Brian). “¿Qué Backstreet Boy sería tu novio ideal?”, preguntaban las revistas juveniles de la época, conocedoras de que cada seguidora podía elegir su propia aventura.

Los Backstreet Boys en una foto de estudio en 1996. De izquierda a derecha, arriba: AJ McLean, Kevin Richardson y Nick Carter. Abajo: Brian Littrell y Howie Dorough.

Jamás volvieron a alcanzar una repercusión similar a la de aquellos primeros años, convirtiéndose en un fenómeno brutal pero efímero, apenas un lustro en la cima. A medida que su fama crecía, también lo hacían los problemas. Pearlman no solo les había robado millones, sino que había lanzado a su competencia y relevo natural, NSYNC. Su gira mundial Black & Blue tuvo que cancelar varios conciertos para que AJ McLean ingresara en un centro de rehabilitación por su adicción al alcohol y las drogas, mientras el resto de la banda se enfrentaba a su propia discográfica (Jive) por priorizar la carrera en solitario de Nick Carter frente al futuro en común. En 2006, Kevin abandonó la formación y no volvería hasta seis años después, cuando la banda intentaba recuperar el pulso mediático con una canción navideña: ese clásico recurso de la música pop que suele sonar más a honrosa capitulación que a reinvención. Brian también confesó entonces que padecía una grave enfermedad en la laringe (disfonía por tensión muscular) que cambió —y debilitó— su voz para siempre.

A diferencia de otras bandas de su tiempo, los Backstreet Boys nunca se han disuelto por completo. “Hubo innumerables ocasiones en las que podríamos haber tirado la toalla y simplemente haber dicho: ‘Se acabó”, afirmaba McLean, “pero ese no era nuestro destino, nuestro destino era seguir adelante”. En su empeño por sobrevivir, han seguido grabando discos y girando para mantener vivo su vínculo con el público. Lo hicieron incluso cuando su miembro más célebre, Nick Carter, se vio envuelto en controversias lo suficientemente graves como para poner en jaque el futuro de la banda. Primero, por la muerte de su hermano Aaron en noviembre de 2022 —con una polémica relación entre ambos desde hacía tiempo, con la solicitud de una orden de alejamiento por parte de Nick incluida—. Después, por las denuncias por abusos sexuales que ha afrontado el cantante desde 2018 —todas negadas por él y desestimadas en los tribunales hasta la fecha—. En abril de este año, se presentó una cuarta acusación contra Nick Carter por violación, que sus abogados calificaron de “sinsentido” y “conspiración”.

Nick Carter el 8 de mayo de 2025 en un concierto en Frisco, Texas.

Ya en 2017, su residencia en Las Vegas se convirtió en la que más rápido había agotado el cartel de “No hay entradas” en la historia de la ciudad de Nevada, desmintiendo aquel prejuicio que aseguraba que la meca del juego era el cementerio predilecto profesional de las estrellas. Este año, el quinteto ha vuelto a provocar flashbacks de su glorioso pasado ante miles de fans, tan veteranos como ellos, que cantaban cada uno de sus éxitos. AJ McLean defendía sin reparos en una entrevista la legitimidad del factor melancólico: “Hacemos nostalgia porque lleva a la gente de vuelta a un gran momento de sus vidas, ya sea el día de su boda, su primer beso o la primera vez que escucharon una canción. Te transporta a un lugar feliz y, durante dos horas, nada más importa. Te vas feliz, radiante y cantando las canciones”. Además, el cantante, en su cuenta de Instagram (con 1,5 millones de seguidores), acaba de advertir de que esto no acaba aquí: “Es solo la punta del iceberg. Solo estamos empezando”. Como rezaba su icónico estribillo: "Backstreet’s back, alright".

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Sobre la firma

Carlos Megía
Especialista en cultura, estilo de vida y 'celebrities', colabora en diferentes secciones de EL PAÍS desde 2015, además de publicar en cabeceras como 'Harper’s Bazaar' o 'InStyle'. Creador de ‘Un Podcast de Moda’, es licenciado en Periodismo y Comunicación Audiovisual y Máster en Guion por la Universidad Carlos III.
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