El consejo que Isabella Rossellini le dio a la hija de David Lynch en el funeral del director: “Puede que en algún momento necesites decir: ‘Todos le queríais, pero era mi padre”
Seis meses después de la muerte del realizador, Jennifer Lynch habla con ‘The Times’ sobre su relación con el creador de ‘Twin Peaks’, un genio que, asegura, no estaba preparado para la paternidad


David Lynch murió el pasado 16 de enero a los 78 años, un par de meses antes de que se celebrara el 35º aniversario de su serie más famosa y revolucionaria, Twin Peaks, y cuatro días antes de la toma de posesión de Donald Trump, algo que, como ha confesado ahora la hija mayor del director en una entrevista con el periódico The Times: “No era algo que le entusiasmara. Era algo que le preocupaba y se estaba planteando dejar el país”.
Jennifer Lynch, también directora de cine —tenía 21 años cuando su padre le propuso escribir El diario secreto de Laura Palmer, lo que iba a ser un spin off [una continuación] de Twin Peaks y acabó siendo una exitosa novela—, ha concedido una emotiva entrevista a la publicación en la que, entre otras cosas, revela que lleva las cenizas de su padre colgadas al cuello. O que era de madrugada cuando, recién acabado su trabajo en un plató de tele, recibió una primera llamada de uno de sus hermanos —que colgó— y otra más justo después que le hizo sospechar: “Supe que algo iba mal”, confiesa. En efecto, su padre había fallecido.
El director llevaba tiempo enfermo. En 2024 había revelado que sufría un enfisema pulmonar, pero que seguiría fumando a pesar del diagnóstico, que tampoco le iba a impedir seguir trabajando. Justo antes de su muerte, en pleno episodio de incendios en Los Ángeles, había sido evacuado por el peligro del fuego y la mala calidad del aire, pero se disponía a volver a su casa, cerca de Mulholland Drive: “Íbamos a reunirnos en su casa en una hora y media”, relata Jennifer a The Times. Antes de eso, en Navidad, el cineasta ya había avisado a sus cuatro hijos de que quizás era la última que pasaba con ellos, y así fue.
La hija mayor de Lynch cuenta que sus padres se conocieron en la escuela de arte de Filadelfia. En el año 1968, él tenía 22 años y ella, la pintora Peggy Reavey, 21: “Eran estudiantes que tonteaban y hacían arte juntos, y también tuvieron un bebé, y por eso se casaron”, explica. Sobre su infancia, recuerda un hogar muy creativo pero también pobre: “Estábamos muy, muy arruinados. Cuando traía a un amigo, lo que le contaba luego a los niños en el colegio era: ‘Jen vive en un garaje’. No que hubiéramos construido una casa de muñecas o hecho cosas”. Separados desde que ella cumplió los siete años, Jennifer explica que se mantuvieron unidos y que, en los últimos años, compartía con ella llamadas de Zoom de dos horas todos los domingos.
En su entrevista, la hija mayor del realizador también confiesa que a su padre le vino grande la paternidad, no estaba preparado para ella. Dice que Lynch canalizó sus temores en su película Cabeza borradora (1977), sobre un hombre obligado a cuidar de un bebé deforme. Y explica que ella misma, que nació con pies zambos y llevó zapatos correctores conectados a una barra, a los dos años estaba en el plató donde se rodaba esta cinta entre lo onírico y surrealista, jugando con la maqueta de su espeluznante alter ego. Se trataba de eso hasta el punto de que su padre le pedía que mirara a izquierda y derecha para poder imitar luego el movimiento de sus ojos de forma convincente.
Para no llevarse bien con la paternidad, el genio David Lynch tuvo cuatro hijos con distintas mujeres. Ellos están muy unidos y, según la mayor, se están ocupando del vasto archivo de su padre: pinturas, esculturas, grabaciones sonoras, muebles, guiones y películas, de los cuales una parte se subastará el próximo 18 de junio en Julien’s. Como se explica en la entrevista en The Times, el cineasta quería que sus hijos vendieran su casa y se repartieran los beneficios a partes iguales: “Era muy consciente de que habíamos tenido experiencias diferentes al crecer y nunca quiso que ninguno de nosotros se sintiera más querido que los demás”, dice Jennifer para, a continuación, señalar llorando un frasco de plata que cuelga de su cuello: “Son las cenizas de papá. También se las di a mis hermanos”.

Sobre toda esta pena que aún arrastra tras la muerte de su padre, alberga una historia bonita que tuvo lugar durante el funeral de este, en el que la expareja de su padre Isabella Rossellini —estuvieron juntos cinco años, de 1986 a 1991—se acercó a preguntarle cómo estaba: “Habló de cuando falleció su propio padre [el director Roberto Rossellini] y el mundo también estuvo de luto. Y me dijo: ‘Puede que llegue un momento en que tengas que decir: todos le queríais, pero era mi padre”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.