Los 60 años de Cristina de Borbón, la infanta pródiga: “Mientras el rey Juan Carlos no vuelva a España, ella tampoco lo hará”
El próximo 13 de junio, la hermana de Felipe VI cambia de década libre de culpa, divorciada y en medio de un discreto proceso de acercamiento a Palacio y a España. “Pueden quitarla de la Familia Real y pueden quitarle el título, pero nació infanta y morirá infanta”, afirma su entorno


A la infanta Eulalia de Borbón y Borbón, separarse de su marido le costó una década de destierro durante el reinado de su sobrino Alfonso XIII. A la infanta Cristina de Borbón y Grecia, en cambio, dejar a su esposo le ha valido el fin de un destierro igual de largo durante el reinado de su hermano, Felipe VI. El próximo 13 de junio, doña Cristina cumple los 60 años libre de culpa (fue absuelta en el caso Nóos en 2017), divorciada de Iñaki Urdangarin después de 26 de años matrimonio (“interrumpieron su relación matrimonial” en 2022 y firmaron el divorcio en 2024) y en medio de una discreta operación de acercamiento a Palacio y a España.
“Lo ha pasado muy mal, aunque cuando nos vemos no hablamos de esas cosas”, explica una amistad de la infanta a EL PAÍS. “Esas cosas” son los 11 años del caso Nóos, los cinco años y 10 meses de cárcel de Urdangarin por corrupción y la relación extramatrimonial del exjugador de balonmano con una compañera de trabajo, un romance que salió a la luz en la portada de una revista del corazón en 2022 e hizo saltar por los aires el aparentemente indestructible matrimonio de los exduques de Palma. “Está mejor, desde luego. La vemos animada con su vida. Le gusta su trabajo. Es muy responsable con su trabajo. Ponlo, porque nunca se habla de su trabajo”, pide esta fuente.
Doña Cristina sigue siendo directora del área Internacional de la Fundación La Caixa, institución para la que empezó a trabajar en 1993. En 2020 trascendió que lo había dejado, pero nunca ha interrumpido su vínculo laboral con la fundación presidida por el banquero Isidro Fainé Casas, amigo de su padre, el rey Juan Carlos. Hace unos días, la infanta asistió en Santander a un acto para conmemorar uno de los proyectos más antiguos de la fundación, un programa de vacunación infantil en el que participa La Caixa desde hace décadas y que ya ha beneficiado a 10 millones de niños en África y Latinoamérica.
Además, mantiene su puesto a tiempo parcial en la Aga Khan Development Network (AKDN) en Ginebra. En 2013, en pleno escándalo del caso Nóos, se mudó con sus hijos a Suiza para empezar a colaborar con este grupo de agencias de desarrollo privadas creadas por el Aga Khan IV, otro gran amigo de su padre. La reciente muerte del multimillonario príncipe, a los 88 años, no ha hecho peligrar su continuidad en esta intrincada y enigmática red de ONG. El rey Juan Carlos asistió al funeral del magnate, celebrado en Portugal el pasado mes de febrero. Su hija pequeña, que mantiene una relación cercana con la familia Aga Khan, no acudió a la ceremonia. Su ausencia llamó la atención.

Según explica un portavoz de la AKDN a EL PAÍS, la hermana del Rey sigue trabajando para ellos como coordinadora de programas entre la Fundación Aga Khan y el Aga Khan Trust for Culture y está enfocada en el diseño y ejecución de proyectos que buscan “fortalecer a la sociedad civil en África y Sudamérica y promover el desarrollo social en zonas urbanas de áreas históricas como El Cairo y Delhi”.
Desde que Cristina de Borbón se separó de Urdangarin no han cesado de salir informaciones sobre los cambios que ha hecho en su vida. Se ha quitado su característica verruga en el lado izquierdo de la cara y habría empezado una nueva rutina de cuidados y una dieta pescetariana, basada en el consumo de peces y mariscos. Según explica su entorno a este periódico, también ha intensificado sus visitas a Madrid, aunque muchas de ellas pasan inadvertidas para la prensa. “Ahora suele venir una vez al mes, pero es muy discreta. Es menos socialité que Elena. En las distancias cortas es una persona encantadora, pero muy tímida, rasgo que se puede confundir con frialdad. Tiene muy pocos amigos, pero muy buenos. No son más de cuatro o cinco. Cuando viene, siempre por poco tiempo, solo los ve a ellos y a su familia”. En su núcleo duro figuran su prima carnal la princesa Alexia de Grecia y una prima lejana, Cristina de Borbón-Dos Sicilias.

La familia siempre ha mediado para que la relación entre doña Cristina y Felipe VI no naufragara en los momentos de mayor tempestad. El distanciamiento entre los hermanos empezó en diciembre de 2011, cuando la infanta fue apartada de la agenda oficial de la Casa Real. Los actos de celebración de la Fiesta Nacional de ese año fueron los últimos en los que aparecieron ella y su entonces marido. Pero el punto más bajo de la relación llegó en 2015, cuando el rey Felipe le retiró vía real decreto el título de duquesa de Palma, un regalo que le había hecho Juan Carlos I con motivo de su boda con Urdangarin. La decisión de Felipe VI llegó en el momento de mayor debilidad, tras ser imputada y meses antes de tener que sentarse en el banquillo. Su respuesta fue inédita: desautorizó a su hermano a través de su abogado, afirmando que había sido ella quien había renunciado al ducado. La Casa del Rey desmintió esa versión.
Hubo algunas presiones del entorno de Palacio para que también renunciara a los derechos de sucesión dinástica, pero ella nunca estuvo dispuesta a hacerlo. “No se le pasó por la cabeza jamás renunciar a lo que le pertenece por nacimiento. Pueden quitarla de la Familia Real y pueden quitarle el título, pero nació infanta y morirá infanta”, dice una de sus amistades. Y añade: “Afortunadamente, todo eso ha quedado en el pasado”. El verano pasado, doña Cristina y su hermano acudieron juntos a la boda de Victoria López-Quesada, hija de Cristina de Borbón-Dos Sicilias y el banquero Pedro López-Quesada. Fue una manera de escenificar su acercamiento, de normalizar de cara a los españoles una relación que ya está recompuesta. Ese mismo verano, también coincidieron públicamente en dos actos oficiales de la Fundación La Caixa.

El año pasado trascendió que doña Cristina compró un piso en Pedralbes, el barrio barcelonés donde comenzó su vida de matrimonio con Urdangarin. El apartamento está ubicado no muy lejos del polémico palacete de seis millones de euros que los duques de Palma adquirieron en 2004 con la ayuda de un préstamo millonario del rey Juan Carlos. Para su entorno, esta operación inmobiliaria no significa que vaya a volver a España: “No tiene intención de volver. Al menos no en el corto plazo. No va a volver, menos con su padre fuera del país. Mientras el rey Juan Carlos no vuelva a España, ella tampoco lo hará”. Aunque los suyos aclaran: “Para nosotros, sus amigos y familia, nunca se ha ido”.
Algunos cronistas reales creen que ha comprado el piso en Barcelona para estar más cerca de su trabajo y de su segundo hijo, Pablo, que vive en la ciudad y juega al balonmano en el equipo Fraikin BM Granollers. Pablo tiene 24 años y es la viva imagen de su padre: alto, atlético y carismático. El joven sale con Johanna Zott, una estudiante de medicina que pertenece a una acomodada familia de origen alemán. “Cristina está muy pendiente de sus hijos, que ahora están saliendo al mundo y viviendo sus primeras veces. No quiere perderse nada. Es una gran madre. Ha criado unos hijos estupendos, nada que ver con los otros”, explican desde su entorno. Los “otros” son los hijos de la infanta Elena, Felipe Juan Froilán y Victoria de Marichalar, más conocidos por sus juergas y escándalos.
Las amistades de la infanta aseguran que está encantada con las parejas y las vidas que han elegido sus hijos. El mayor, Juan Urdangarin, ya tiene 25 años. Pasó un año trabajando como cooperante en Camboya, estudió Relaciones Internacionales y Marketing en la Universidad de Essex y ahora vive fuera de España. Miguel, de 23, ha estudiado Ciencias del Mar en la Universidad de Southampton y sale con la heredera de origen venezolano Olympia Beracasa. E Irene, la pequeña, de 20 años, está estudiando Hostelería en Oxford y mantiene una relación con Juan Urquijo, cuñado del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida.
Los aliados de la exduquesa de Palma defienden su privacidad con celo. Su entorno más íntimo da pocos detalles sobre cómo es su vida o directamente guarda silencio. “No hablo de mi familia”, dice una de sus primas. Incluso algunos de sus antiguos detractores la protegen. “No creo que pueda aportar nada de interés y prefiero dejar atrás tiempos pasados”, responde Diego Torres, exsocio de Iñaki Urdangarin en el Instituto Nóos, en un email a EL PAÍS. En otros tiempos, Torres llegó a declarar que Casa Real y la infanta conocían perfectamente las actividades del Instituto Nóos. “La infanta intervino, por ejemplo, en un proyecto con Telefónica, otro en Alcalá de Henares…”, reveló Torres a Vanity Fair en 2015. Unos meses después, en sede judicial, la exculpó de cualquier participación en los negocios poco claros de Nóos.
Ahora, una de las grandes preocupaciones de la infanta es su tía Irene de Grecia, de 83 años. Doña Cristina creció con la hermana de la reina Sofía en el palacio de la Zarzuela y la considera como una segunda madre. “Está muy pendiente de ella porque está muy mal de salud”, indica una de sus amistades. También se preocupa mucho por sus padres. Suele visitar al rey Juan Carlos, de 87 años, en Abu Dabi, y a su madre, de 86, en Zarzuela. Ambos la protegieron y defendieron sin fisuras durante los 11 años que duró el caso Nóos. El rey emérito le dio protección y trabajo, y la reina le dio su compañía y apoyo emocional.
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