‘Todo va a mejorar’
La democracia tiene mecanismos que transforman a sus enemigos en músculo. Como el teatro fortalece la carrera de grandes actrices, como la de Aitana Sánchez-Gijón. Y la literatura ilumina cualquier oscuridad, como la de Almudena Grandes


El jueves entrevisté a Aitana Sánchez-Gijón en el podcast Club del Audiolibro por ser la narradora de la adaptación sonora de la novela póstuma de Almudena Grandes, Todo va a mejorar. Es un podcast más estimulante que polémico, no como el de Corinna y el Rey. Mi última pregunta fue: “De todo lo que vivimos en este momento de incertidumbre, ¿qué es lo que deseas que debe quedarse como está?”. Sánchez-Gijón meditó su respuesta. Los mensajes de felicitación por el Cervantes al poeta venezolano Rafael Cadenas tapaban su rostro. Celebraban un triunfo de la poesía sobre la oscuridad del régimen de Maduro. Finalmente Aitana respondió: “La democracia”. Añadiendo: “Entiendo que seamos críticos con ella y sus errores, pero no creo en el desacato, ni en fomentarlo, porque es el germen de los populismos, que podrían llevarnos a regímenes totalitarios de los que la democracia nos ha salvado y protegido”.
Fue un diálogo excepcional, con una mente intuitiva y reflexiva. “Cuando era la niña mona recibía cantidad de guiones. Te haces mayor y hay menos guiones, menos papeles y entonces llegó Almodóvar, con Madres paralelas. Reconozco que fue en el momento justo. Si hubiera sido cuando era más joven no sé si el resultado habría sido el de ahora. Estaría agobiadísima por estar a la altura de mis compañeras. Esta vez lo encontré a él con más ganas de disfrutar. Conmigo, del rodaje, casi de todo. Lo que ha pasado entre cumplir 50 años y trabajar con Pedro ha tenido un único soporte y es el teatro. No lo considero un refugio, pero sí un laboratorio. Me ha enseñado mi cuerpo, mis registros, el control de mi voz. Y, sobre todo, me ha dado fuerzas para no dejar de arriesgarme. ¿Me ofrecen una teleserie melodramática [Velvet], la hago. Y me divierto. Una función donde tengo que interpretar 14 personajes, también lo hago. El teatro me libera de miedos”.
El lunes Aitana había participado en el homenaje celebrado a Almudena Grandes, donde ella y otras actrices leyeron fragmentos de su obra. “No fui amiga de Almudena, en plan íntimo. Sí he sido una lectora fiel, una admiradora. Me recuerdo con 20 años leyendo ansiosa Las edades de Lulú en Londres, en el metro. Ahora se la he regalado a mi hija y me muero por saber su opinión. Por supuesto que me encanta que esto pueda suceder. El ciclo de vida de una novela entre una madre y una hija. Eso también es defender la democracia para mí”.
Son temas que la novela póstuma también aborda. En un futuro pospandemia, donde no dejan de repetirse los confinamientos, hay un control de la natalidad aterrador y un partido político que bajo el lema de “todo va a mejorar” esconde un totalitarismo orwelliano con guiños de trumpismo. “No diría que Almudena fue visionaria en esta última novela. Siguió su instinto periodístico para alertarnos de un futuro muy presente”, dijo Aitana. “Almudena era historiadora, documentaba bien todas sus ficciones. Para mí lo más emocionante de narrar esta novela póstuma es saber que ella le pidió ayuda a Luis [García Montero, poeta, director del Instituto Cervantes y cónyuge de Almudena] para terminarla. Esa decisión final, que la ayudara a concluirla, me parecía en sí misma una historia de amor, tan conmovedora como luchadora”.
Aunque no tiene un final feliz, el resultado de las elecciones legislativas en EE UU sí puede ser el principio del fin de la carrera de Melania Trump, ex primera dama. La vigilia de las elecciones era el cumpleaños de mi hermana, Valentina. Alicaída, comunicaba desde Los Ángeles que no quería celebración alguna. Presagiaba una victoria aplastante de los republicanos. Felizmente, se equivocó. La democracia tiene mecanismos que transforman a sus enemigos en músculo. Como el teatro fortalece la carrera de grandes actrices. Y la literatura ilumina cualquier oscuridad.
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