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Los helados sin leche nacidos en Ávila que triunfan en el supermercado

Pink Albatross elabora polos y tarrinas cremosos con ingredientes de verdad. La idea surgió de una mezcla de veganismo y necesidad

Pink Albatross helados sin leche

Hace una década hubiese parecido impensable que unas tarrinas de helado sin rastro de leche se colasen en el olimpo de las marcas más vendidas en los supermercados. Hoy, con el segmento a base de plantas en alza y un mercado cada vez más diverso y abierto a nuevas propuestas y sabores, Pink Albatross representa el triunfo de una rara avis. Esta es la historia del refrescante postre que soñó un trabajador de banca vegano. Unos helados sencillos, riquísimos y sin rastro de aditivos que echaron a andar en Ávila, y que el año pasado rebasaron con creces el objetivo de facturación de un millón de euros.

“Estuve trabajando en el sector bancario 12 años, en Madrid, Londres y Nueva York”, relata Luke Saldanha, uno de los fundadores de la marca heladera. Cuando llegó a La Gran Manzana –nótese la poética–, se hizo vegano. “Mi filosofía personal es que tenemos que reducir los productos de origen animal por ética, salud y medio ambiente”, explica. Allí la transición le resultó sencilla: la ciudad que nunca duerme era un hervidero de opciones vegetales, inexistentes en España por aquel entonces.

Además, su hija pequeña es alérgica al huevo, a la proteína de la leche e intolerante al gluten, por lo que encontrar dulces o helados ricos –”que diesen la talla, organolépticamente hablando”, detalla Luke– era una tarea casi imposible. “Casi todo lleva harina, nata, huevo y mantequilla”. La suma de todas estas circunstancias vitales encendió la chispa primigenia de Pink Albatross. ¿Y si fuese posible hacer helados totalmente vegetales, y absolutamente deliciosos? Resultó que sí.

Saldanha y su socio, Pepe Biaggio, otro enamorado del helado, empezaron a investigar el mercado en 2018. Tras seis meses, desarrollaron el primer prototipo, y Saldanha decidió volver a España, donde lanzaron el primer producto en abril de 2019. Los primeros sesenta puntos de venta de Pink Albatross fueron bares y tiendas de barrio, a los que llamaron puerta a puerta. Llegó la pandemia, y lo paró todo, pero en 2021 comenzaron su aventura comercial. Empezaron elaborando tiradas de 60 litros. Hoy, son 3.000.

Veganos y también muy buenos

Hechos con ingredientes que puedes dibujar

Este es uno de sus principales reclamos: todos los ingredientes que componen cada helado pueden dibujarse. Cocos, menta, pistacho, anacardo, limones, mango… es una manera ocurrente de explicar el concepto clean label o etiqueta limpia, que alude a la tendencia creciente en la industria alimentaria de elaborar productos con un listado más corto de ingredientes, huyendo de colorantes, aditivos y conservantes, y apostando por lo natural y simple, de forma que el consumidor entienda perfectamente de que está hecho cada helado, como si pudiese rebobinar su preparación. A fin de cuentas, nadie sabe “ponerle cara” a los nitritos o nitratos E249-E252, pero todo el mundo sabe cómo son una manzana o un grano de café.

Detrás de cada helado de Pink Albatross hay un proceso de investigación creativo, apasionado y artesanal. Como norma, ninguno lleva más de diez ingredientes. “Al principio nos inspiramos en las heladerías, pero pronto nos dimos cuenta de que la gente no tiene las mismas preferencias al comprar una tarrina en el supermercado. Son contextos muy diferentes”, anota el cofundador. “Pidiendo un helado suelto, la gente arriesga más, mientras que en el súper la gente tiende más a lo conocido”.

Hecho con pistacho de verdad

Al principio tiraron más de especialistas técnicos, pero pronto entrenaron su paladar, olfato e intuición. “Recuerda que somos banqueros, ¡al principio no conocíamos el sector!“, se ríe Saldanha. Ahora buscan inspiración por todas partes –restaurantes, pastelerías y otras categorías– y son ellos mismos los que tantean los sabores, juegan con las frutas y encuentran los mejores maridajes para sus tarrinas. “A veces te equivocas. Hicimos una apuesta por el mango y la tendencia de consumo no se trasladó al mercado del helado, por ejemplo. También varía según el país o la zona. Por ejemplo, el mango y el coco se venden genial en Portugal o Canarias y mucho peor en la Península”.

De Ávila trasladaron la fabricación a una instalación más grande, en Cataluña. No hay rastro de leche ni de gluten en sus helados, tampoco ningún elemento de origen animal. Para alcanzar la textura perfecta recogen la sabiduría de la cocina asiática y aprovechan el mágico potencial de las leches vegetales y los frutos secos, combinando leche de coco orgánica y anacardos. El espesor de la primera brinda fluidez por su parecido con la leche entera, mientras los segundos cumplen la función dulce y cremosa de la nata, aportando cuerpo y absorbiendo los sabores.

El chocolate nunca falla

Polos cremosos y tarrinas irresistibles

En cuanto a las combinaciones, en Pink Albatross han inventado verdaderas genialidades: helado de limón con trocitos de bizcocho de limón y salsa de fresa; de mantequilla de cacahuete con trozos de chocolate negro, helado de avellanas tostadas o la niña bonita del catálogo, bautizado como Perfect Roast Pistachio, elaborado con pistachos griegos tostados a medida para un sabor intenso. “Hemos probado de todo: chocolate con menta, chocolate con café, o frutas tropicales. El rey es el de pistacho, junto con los de chocolate y lemon cake”, confiesa.

En 2024, un año clave, llegaron dos novedades para completar sus tarrinas: los mini bombones, con cobertura de chocolate belga, y los polos cremosos de frutas, únicos en un mercado dominado por frutales de hielo, pensados para adultos y con combinaciones de fresa y frambuesa, y de mango con maracuyá. “La moda está cambiando: cada vez se vende más en formato polo, aunque en España crece en general el formato tarrina, con menor estacionalidad”.

Los polos no tienen por qué ser un trozo de hielo

David contra Goliat (si fuesen helados)

No son helados de quiosco o de chiringuito de playa, sino de supermercado: ya están presentes en 2.500 grandes superficies –también en los hoteles Iberostar–, y en un mundo dominado por gigantes como Häagen Dazs, son la sexta marca más vendida. “Nos hemos hecho un nombre”, celebra Saldanha. En 2021 facturaron 250.000 euros, y en 2024, 1,8 millones de euros, rebasando con creces su propósito. Su tasa de recompra se sitúa en el 80% y ya son la marca de helados plant-based más vendida en el comercio minorista en España, pero la palabra vegano no aparece en su packaging para demostrar, precisamente, que son helados para todo el mundo. “La gente tiene muchos prejuicios contra los alimentos totalmente vegetales y en cuanto nos prueban, se enamoran. La clave está en que el sabor esté por encima de la marca”.

¿Sus próximos pasos? Seguir investigando sabores, llegar a muchos más puntos de venta – “España tiene 23.000, tenemos mucho recorrido”, cuentan-, seguir internacionalizándose tras la grata experiencia portuguesa, y demostrar que la leche no hace falta para una receta de rechupete. Son la prueba viviente de que alérgicos, intolerantes, veganos y golosos preocupados por la crisis climática o el bienestar animal también pueden comer buenos helados al final de un dorado día de playa. El sueño sin lácteos de ese padre en La Gran Manzana, finalmente se cumplió.

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