Razones para hacerse pastafari


Los fans del pastafarismo hemos recibido una gran noticia esta semana: Austria ha reconocido el escurridor de pasta como símbolo religioso. No, no me he tragado una historia de 'El Mundo Today', es todo verdad de la buena. Los pastafaris, que existen desde 2005, practican una religión paródica que adora al Monstruo Volador de Espaguetis como dios creador. Uno de sus seguidores, el austriaco y "ateo militante" Niko Alm, ha conseguido que las autoridades le expidan un carné de conducir con una foto en la que luce un colador en la cabeza. En su país sólo se permite aparecer en los carnés cubierto por prendas propias de prácticas religiosas, como los hábitos de las monjas cristianas, los hiyabs de las mujeres musulmanas o los kippah judíos.
Alm asegura que para lograr la hazaña ha estado tres años peleando con la policía, que le obligó a llevar a cabo unas pruebas psiquiátricas que demostraran que estaba en sus cabales. Sin embargo, un portavoz policial lo niega todo: "La licencia estaba lista en octubre de 2009, pero no fue recogida. La foto no fue aprobada por cuestiones religiosas. El único criterio que se aplica en estos casos es que la cara esté completamente visible", ha declarado Manfred Reinthaler a la BBC.
Nico Alm, con su carné y su colador (EFE)
La Iglesia del Monstruo Volador de Espaguetis surgió como una burla atea del creacionismo, cuyos defensores defienden el origen divino de la vida ("diseño inteligente", lo llaman) y pretenden que éste se enseñe en las escuelas como alternativa a la evolución. Los pastafaris creen que si el Dios cristiano está presente en las clases de ciencia, también se debería proponer como posible creador al Monstruo Volador de Espaguetis: hay las mismas evidencias empíricas de la existencia de ambos. El culto al MVE tuvo un gran boom en internet al poco de nacer, y hoy cuenta con miles de adeptos en todo el mundo.
Simpatizo con esta religión por diversos motivos. Como fan de la pasta, adorar a un bola voladora gigante de espaguetis con tomate y albóndigas me resulta muy atractivo. Salvo quizá Buda con sus generosas carnes, que dejan adivinar un pasado de buen comer, y Baco con sus caldos, pocas divinidades dicen mucho en términos gastronómicos.
En el cielo al que van los pastafarianos hay volcanes de cerveza fría y strippers, mientras que en el infierno la cerveza está pasada y los strippers transmiten enfermedades sexuales. También me gusta que el viernes sea el día sagrado, habiendo sido siempre mi favorito. Que digan "ramén" en vez de "amén" es otro plus, ya que devoro dicha sopa japonesa de fideos siempre que puedo. Las fiestas de guardar pastafarianas son lo más: la Pastover coincide con la Passover (pascua judía), y en ella se consumen ingentes cantidades de espaguetis en honor al Monstruo Volador, mientras que en el Ramendán lo único que se puede tomar durante el día es ramen.

"Él hirvió por tus pecados", reza el cartel pastafarista.
Los pastafarianos también honran a su dios con imaginativas creaciones culinarias, como tacos de espaguetis, galletas, 'cupcakes' y tartas decoradas con figuras del Monstruo. Es frecuente que éste se les aparezca en platos de pasta con albóndigas, tostadas o incluso en fruteros.
Para la Iglesia del Monstruo Volador de Espaguetis, el único dogma es que no hay dogmas. Y de ahí nace el mayor defecto que le veo yo a esta religión: que no tiene escisiones ni sectas. Como admirador de las mismas desde que vi la escena de 'La vida de Brian' en la que sus seguidores se dividen entre adoradores de la calabaza y de la sandalia, las echo de menos. Pero bueno, siempre puedo confiar en que un día algún grupo de pastafaris veganos niegue la existencia de albóndigas en el Monstruo, las sustituya por tofu y se monte el lío.
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