Cómo funciona el Banco de Alimentos en Mercamadrid, que reparte donaciones de producto fresco y congelado
Esta fundación cuenta, desde hace 14 años, con una delegación en el mercado mayorista madrileño
“Hoy nos han donado un palé de naranjas y las estamos clasificando, seleccionando las que son aptas para el consumo. Las que no lo son, las depositamos en una tolva, que luego Mercamadrid lleva al ecoárea [la zona destinada a la separación y reciclaje de los residuos] para producir compost”. Así relata Luis Mohedano, responsable de la delegación de la Fundación Banco de Alimentos en el mayor mercado europeo de alimentación fresca, una parte de su labor diaria. Un equipo de 32 voluntarios y tres empleados se organizan en diferentes turnos para recibir, clasificar y repartir a entidades benéficas de toda la Comunidad de Madrid los alimentos donados por los mayoristas. Estos productos se utilizarán para preparar menús solidarios o bolsas de comida que se entregarán a personas en situación de pobreza o exclusión social. “A lo largo del año repartimos del orden del millón de kilos de fruta, verdura y otros productos”, afirma.
Lo que hace especial a esta delegación es que recoge producto fresco y congelado. Cuando se trata de donar alimentos, a menudo pensamos solo en las legumbres en conserva, el aceite, la pasta o el arroz, que ofrecen un margen de tiempo más amplio desde que se entregan hasta que se reparten. Las frutas y las hortalizas, sin embargo, tienen una fecha de consumo más limitada, lo que exige que los voluntarios del Banco de Alimentos trabajen rápido. “Tratamos de repartirlas inmediatamente o, como mucho, un día o dos después de haberlas recibido y seleccionado”, explica Mohedano.
La labor del Banco de Alimentos es proporcionar comida a aquellas personas con menos recursos, pero también contribuir a aliviar el desperdicio alimentario, en este caso, dentro de Mercamadrid. La fundación lleva 14 años instalada en el mercado mayorista, en un espacio cedido en la calle 48. Cuentan con varias naves, donde se ubican las cámaras de conservación de fruta y verdura, la de congelados, una zona de clasificación y separación, y sus oficinas. Este verano, Mercamadrid publicó una guía práctica destinada a las empresas que operan en sus instalaciones para “facilitar su adaptación” a la Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario, aprobada en el mes de marzo.
En total, el Banco de Alimentos cuenta con cuatro delegaciones en la Comunidad de Madrid: la del Colegio San Fernando, en Fuencarral-El Pardo, donde están sus oficinas principales; dos almacenes en Alcalá de Henares y Alcorcón; y la de Mercamadrid, que aunque es la más pequeña, realiza una labor crítica para garantizar que estos alimentos esenciales se puedan emplear en la elaboración de menús nutritivos y equilibrados. Cuando el producto que reciben está en perfectas condiciones —aquellos alimentos que no se han podido vender por calibre, porque su periodo de consumo está próximo a vencer o porque el precio de mercado del producto no cubre sus costes—, se reparte tal y como viene. Cuando no es así, clasifican todo aquel que sigue siendo apto para el consumo humano y, el resto, se desecha.
Esta selección es la que más manos requiere y los voluntarios se emplean con afán en separar los alimentos aptos de los que no lo son. Una vez hecha la clasificación, los productos se van apilando fuera, a un lado los frescos y a otro los productos elaborados —como por ejemplo, la mantequilla o el maíz envasado al vacío—, donde acuden las furgonetas a recogerlos. “Es como una donación mayorista, así que son las entidades benéficas las que vienen a recoger los productos y luego son ellas las que se encargan de distribuirlos”, cuenta Luis Mohedano.
Las entidades que acuden al Banco de Alimentos de Mercamadrid deben contar con cámaras frigoríficas que permitan almacenar correctamente el producto fresco que recogen. Además, Luis explica que “hay una figura de voluntarios, que se llaman visitadores, que son el vínculo entre el propio banco y las entidades benéficas. Se encargan de visitar sus instalaciones para asegurarse de que cumplen todos los requisitos”. El propio banco colabora con ellas en campañas de donación de arcones de congelados para que puedan recibir este tipo de productos y almacenarlos en condiciones. También hay empresas y fundaciones que no solo contribuyen donando alimentos, sino también servicios de transporte, maquinaria, mobiliario o, incluso, patrocinando una “calle”, con su placa incluida, en las diferentes sedes del Banco de Alimentos.
Y aunque podría parecer que la Navidad es la época más ajetreada para el Banco de Alimentos, después de la célebre Gran Recogida que organizan cada noviembre para abastecer sus almacenes y así poder proporcionar alimentos durante todo el año, lo cierto es que, en esta delegación, reciben la misma cantidad de donaciones en estas fechas que el resto del año. “Aquí, en Mercamadrid, —aclara Luis— la época de más trabajo suele ser el verano, porque es cuando la campaña de frutas está más fuerte y, al ser producto perecedero, con las altas temperaturas, su período de vida útil es menor. Tenemos que ser más rápidos y coincide con que, además, tenemos menos voluntarios por las vacaciones”.
Desde las cuatro delegaciones del Banco de Alimentos en Madrid, distribuyen a toda la comunidad. A nivel nacional, cada provincia tiene sus bancos de alimentos propios y todos forman parte de la Federación Española de Bancos de Alimentos, que es la que les representa ante la Federación Europea de Bancos de Alimentos. Gracias a este funcionamiento en red, explica Luis Mohedano, se pudo atender, por ejemplo, la necesidad alimentaria provocada por la guerra de Rusia en Ucrania, con el apoyo de los bancos de alimentos más próximos a la frontera del país, como son los de Polonia, Rumanía o Bulgaria.
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