La moda masculina huye de la grandilocuencia en Milán
Los desfiles de Prada, Dolce&Gabbana o Emporio Armani se centran en el aspecto formal de las prendas


La semana de la moda masculina que ha concluido este lunes 23 de junio en Milán ha sido más corta y escueta de lo habitual. Dos de las marcas habituales, Fendi y Dsquared2, celebran aniversarios redondos este año y han decidido concentrar sus desfiles mixtos en la pasarela de moda femenina de septiembre, más multitudinaria. Zegna, a su vez, ha desplazado por primera vez su desfile fuera de Italia, a Dubái, donde ha celebrado un evento internacional. Más comprimido que en otras ocasiones, el calendario milanés ha permitido constatar otra cuestión: en un entorno económico y político marcado por la inestabilidad internacional, no corren tiempos propicios para grandes relatos ni para narrativas grandilocuentes, sino para centrarse en la fortaleza de la moda italiana: las prendas, los tejidos, la artesanía y la vocación práctica.
El desfile de Prada para el verano de 2026, celebrado el domingo, fue casi un ejercicio de abstracción: celebrado en un espacio desnudo, decorado por alfombras en forma de flor inspiradas en las serigrafías de Andy Warhol, y acompañado por una nota de prensa minimalista que habla de libertad, combinatoria y movimiento, fue casi una antología del estilo que Miuccia Prada y Raf Simons llevan desarrollando desde 2020. Sin aderezos ni estampados, pero con cortes reconocibles. El suyo es un fondo de armario conceptual y geométrico, con algunos gestos de carácter: jerséis de cuello barco, chaquetas con bolsillos, pantalones rectos, camisas de cuello prominente, bolsos y mochilas inspirados en el alpinismo y mocasines y sandalias de suela finísima. Prendas deseables y fáciles de llevar, de vocación joven, que hablan de calma y cercanía. “Queríamos un cambio de tono”, declaraba Prada a la prensa local tras el desfile. “Lo opuesto a la agresividad, el poder y el rencor que gobierna el mundo. Intentamos hacer una pequeña aportación con algo genuino y amable”.

La tarde anterior, Emporio Armani celebraba un desfile que, por primera vez, no contó con la presencia del diseñador saludando al acabar el carrusel de modelos. En un comunicado difundido la víspera, la marca afirmaba que Giorgio Armani había decidido seguir la presentación desde casa, donde se encuentra en proceso de recuperación. Fue su mano derecha, el diseñador Leo dell’Orco, quien salió a saludar tras una colección inspirada en África y en el viaje que desplegó una cantidad apabullante de técnicas artesanales y texturas más propias de la alta costura que del prêt à porter. No en vano, Armani fue el responsable de introducir la seda en la sastrería masculina en los años ochenta, así como referencias culturales que iban más allá de la elegancia clásica. Su lección de opulencia fluida y ligera habla de veraneo y de paraísos exóticos.
En Dolce&Gabbana, el hedonismo se traduce en una colección articulada en torno a la idea del pijama. Los suyos son de seda, amplios y ultralujosos, con estampados, bordados y detalles brillantes, y se combinan con trajes y esmóquines de cortes holgados. Los pantalones con pinzas adquieren movimiento y la sastrería en lino se adapta al cuerpo como un pareo. Los voluminosos jerséis de punto marinero son una concesión al guardarropa sport, y el contraste entre blanco y negro de temporadas pasadas da paso a tonos intermedios y suaves, bordados y estampados de leopardo.

Lo urbano y lo deportivo, de momento, siguen ausentes de los discursos de las grandes marcas. Solo el desfile mixto de Fiorucci, ahora con nuevos propietarios y bajo la dirección creativa de Francesca Murri, propuso un ejercicio de nostalgia adolescente dosmilera.
La pasarela de Milán ha dado cabida también a dos variaciones sobre la elegancia británica. En el caso de Paul Smith, una lección de coherencia y veteranía, con trajes elaborados, colores brillantes y tonos tierra, pantalones con pinza, saharianas, mocasines muy planos y elaboradas prendas de punto. Los estampados son collages fotográficos procedentes de los propios viajes del diseñador, cuya voz explicaba, en una locución, la inspiración trotamundos de la colección.

La otra presencia británica destacada es la de Dunhill. El diseñador Simon Holloway reivindica la elegancia aristocrática y el rigor sensual de la sastrería de décadas pasadas. Trajes de chaqueta cruzada, abrigos de banquero, tonos claros para el fin de semana, batines de cuadro ventana y modelos paseando perros de raza: un cruce entre los hombres de la familia Windsor y el dandismo rockero de Bryan Ferry y Charlie Watts, influencias confesas del diseñador.

En las presentaciones estáticas incluidas en el calendario oficial, Brioni apuesta por la sastrería en tejidos suntuosos, en ocasiones con acentos irisados, y Etro indaga en el archivo de la casa para rescatar sus historiadísimos estampados. Fay recupera la chaqueta de entrenamiento empleada por los pilotos de carreras del pasado y Church’s revisita uno de sus iconos recientes, el Shanghai, un zapato de hebilla inspirado en un modelo centenario que invita a pensar a largo plazo en un momento en que el futuro parece más incierto que nunca.
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