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Carlos Moreno: “Hay que regular viviendas turísticas, ruidos o terrazas para frenar la turismofobia”

El urbanista de ‘la ciudad de los 15 minutos’ sostiene que un proyecto como Madrid Norte no ayuda a un equilibrio entre el norte y el sur de la capital

Lo que más le sorprende a Carlos Moreno (Tunja, Colombia, 1959), padre del concepto de la “ciudad de los 15 minutos”, es que países y ciudades del Golfo Pérsico estén tratando de aplicar un modelo inventado para París después de ver cómo los lujosos Ferraris o los Lamborghinis flotan como corchos cada vez que llueve. Autor de una decena de libros sobre urbanismo, profesor de la Universidad de la Sorbona y asesor de decenas de alcaldes de todo el mundo, Moreno insiste en un modelo en el que los ciudadanos no tengan que desplazarse más de un cuarto de hora desde su domicilio, ya sea andando o en bicicleta, para acceder a cualquier servicio básico, satisfacer sus necesidades e inquietudes o, incluso, trabajar. Invitado por el Colegio de Arquitectos, donde esta semana participó en el Madrid Foro Urbano Internacional, Moreno incorpora ahora un nuevo concepto, la “proxilencia”, con el reto de crear empleos y aliviar la presión que asfixia el centro de las ciudades.

Pregunta. ¿Está ganando la turismofobia en ciudades como Madrid, Barcelona o Roma?

Respuesta. No hay que tener miedo a la palabra regulación. La ciudad se tiene que manejar con el objetivo del bien común y de que todo el mundo pueda vivir y desarrollarse económicamente, pero cuando se dan fenómenos de masificación turística que atentan contra la calidad de vida en la ciudad, es necesario. La primera regulación tiene que ver con los alojamientos turísticos y Airbnb, que se come el alojamiento. Son edificios completos manejados por empresas y eso no crea convivencia. Después regular las concentraciones masivas. Todo el mundo no cabe en La Puerta del Sol, la Rambla o la torre Eiffel. La tercera regulación tiene que ver con el ruido. Mucha gente concentrada en un mismo sitio hace que sea insoportable vivir.

Yo sé que a los neoliberales no les gusta que se regule, pero se trata de buscar un equilibrio entre el dinero que deja el turismo y los abusos. La cuarta regulación es el uso del espacio público y lo que con él hacen las terrazas o los cruceros. Y claro, eso implica enfrentarse al lobby de la hostelería, pero hay que resistir. No hay otra. Igual que cuando se echó encima el lobby automotriz por prohibir el automóvil en las ciudades, pero la autoridad de una alcaldesa se define por su capacidad de estar al servicio del común, no al servicio de un grupo.

P. De proximidad y resiliencia, “proxilencia”. ¿En qué consiste el término?

R. Ahora se trata de ir más allá. Hemos ganado la batalla del CO₂: hay bicicletas, más zonas verdes y los centros de las ciudades están más limitados a los coches, pero ahora lo que toca es la economía y que no solo sea en las zonas más modernas donde se mueve el dinero. La ciudad de París tiene dos millones de personas, pero el Grand Paris —la capital más los municipios aledaños— suman otros 10 millones de habitantes más. Ahora nos ha pedido que hagamos un diseño con cinco o seis grandes focos económicos y trabajamos con Paul Krugman (Premio Nobel de Economía, 2008) para que este modelo más enfocado en lo económico permita ampliar la oferta de vivienda, quitarle presión al centro y bajar los precios del metro cuadrado generando empleo.

P. ¿Cómo surgió la idea de los 15 minutos?

R. Apareció en la cumbre del clima de París con el objetivo de reducir CO₂ y potenciar la economía local para que la gente no tenga que moverse de su zona. El objetivo era crear barrios más solidarios en los que se pueda caminar, hacer uso del espacio público, tener más seguridad, servicios, más comercio, más cultura…

P. Diez años después, ¿qué balance hace?

R. Cuando planteamos este concepto, mucha gente decía que era una utopía y que las ciudades están hechas para vivir de forma desperdigada, pero ahora el mundo entero se mueve con estos parámetros. Nunca pensé que asesoraría a Arabia Saudí, un país que tiene fama de invertir en lujos estrambóticos, sobre cómo construir ciudades de proximidad con parques, comercios o colegios a poca distancia. O ver cómo Dubai pone en marcha un programa de ‘ciudad de 20 minutos’. ¿Y por qué lo hace? Porque es un lugar en el que nunca llueve, pero en abril del año pasado, en menos de dos días, cayó el agua de cinco años y los Lamborghini y los Ferrari flotaban en las calles como corchos porque no hay un sistema eficaz de evacuación de agua.

Finalmente, costó 1.000 millones de dólares, recuperar los daños y otros 14.000 millones de dólares más crear la nueva infraestructura. Algo parecido sucedió durante la dana de Valencia, con ciudades destruidas en cuatro horas. O durante el apagón que afectó a España y Portugal o lo sucedido durante la pandemia. Cuando nada funciona, el precio que pagan las ciudades es muy alto. Cuando nada funciona, todo el mundo se pone muy contento de conocer a sus vecinos y tener al panadero, el carnicero o un parque cerca. La proximidad es una política de resiliencia.

P. ¿Cómo ve el rumbo elegido por Madrid?

R. Madrid tiene muchos problemas como todas las ciudades y otros que son propios, porque la derecha no lo pone fácil. El gobierno actual ha tratado de echar para atrás cosas que se habían hecho anteriormente. Modelos como el proyecto Madrid Norte o apostar por los grandes eventos deportivos, no creo que ayuden ni a la movilidad ni a lograr un mayor equilibrio entre el norte y el sur de la ciudad.

P. Su modelo es el adoptado por Más Madrid. ¿Pueden las ciudades ser de derechas o de izquierda?

R. Mi libro de la ciudad de los 15 minutos está traducido a 14 idiomas. Ahora mismo estoy trabajando con la Ciudad de México, Osaka y Dubai y en Italia un partido de derechas como Fuerza Italia me ha pedido asesoría. Los políticos deben escuchar más a los científicos y no politizar las propuestas.

P. ¿Cómo ayuda su modelo a resolver el problema de la vivienda?

R. Se trata de luchar también contra la gentrificación. Si la proximidad solo funciona en una parte de la ciudad, todo el mundo quiere vivir ahí y los precios subirán, pero si logramos extenderlo a todo el territorio, vamos a disminuir la presión sobre el metro cuadrado. A partir de ahí se generará una nueva economía geográfica de la proximidad. ¿Qué nos falta entonces? Vivienda, pero vivienda asequible.

P. ¿Cómo conseguir esa vivienda asequible?

R. En España, en Europa, hay una crisis total de vivienda que casi que es mundial. Si se construye siguiendo esta distribución podemos liberar la presión que hoy existe. Pero tiene que ser una vivienda de precios regulados para que no sean precios a los que solamente pueden acceder las clases altas y que obliga a la gente de menos recursos a irse a 50 kilómetros de distancia. Estos son los dos principales objetivos: una economía de la proximidad y una vivienda asequible en toda la ciudad.

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Sobre la firma

Jacobo García
Antes de llegar a la redacción de EL PAÍS en Madrid fue corresponsal en México, Centroamérica y Caribe durante más de 20 años. Ha trabajado en El Mundo y la agencia Associated Press en Colombia. Editor Premio Gabo’17 en Innovación y Premio Gabo’21 a la mejor cobertura. Ganador True Story Award 20/21.
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