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La historia repudia a sus asesinos. A ellas, las homenajea. La lucha por la democracia de las 12 costureras de Víznar

Estas granadinas, ejecutadas al inicio de la Guerra Civil, son las primeras exhumadas del barranco donde fueron sepultadas. Hace poco han sido homenajeadas por el Gobierno por su contribución a la democracia

Javier Arroyo

Desde hace años, incluso antes de que se encontraran sus restos, hay un grupo de mujeres a las que se les llama las 12 costureras del barranco de Víznar. Fueron 12 fusiladas por el franquismo al inicio de la Guerra Civil, a las que se les asignó ese nombre a pesar de que no todas pertenecían a la misma profesión. Quizá porque lo normal era que los asesinos mataran por gremios: hoy camareros, mañana bordadoras, pasado, agricultores. Sin embargo, estas 12 mujeres quedaron para siempre unidas en las últimas horas de sus vidas y a lo largo de 89 años enterradas en la misma fosa. También el 31 de octubre, cuando las homenajeó el gobierno de España, con su presidente, Pedro Sánchez, a la cabeza.

Durante ese tiempo, en esa fosa común de apenas 2,5 por 1,65 metros, han convivido los restos de unas mujeres a las que le arrancaron la vida en un instante. Sus cuerpos fueron encontrados en la fosa número seis del barranco de Víznar, abierta en el verano de 2022 por el equipo del investigador Francisco Carrión, de la Universidad de Granada, y responsable de las excavaciones en esa zona. Este año recién ha concluido la quinta campaña de búsqueda de cuerpos.

El 6 de octubre de 1936, las 12 fueron arrancadas de la cárcel-convento granadino de San Gregorio, donde estaban detenidas. Luego, escoltadas por Guardias de Asalto, las llevaron a Víznar: allí las asesinaron. La historia de estas doce mujeres se conoce, principalmente, gracias a la investigación de Silvia González, memorialista y presidenta de la asociación Granada Republicana UCAR, que desde hace algunos años investiga sobre las personas asesinadas y enterradas –arrojadas– en el barranco de Víznar, con especial interés en las mujeres. Especial interés porque de las mujeres, como aclara González, “apenas hay huella pública y es muy complicado saber cosas y dibujar su biografía”.

El relato que se conoce de las 12 costureras está construido, en su mayoría, siguiendo las averiguaciones de González, acompañada por otros investigadores como Pepe Peña y Agustín Linares. No fueron ellas las primeras mujeres asesinadas en la zona, pero sí las primeras que constan anotadas en los listados de ejecuciones. La más joven del grupo era Eloísa Martín Cantal, una modista de 19 años. La mayor era Enriqueta García Plata, trabajadora en el cultivo del tabaco, con 49.

A las costureras de Víznar será difícil cambiarles un título que realmente no las describe. Como cuenta Silvia González, solo siete lo eran. Algunas tenían profesiones afines como bordadoras, modistas, sastras, tejedoras y costureras, pero también había sirvientas o una trabajadora de la industria del tabaco.

A estas mujeres, unidas en sus horas finales por el fusilamiento y el enterramiento en una fosa común, las homenajeó el Gobierno central el 31 de octubre pasado. En el acto, el presidente Pedro Sánchez recordó la necesidad no solo de “honrar la memoria de las víctimas” del golpe militar, la guerra y la dictadura, sino también de “reconocer su aportación a esta España en libertad, en la que, con mucho esfuerzo y sacrificio, la democracia fue finalmente posible”.

Independientemente de su ocupación, estas víctimas pusieron, sin duda, su grano de arena para ese bien común. La mayoría de ellas, recuerda González, estaban fuertemente politizadas ―como miembros del Partido Socialista o del Comunista―, o sindicalizadas –de la UGT a la CNT–. En otros casos, sin embargo, fueron apresadas y asesinadas de un modo vicario, por la filiación política de algún familiar. Ese fue el caso de Eloísa Martín Cantal.

Silvia González le tiene especial interés y cariño a la historia de Eloísa. Vivía con su padre Nicolás, su madre Carmen y sus hermanos Nicolás, Francisca, Ceferino y Mario. Su culpa fue tener a su hermano mayor afiliado a la UGT. Nicolás hijo era albañil y llegó a ser elegido como compromisario por Granada para la elección del presidente de la República, secretario general de las Juventudes Socialistas Unificadas y gobernador civil de la provincia. Realmente, Eloísa jamás llegó a ver esos hitos en la carrera político-sindical de su hermano porque fue asesinada apenas tres meses después del golpe de Estado.

El que sí llegó a vivir para estar presente en otro hito familiar fue su hermano Mario, que el 4 de enero de este año recuperó los restos de su hermana fusilada. Eloísa ha sido la primera mujer identificada del barranco de Víznar y, con suerte, no será la última.

González ha logrado reconstruir con sus investigaciones parte de la vida de estas víctimas tempranas del franquismo. De Teresa Gómez Juárez se sabe que fue modista, militante del PSOE y de la UGT. También fue miembro del grupo Teatro Proletario, con el que llegó a estrenar la obra ¡¡Arriba los pobres del mundo!! Participó en algunos mítines de las campañas de 1933 y 1936, y en marzo de ese año fue la única mujer elegida por la agrupación socialista como suplente en la lista para las elecciones municipales. El periódico El Defensor de Granada recogió por entonces unas palabras que pronunció en un mitin meses antes del inicio de la Guerra Civil: “La incorporación de la mujer a la lucha política y sindical tiene gran importancia, ya que por el número de las que estamos, superior al de los hombres, hemos de decidir la contienda”.

De Francisca Fernández Navarro, sin embargo, solo se tiene el dato de su edad al morir, 33 años, y que trabajaba, ella sí, como costurera en una camisería de hombres de Granada cuando fue detenida cuatro días antes de ser fusilada. En el caso de Encarnación Estévez Martín, que murió con 24, fue detenida y fusilada por la filiación política de su marido y hermanos.

Enriqueta García Plata, a sus 49 años militaba en el Partido Comunista y se dejaba ver en los mítines. “Peleona y generosa”, la describió su hija años después. Al ser detenida les dijo a sus hijos: “No os preocupéis, mis hijos, que vuelvo”. No regresó jamás. Josefa Puertas Salinas, de 23, trabajaba como sastra en un taller de costura y cuando supo que iban a detenerla se escondió dentro de un aljibe del Albayzín. Allí aguantó con el agua al cuello hasta que la delataron.

María Delgado Zapata tenía 40 y trabajaba como sirvienta. Ocho años antes de ser fusilada le habían puesto una multa por blasfemar contra la Virgen de las Angustias, algo que no olvidaron los infames que provocaron su detención y asesinato. Ana Estévez Flores, de 31, era modista y vivía con su madre, ya viuda, y pertenecía al gremio de Ascensión Garrido Jaime, de la misma edad, que era bordadora. Otra del gremio era la tejedora Ascensión Collantes Rosillo, de 25 años. Candelaria Reyes Martínez, de 29 años, trabajaba de sirvienta, y de Adoración Muñoz Maya solo se conoce por ahora su lugar de nacimiento, la localidad granadina de Íllora. Estaban destinadas a pasar la eternidad en una misma fosa. El empeño de un arqueólogo y una memorialista les da ahora una sepultura digna. Para siempre.

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Sobre la firma

Javier Arroyo
Periodista. Estudié Filología Inglesa en la Universidad de Sevilla e hice el Máster de Periodismo de EL PAÍS/UAM. Publiqué mi primer artículo en EL PAÍS el 14 de julio de 1999. Estuve unos años y me fui a hacer otras cosas. Volví como colaborador desde Granada en 2016 y aquí sigo.
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