Ir al contenido
_
_
_
_

Alessandra Galimberti: “Las dominicanas recogieron los cristales rotos de las españolas que rompieron el techo de cristal”

La antropóloga acaba de publicar un ensayo titulado ‘Arte y diáspora’, en el que analiza la dualidad de la experiencia migratoria en España de 26 dominicanos dedicados al arte

Alessandra Galimberti, autora del ensayo sobre la parte de la diáspora dominicana en España que se dedica al arte.
Álvaro Sánchez-Martín

Alessandra Galimberti (Madrid, 54 años) es antropóloga especializada en el impacto del arte en las personas. Ha vivido toda su vida entre España, México y República Dominicana, que es el país al que se remontan sus raíces familiares y en el que está nacionalizada. Acaba de publicar un libro titulado Arte y Diáspora en el que analiza las historias de 26 artistas dominicanos en España. La mayoría de ellos viven en Madrid, una ciudad que se jacta de ser acogedora, pero que al mismo tiempo resulta hostil con el extranjero que quiere abrirse camino. Además, es autora de Oaxaca en femenino: 40 mujeres en las artes visuales (Conaculta, 2008), La boda tradicional de San Juan Copala. Permanencias, cambios y desafíos (UNAM, 2018) y Ediciones Litográficas Mark Silverberg (Anfibia Ediciones, 2023).

Galimberti prefiere sentarse en un banco de la plaza de Olavide que en una de sus terrazas. Explica que en los países caribeños la vida se hace en la calle. Los más de 68.448 extranjeros procedentes de República Dominicana conforman la quinta diáspora latinoamericana más numerosa en la Comunidad de Madrid. Y pese a que en un grupo tan nutrido hay gran diversidad de vidas, historias y profesiones, la autora explica que se sigue asociando a los servicios domésticos, la violencia de las bandas juveniles y la prostitución.

Pregunta. ¿Qué le motivó a buscar la historia de artistas dominicanos en España?

Respuesta. Estuve muy activa dentro de todo el proceso de la primera migración dominicana en los años noventa acá en Madrid. Formaba parte de un grupo de teatro social. Comprendí que el arte es una expresión de la humanidad y uno de los tantos ámbitos que conforman una sociedad y una cultura. Es la manera que tienen todas las sociedades de convertir y transformar en lenguajes estéticos todas las evidencias. Ese es el motivo de elegir el arte para hablar de la experiencia de la migración.

P. ¿Ha encontrado elementos comunes en esas historias?

R. La experiencia artística de todos ellos está mediada por la experiencia migratoria. Eso se traduce en las temáticas que abordan. Pero dentro de eso hay diferencias. Algunos artistas lo hacen a través de la experiencia del racismo y discriminación que han sufrido. Otros lo hacen a través de los obstáculos que encuentran cuando llegan acá. La vivienda, por ejemplo. Hoy es algo inaccesible para todo el mundo en Madrid, pero más si se es migrante.

Esa dificultad añadida también se da a la hora de desarrollarse dentro del arte, que es en lo que hace hincapié el libro. Independientemente de tu nacionalidad, es un ámbito complicado porque normalmente no está muy desarrollado y promovido desde las políticas públicas. Pero es aún más difícil si se es migrante y más aún si se es negro.

DVD 1268 Madrid, 30/05//2025.Alessandra Galimberti, Mujer que ha escrito un ensayo sobre la parte de la diáspora dominicana en España que se dedica al arte, fotografiada en la plaza de Olavide/. Pablo Monge

P. ¿Cuál fue la motivación de los primeros migrantes dominicanos para venir a Madrid?

R. La migración dominicana es muy diversa. Acá normalmente en España se identifica la migración dominicana con el servicio doméstico, por ejemplo. Las mujeres que vinieron desde los años noventa a trabajar encontraron esa manera de integrarse en el mercado laboral. Fueron las que se encargaron de recoger los cristales rotos de las mujeres españolas que lograron romper el techo de cristal.

P. ¿Y cómo ha evolucionado?

R. Son muchas migraciones diferentes con motivaciones diferentes. Hay que romper un poco con esa narrativa de que la migración es solamente sufrimiento. Hay mucho goce y hay muchos obstáculos.

P. En el libro dedica un capítulo a explicar el concepto de la dualidad de la experiencia migratoria.

R. Me gusta insertar la experiencia dentro del binomio que planteó un antropólogo iraní llamado Shahram Khosravi de hospitalidad-hostilidad. Por un lado, la hospitalidad se traduce en todas las oportunidades de formación, de creación, que brinda recursos financieros, becas, convocatorias, mil proyectos. Cosas que no se pueden dar, a lo mejor, en Santo Domingo. Aquí hay el testimonio de una compañera, Bianca Ramos, que ella es chelista. Santo Domingo solo tiene dos orquestas. Hay que esperar casi a que se mueran los mayores para poder entrar. Aquí, si no estás en la orquesta sinfónica, estás en la del barrio. Hay muchísimas maneras de poder canalizar y poder participar culturalmente. Esa es la parte luminosa de esa dualidad.

P. ¿Y cómo es la parte oscura?

R. Es esa segregación que sí sufre el migrante, porque todavía es una sociedad permeada por mucho racismo. Son los estereotipos y prejuicios. En el caso de los dominicanos, especialmente si son negros, la gente espera que finalmente lo tires todo por la borda, que lo traiciones, que no lleves a cabo el trabajo porque no sabes... Que seas menos serio. Hacer frente a esas vivencias es muy complicado. A veces uno se acaba comportando como la sociedad espera que se comporte.

P. En el libro es muy crítica con la Ley de Extranjería de España.

R. Nadie es ilegal. Y eso debería ser como un eje a partir del cual construir. Hay que construir leyes que den verdaderamente esa acogida verídica a todas las personas y, por lo tanto, eliminar todas las trabas burocráticas. La burocracia se convierte también en un sistema de control y en un sistema para seleccionar y descartar.

P. Hace unos días, Falange Española convocó una manifestación para pedir la repatriación de todos los inmigrantes. La mayoría de los presentes eran muy jóvenes.

R. En el año 1992 se produjo el primer asesinato que se catalogó de racista. Fue acá en Madrid, contra Lucrecia Pérez, una mujer dominicana que vino a trabajar. La asesinó un guardia civil de 25 años acompañado de tres menores de edad. Lo que ocurrió el otro día no es nada nuevo. Los jóvenes que son racistas lo son porque se les inculca el racismo. Es preocupante, pero tampoco tenemos que echar la culpa a los jóvenes. ¿Qué estamos haciendo nosotros adultos para que esos jóvenes salgan así de defectuosos?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_