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Planes para sobrevivir el comienzo del verano en Madrid: entrenar, ‘brunchear’ y un ‘affogato’

Fónico, Porte y Pomona Club son tres planes ideales para este fin de semana en la capital

'Bruch' de Fónico, en pleno barrio de Salamanca
Lucía Franco

Llega el verano y, con él, las ganas de escapar: a la costa, al norte, a donde sea que haya menos de 30 grados. Pero no siempre se puede. Y, mientras tanto, Madrid sigue ahí: con su calor, sí, pero también con rincones nuevos que hacen más llevadero quedarse. Para quienes se quedan, por obligación, bolsillo, elección o calendario, hay planes que funcionan incluso con bochorno: entrenar en Pomona Club, un gimnasio que también es cafetería y punto de encuentro, donde sudar no es lo único que se va a hacer; brunchear en Fónico, que se llena cada fin de semana por algo, bollería casera, buen café y platos con un toque mexicano; y refrescarse en Porte Coffee & Cream, donde el café se disfruta más con un helado artesanal en forma de affogato.

Un ‘brunch’ muy dulce

El ambiente de Fónico, en el barrio de Salamanca, es ideal para irse de 'brunch' o teletrabajar.

En Fónico (en la calle de Juan Bravo, 41), el brunch se toma en serio. Abrieron hace pocos meses, en pleno barrio de Salamanca, y ya se han ganado el ritual de la cola en la puerta los fines de semana. No hay reservas, pero sí bollería horneada cada mañana, café de especialidad y una carta breve en la que todo está pensado para que guste y se note el cariño en cada plato.

Los clásicos están: chilaquiles, tostadas de aguacate con jalapeños, pancakes esponjosos. Pero también hay detalles que marcan la diferencia: pan de masa madre, mermeladas caseras, mantequilla de miso y un pastel de zanahoria con frosting de queso que funciona como broche de oro o excusa para volver. Hay que probar el matcha frío.

“Nuestro objetivo era que el brunch fuera una experiencia completa”, cuenta el equipo. Y lo es: no por la decoración (cuidada, sí, pero sin alardes), sino porque la comida está buena y el ambiente invita a quedarse. Se puede ir con amigos, en pareja o a solas, con libro y sin prisa. El precio medio ronda los 25 euros. El local cuenta con un menú del día por 16,90 euros.

Un club muy ‘fitness’

Las instalaciones para entrenar del Pomona Club, en una foto cedida.

Pomona Club (en la calle de Serrano, 100) no es un gimnasio al uso, ni tampoco una cafetería que se cuela en un centro deportivo. Pomona es un club en toda regla: un espacio pensado para entrenar en serio, conocer gente con la misma filosofía de vida y tomarse un café de especialidad sin tener que salir a la calle.

El proyecto nació del impulso emprendedor de tres hermanos que, tras vivir en Estados Unidos, quisieron traer a Madrid un concepto integral: clases variadas (de fuerza, HIIT, pilates o incluso hot pilates), un running club con salidas semanales, entrenadores implicados y una cafetería luminosa que sirve zumos, pokes, paninis y ensaladas. Aquí, tan importante es cómo entrenas como lo que comes.

Las clases están pensadas para que cada uno dé lo mejor de sí, con música, ritmo y un ambiente que engancha. “Queríamos evitar lo de tener que irse a otra parte para socializar”, explican desde el equipo. Y lo han conseguido.

Funciona con membresía mensual (con acceso ilimitado, eventos y descuentos), y las reservas se gestionan desde su propia app. Para quienes vienen de paso, recomiendan unirse a alguna salida del Running Club: una forma distinta de ver Madrid y conocer gente local al trote.

Un helado muy especial

Uno de los helados de Porte, en su local en Madrid, en una foto cedida por el establecimiento.

A veces, una idea loca se convierte en plan, y el plan, en una vida nueva. Así nació Porte (en la calle de Santa Engracia, 39): de una caminata por Chamberí y una pregunta al aire. “¿Y si abriéramos un café?”. En lugar de reírse, su pareja, Lucas, dijo: “Hagámoslo”. Y lo hicieron, explica una de sus dueñas, Josefina Fierro.

Porte es un café de especialidad con una carta breve y bien pensada: espresso, filtros, cookies, tostadas, bollería y un helado artesanal que se puede tomar solo o en affogato, uno de los favoritos de quienes ya lo han incorporado a su rutina. “No queríamos solo vender café, queríamos que la gente sintiera que alguien les estaba prestando atención”, cuenta una de sus creadoras.

Quienes pasan por allí suelen quedarse un rato: algunos con ordenador, otros con libro, y muchos con la costumbre ya fija de pedir lo de siempre sin necesidad de decirlo. El precio medio ronda entre cuatro y ocho euros.

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Sobre la firma

Lucía Franco
Es periodista de la edición de El PAÍS en Colombia. Anteriormente colaboró en EL PAÍS Madrid y El Confidencial en España. Es licenciada en Comunicación Social por la Universidad Javeriana de Bogotá y máster de periodismo UAM-EL PAÍS. Ha recibido el Premio APM al Periodista Joven del Año 2021.
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