Las seis horas de rescate a una pareja de ancianos en una laguna de Leganés que solo existía en su memoria de la adolescencia
El uso de un dron resultó milagroso para culminar una operación de salvamento en el municipio que tiene, junto con Alcorcón, el mayor porcentaje de mayores de Madrid
Habían andado tanto porque ese lugar inhóspito, de caminos de tierra y de maleza, incrustado entre carreteras y autovías y que hoy parece solo un secarral, es el lugar de sus recuerdos más vivos, de las cosas que todavía no han olvidado. La pareja de ancianos rescatada en el municipio madrileño de Leganés el pasado 9 de junio, de 83 años el hombre y 76 la mujer, en una operación que resultó milagrosa por el deterioro cognitivo que ambos padecen, había emprendido una larga caminata hacia su propia lucidez.
El punto donde se los encontró no estaba cerca de su domicilio ni del centro. Tuvieron que atravesar más de siete kilómetros bajo un sol de justicia, hasta llegar al lugar donde, dicen los lugareños, algún día hace 60 años existió una laguna o un paraje natural que ambos frecuentaban de adolescentes, tal vez en sus primeras tardes de enamorados o quizá en compañía de más amigos. De eso sí se acordaban.
Puede que sus memorias a corto plazo ya no existan, que no alcancen a recordar el desayuno o la tarde de ayer, pero hay ciertos pasajes del pasado que quedaron grabados a fuego en sus cabezas. Hacia allí se dirigieron. La laguna, en cambio, tampoco existe hoy en la orografía de esos campos baldíos. El único signo de vida es una planta neumática escondida entre varios pinos. Más allá no hay nada, solo los cuatro carriles de M-45 que atraviesan la zona sur de la Comunidad de Madrid.
En total fueron seis horas de tensión, que rozaron la desesperación y el sofoco. Sobre las dos de la tarde del lunes 9 de junio, un hombre llamó a la sala del 091 de la Policía Nacional visiblemente desesperado. Les contó que sus suegros habían desaparecido y que era incapaz de dar con ellos después de que salieran a pasear.
El termómetro superaba ya los 30 grados y se preveía que ese día rebasara los 35. La situación era grave desde el primer momento y el Grupo Operativo de Respuesta (GOR) de la policía se puso en marcha de inmediato. Las atenciones a personas vulnerables son habituales para los agentes de este municipio.
Al principio se desplegaron seis agentes en tres coches, que quedaron con los familiares en una rotonda, el último punto en el que un dispositivo de geolocalización les había dado señal, muy lejos del domicilio del hombre y la mujer. La familia ya había hecho un primer rastreo, pero el terreno era inabarcable. Los policías destinados a la búsqueda de estas personas se multiplicaron en las horas sucesivas, a medida que el calor iba creciendo y el riesgo para los desaparecidos, también. Llegaron a ser más de 20. Entre ellos, estaban V. G., A. F. y V. E.
Mientras peinaban la zona, a estos tres agentes se les ocurrió preguntar a los familiares si creían que sería posible contactar con ellos por móvil. Les indicaron que el hombre tenía uno, que no sabía utilizar muy bien, pero podían probar. Así que le hicieron una videollamada. Los primeros intentos fueron infructuosos, pero finalmente descolgó.
El que estaba al otro lado de la imagen era el yerno, optaron por mostrarle una cara conocida para tranquilizarlo. “Vemos al hombre en posición horizontal, y también algo de maleza y el cielo. Teníamos la esperanza de que se viera algún edificio o algo significativo, pero esos eran los elementos que teníamos”, explica A. F., uno de los agentes.
Colgaron para que no se gastara la batería del dispositivo móvil. En una segunda llamada, comprobaron el estado de salud del señor y comprobaron que estaba confuso, pero respondía. Después, A. oyó un helicóptero proveniente de la base de Cuatro Vientos. “Quería comprobar si el hombre también lo estaba oyendo, pero vimos que no. Y ahí dedujimos que debía de estar lejos de nuestro punto”, señala. Con esta nueva información, movieron el radio de búsqueda y se adentraron más en la zona de campo.
Tras dos horas gritando el nombre del señor, de repente alguien les respondió. Fue un tenue “auxilio” que aceleró a los agentes. La voz provenía de una zanja y, en ella, el hombre. “Como estaba a dos metros y había maleza alrededor, le daba parcialmente la sombra, pero ella no estaba”, relata el policía. La familia les dijo que no creían que hubiese sido capaz de adentrarse en el campo, porque no le gustaba y por el calzado.
Entonces, se activaron más equipos para acudir a algunos de los lugares habituales que frecuenta la pareja: la iglesia, un polígono cercano a su vivienda, su barrio, el hospital... Pero no hubo fortuna. Fue entonces cuando el equipo optó por incorporar una visión desde el cielo. El jefe del dispositivo pidió la intervención de la unidad de drones.

A las 19.29, los agentes Juan Antonio Martin, Roberto Ortega y José María Morón, especialistas de la unidad de drones, desplegaron el dispositivo. “Hacía mucho calor, recuerdo que el termómetro del coche marcaba ya los 40 grados”, puntualiza Juan Antonio. Lo elevaron en una superficie que formaba parte de las 130 hectáreas en la que sus compañeros llevaban horas rastreando.
La suerte, o la casualidad, propició que el primer cuadrante escogido para analizar fuera aquel en el que se encontraba la mujer. En apenas 10 minutos, a las 19.39, el policía Juan Antonio Martín, que llevaba los mandos del dron, dijo la frase que todos estaban esperando oír: “La tengo”.
Un primer momento de júbilo y, después, de nuevo la tensión. En la imagen que ofrecía el dispositivo se veía a la señora tumbada en el campo, inmóvil. Martín le indicó por teléfono a su compañero hacia donde tenía que moverse para encontrarla. Estaba a solo 20 metros, pero la orografía y la maleza hacían imposible verla sin unos ojos desde el cielo.
En apenas unos pasos llegó y comprobaron que respiraba. “Fue como cuando metes un gol y experimentas esa euforia”, describe el policía. Los agentes se abrazaron, los familiares también. La felicidad se completó cuando por la noche les confirmaron que, más allá de algo de suero y descanso, los rescatados evolucionaban favorablemente.
Según un estudio de la Universidad Autónoma, los vecinos de Leganés fueron en el año 2005 los más longevos de Europa. En la actualidad, este municipio del sur de Madrid tiene, junto a Alcorcón, el porcentaje más alto de mayores de 65 años (22,43%) de la comunidad. En Leganés conviven unas 42.260 personas de la tercera edad.
Muchas son emigrantes de zonas rurales de Extremadura, las dos Castillas o Andalucía, que se establecieron en localidades como esta durante los años setenta, propiciando la “génesis del fenómeno metropolitano y la conexión de los espacios urbanos de las grandes ciudades con los municipios de su entorno”, según explica en su tesis Migraciones, Juan Manuel Romero Valiente, profesor de Geografía en la Universidad de Huelva. En la Comunidad de Madrid, la demora para conceder la discapacidad y, por tanto, la dependencia, se sitúa en una media de 308 días, cuando debería ser de tres meses.
La pareja ha regresado a su rutina. Siguen yendo juntos a todas partes. Se los puede ver en la iglesia, colaborando con el párroco y leyendo incluso algunos textos desde el atril. Mientras que la familia aún se recupera del susto, ellos apenas recuerdan lo sucedido. Todo el mundo los despide con cariño. “Ha sido un gran shock. Son muy queridos”, dice una mujer de mediana edad que los conoce. Según cuenta, ambos han dedicado toda su vida a la enseñanza. “Han dejado un buen legado”, señala.
¿Tienes algo que contar? Escribe al autor de esta noticia a dexposito@elpais.es
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.