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Sin techo y con mascota: la oferta de vivienda se reduce hasta un 95% para los dueños de animales en Madrid

Los servicios sociales solo tienen 12 habitaciones distribuidas en cuatro albergues de la capital

Pedro Pérez y su perra 'Shiva', en un parque de Puente de Vallecas (Madrid), el 28 de marzo.
Juan José Martínez

Un accidente, un parón laboral y a vivir en la calle. La vida cambió en segundos para Pedro Pérez Velásquez (48 años, Santander) una noche primaveral de 2023, al final de una jornada como repartidor de comida en Madrid. “Venía en la moto por Lavapies, doblé en una esquina y un coche salía de un garaje. Frenó, pero ya tenía medio morro fuera, intenté esquivarlo, pero como el suelo estaba húmedo, me empotré contra un coche aparcado”, recuerda. Los cinco meses de baja médica supusieron una debacle económica para este trabajador autónomo que pronto tuvo que entregar las llaves de su piso.

Entonces, deambuló meses en la calle, lo suficiente para padecer la frustración de no encontrar un techo “solo por tener a Shiva”, una American Strarford de cinco años. “Ahora mismo, la Comunidad no tiene ayudas para mí, que no quiero separarme de mi perra”, lamenta. Los únicos servicios públicos en Madrid para casos como el de Pérez son 12 habitaciones distribuidas en cuatro albergues de la capital. En la web nada mejora: menos del 5% de las habitaciones anunciadas en los portales inmobiliarios aceptan personas con mascotas.

Las cuentas no le dieron nunca a Pérez: pagaba 750 euros de alquiler, pero solo tenía 900 en la cuenta para los cinco meses que debía guardar de reposo. “Como autónomo, si no trabajas no cobras”, aprendió entonces. Los daños de la moto prolongaron el parón más allá de la baja médica, los ahorros se esfumaron en un mes y pronto cayó en un impago de ocho meses. Tras llegar a un acuerdo con la propietaria, entregó las llaves del estudio a cambio de la mitad de la fianza para buscarse la vida.

Pérez y Shiva pasaron unos días en casa de un familiar y muchos más rotando entre albergues privados, pero pronto tuvieron que pernoctar en un portal, que no es lo mismo que descansar. “Dormía por las mañanas en el metro, mientras daba vueltas en la línea 6”, recuerda. A Shiva, la calle “la puso muy nerviosa, porque el ruido le genera tensión”, describe el hombre, quien por aquel entonces telefoneó un par de veces a los recursos del Ayuntamiento. “Lo único que me ofrecieron era una cama para mí por cinco días y la perra tenía que dejarla en la perrera”.

El Gobierno municipal tiene cuatro albergues que admiten personas sin hogar con animales a cargo en Vicálvaro, Arganzuela, Latina y Moncloa-Aravaca, pero el ingreso se hace a través de la Puerta Única de Entrada del Samur Social, que no es de atención inmediata, sino con asignación de plaza. Tal tarea, en ocasiones, se alarga durante semanas. EL PAÍS ha comprobado telefónicamente con uno de los centros de acogida municipales su saturación y la existencia de una “larga lista de espera”, en palabras de una trabajadora.

El consistorio explica a EL PAÍS que “cada uno” de los albergues municipales “cuenta con tres cheniles para un animal”, es decir, que en total hay 12 cubículos que constituyen los únicos recursos públicos para las personas sin hogar de la capital. En la región hay 4.146 sin techo y el Gobierno regional carece de programas para personas con mascota y sin hogar.

El Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 ha reiniciado este año en Madrid el programa Mejores Amigos, en alianza con la Faada (Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales), que brinda asistencia a personas sin hogar a cargo de mascotas, tras observar “la dificultad en el acceso a recursos residenciales que, de manera sistemática, prohíben la entrada a este colectivo”, puntualiza por escrito el ministerio. El programa ha estado activo en Barcelona desde 2017 y en Madrid desde 2023 (con un parón en 2024) y recibe 1.500 casos anuales derivados por los servicios sociales de los consistorios.

Mercado saturado

Sin techo ni trabajo, Pérez comenzó el periplo por la meca digital del mercado inmobiliario. Buscó en Idealista y Foto Casa, pero no funcionó. El primero tiene más de 8.000 habitaciones anunciadas, de las cuales 217 permiten inquilinos con mascotas, es decir, solo el 2,7%. El segundo publicó en 2022 un estudio a escala nacional que concluye que “el 4% de los pisos en alquiler permiten expresamente el acceso a familias con animales”. Todo esto en un país donde el 44% de los hogares tienen una mascota, según el censo de referencia de la Fundación Affinity.

La Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) no contiene cláusulas sobre la tenencia de animales, por lo que cada propietario tiene el poder de regularlo en el contrato. Nada de esto cambió con la Ley 17/2021, que reconoció a los animales como “seres sintientes”. El texto de la normativa garantiza a los animales “no ser embargados, hipotecados, abandonados, maltratados o apartados de uno de sus dueños en caso de separación o divorcio”, pero no legisla nada sobre la vivienda.

Pedro Pérez y 'Shiva', en un parque cercano a su hogar temporal en Puente de Vallecas (Madrid).

En los refugios para animales abandonados se acumulan testimonios de personas que deben dejar a sus mascotas para convertirse en inquilinos. Carolina Corral, directora de la protectora Alba en Alcalá de Henares, cuenta a este diario el caso de una mujer que le escribió el 28 de marzo “porque tiene que deshacerse de su perrito porque no le renuevan el contrato de alquiler y se tiene que ir a una habitación a la que no la dejan llevarlo”.

Unos 25.740 animales se abandonan cada año en España como consecuencia de una mudanza, según el informe anual de la Fundación Affinity, que sitúa esta problemática como la sexta causa de abandono. Laura Rodríguez, responsable de concienciación de la entidad, afirma que las dificultades para acceder a una vivienda o los contratos restrictivos representan los casos “mayoritarios” dentro de esta población. “Recibimos muchos comentarios —continúa la portavoz de la entidad—. Encontrar una vivienda es un problema bastante generalizado en las personas que conviven con animales, dentro de un mercado que tiene tanta demanda que se pueden poner estas barreras sin ninguna consecuencia”.

Los obstáculos para acceder a un hogar debido a una mascota empujan a la vulnerabilidad y al abandono. Corral, de la protectora alcalaína, resalta que “a algunos les es más fácil deshacerse del animal, pero otros se los condena a vivir en la calle porque no quieren desprenderse de él”, como con Pérez y Shiva, quienes finalmente encontraron en la ciudadanía la asistencia que buscaron de la administración.

Después de que su historia se difundiera en grupos animalistas de redes sociales, una chica activista, amante de los gatos, ofreció transitoriamente su casa para acoger a Pérez y Shiva. “Lo que no consigue un humano lo consigue un animal”, sostiene Pérez, que cuenta con alivio que lleva unas semanas “fuera de la calle” y afirma que ha llegado a una edad en la que no fantasea con “carros ni relojes”. “Solo quiero estar en mi casa, cenando, viendo una peli con mi perra al lado”, imagina, con la mirada puesta en un futuro que en mucho se asemeja a aquel pasado en Lavapies, antes del accidente, del parón y de la calle.

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